Evolución y Tendencias del Teatro en Galicia: Autores y Obras Clave
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El Teatro en Galicia: Evolución, Autores y Obras Clave
Las Irmandades da Fala y su Visión del Teatro
Las Irmandades da Fala consideraron el teatro como una actividad fundamental para la promoción de la lengua gallega, la consolidación de un registro culto y la expresión de la alta cultura en Galicia en su idioma propio. En su intento por crear un teatro nacional gallego, se enfrentaron a la escasez de textos y compañías teatrales.
Agrupaciones Folclóricas: Toxos e Flores, Cántigas da Terra y Agarimos
Los miembros de las Irmandades, en su afán por organizar una infraestructura teatral en Galicia, crearon cuadros de declamación que se unieron a agrupaciones folclóricas como Toxos e Flores (Ferrol), Cántigas da Terra (A Coruña) y Cantigas e Agarimos (Santiago de Compostela). Estos colectivos, además de realizar espectáculos de música y baile, se encargaban de la representación de piezas dramáticas.
El Conservatorio Nacional da Arte Galega
Con la creación del Conservatorio Nacional da Arte Galega en 1919, las Irmandades buscaron formar actores y promover obras renovadoras de la escena gallega. La primera obra estrenada fue A man de Santiña, de Ramón Cabanillas, que destacaba por su ambiente refinado y de clase alta, donde todos los personajes se expresaban en gallego con un lenguaje estilizado.
El Conservatorio Nacional da Arte Galega produjo obras que alejaron el teatro del costumbrismo y del humor fácil. Sin embargo, estas posturas chocaron con las de los más tradicionalistas. En 1922, bajo la dirección de Leandro Carré Alvarellos, el Conservatorio se transformó en la Escola Dramática Galega, dando preferencia a la representación de obras costumbristas y alejándose de la estética renovadora. Autores importantes de la tendencia renovadora fueron Xaime Quintanilla con Alén (1921) y Antón Villar Ponte, quien escribió, en colaboración con Cabanillas, O Mariscal (1926), además de otras obras como A patria do labrego (1905) y Almas mortas (1922).
Otros autores mantuvieron una línea intermedia entre la renovación y la tradición. Armando Cotarelo Valledor cultivó varias líneas temáticas en su producción teatral, con obras como Hostia (1926), sobre la figura de Prisciliano, y la pieza de ambiente marinero Mourenza (1931). Leandro Carré Alvarellos posee una amplia obra dramática, entre la que destacan comedias como Para vivir ben de casados (1917) y dramas como O pecado alleo (1923). En la tendencia conservadora destacan Xesús San Luís Romero, autor de O fidalgo (1918), y Xavier Prado.
El Grupo Nós y su Concepción del Teatro
Las ideas de Castelao sobre el teatro, sintetizadas tras su viaje por Europa en 1921, influyeron notablemente en el grupo Nós. Castelao concebía el teatro como un espectáculo total que integraba música, pintura, escenografía y danza. El propio Alfonso Daniel R. Castelao materializó sus ideas en Os vellos non deben de namorarse, estrenada en Buenos Aires en 1941, una obra con tres lances de estructura similar, en los que tres ancianos se enamoran de tres jóvenes.
Vicente Risco escribió O bufón d'El Rei (1928), una pieza simbolista ambientada en la Edad Media que reflexiona sobre la maldad y la deformidad.
Ramón Otero Pedrayo se dedicó a la escritura teatral con obras como A lagarada (1929), una tragedia ambientada en la época de la vendimia, donde el vino desata fuertes pasiones en los personajes. Otero escribió, antes de la Guerra Civil, las piezas breves que se publicaron bajo el título Teatro de máscaras en 1975, además de O desengano do prioiro (1952).
Rafael Dieste, autor muy cercano a la generación vanguardista y a los hombres de Nós, escribió A fiestra valdeira (1927), una obra muy simbólica y de escenografía cuidada. En ella se aborda el conflicto de identidad que surge cuando un marinero enriquecido pretende eliminar del retrato que le están pintando la imagen del puerto de su villa, hecho que sus antiguos compañeros consideran una traición a sus orígenes y a ellos mismos.
Obras Clave: Os vellos non deben namorarse y A fiestra Valdeira
- Os vellos non deben de namorarse: Alfonso Daniel R. Castelao materializó sus ideas en esta obra, estrenada en Buenos Aires en 1941. Posee tres lances de estructura semejante, en que tres viejos se enamoran de tres jóvenes.
- A fiestra Valdeira: Rafael Dieste escribió esta obra en 1927, la cual es muy simbólica y de escenografía cuidada. Aborda el conflicto de identidad que se desata cuando un marinero enriquecido pretende eliminar del retrato que le están pintando la imagen del puerto de su villa, hecho que sus antiguos compañeros consideran una traición a sus orígenes y a ellos mismos.
El Teatro Durante el Franquismo
Durante la inmediata posguerra, la actividad cultural quedó paralizada y, con respecto a las manifestaciones teatrales, solo se toleraron las representaciones folclóricas de los coros populares. Fue la labor de los exiliados y emigrados gallegos la que mantuvo una actividad teatral estable en estos años, sobre todo en Buenos Aires. En este contexto, existió un teatro popular que recreaba de forma sentimental y humorística las costumbres de la Galicia campesina y marinera, cuyo principal representante fue Manuel Varela Buxán, con piezas como Taberna sen dono (1975) o Se o sei... non volvo á casa (1977). Por otro lado, existió un teatro culto de estética cuidada, que trataba temas profundos y los problemas de la sociedad gallega desde un punto de vista crítico. Luís Seoane, con A soldadeira (1957) y O irlandés astrólogo (1959), y Eduardo Blanco Amor, con sus Farsas para títeres (1973), representan esta segunda tendencia.
Autores Destacados del Periodo Franquista
La obra teatral de Álvaro Cunqueiro posee gran entidad, al igual que su poesía y su narrativa. O incerto señor don Hamlet, príncipe de Dinamarca (1958) es una revisión del personaje mítico de Shakespeare, en la que incorpora otros mitos como el de Edipo, para crear una reflexión muy pesimista sobre la condición humana. En A noite vai coma un río (1965) se sitúa en la Edad Media para presentar a una enamorada que espera por un amante inexistente.
Otros autores que, además de cultivar otros géneros literarios, incursionaron en la escritura teatral durante la época franquista fueron Ricardo Carballo Calero, Xohana Torres y Manuel María.
Figuras Clave del Teatro Gallego Contemporáneo: Manuel Lourenzo, Roberto Vidal Bolaño y Euloxio Ruibal
Manuel Lourenzo posee una amplia producción dramática en la que revisa mitos clásicos y refleja conflictos profundos del ser humano en obras como Romaría ás covas do demo (1969), Veladas indecentes (1996) o O circo da medianoite (1998). Roberto Vidal Bolaño realiza en su obra una crítica al poder establecido y a sus manipulaciones, a la vez que conjuga técnicas teatrales y cinematográficas muy diversas en obras como Agasallo de sombras (1984), Saxo tenor (1991) y As actas escuras (1992). Euloxio Ruibal también se decanta por la crítica social y política de episodios históricos, como la Guerra Civil en Zardigot (1973), y de temas contemporáneos en Maremía (1998).
El Teatro en la Década de 1980
La década de 1980 fue el momento en que la actividad iniciada por la generación anterior del teatro independiente consiguió estabilizarse con la creación de compañías de teatro profesional como Antroido, Caritel, Artello o Mari-Gaila, formadas e integradas en su mayoría por actores y actrices que provenían de la actividad independiente. Posteriormente surgieron otras como Teatro do Noroeste, Sarabela, Chévere, entre otras.
En 1984 nació el teatro institucional, con la creación del Centro Dramático Galego (CDG), compañía pública dependiente de la Consellería de Cultura.
El Centro Dramático Galego (CDG)
En 1984 nació el teatro institucional, con la creación del Centro Dramático Galego (CDG), compañía pública dependiente de la Consellería de Cultura. Este organismo nació para posibilitar la representación de obras en gallego y para conformar un repertorio estable de obras de estética y temas diversos. Constituye un referente para la escena gallega y un apoyo para los creadores teatrales.
En cuanto a los autores, en las últimas décadas se produce una confluencia entre autores activos ya desde la época del teatro independiente y los que se incorporan a la escena en las décadas siguientes. En la década de 1980, los dramaturgos procuran la innovación a través de un teatro culturalista. Destaca João Guisán con obras como Teatro para se comer (1997), Xesús Pisón, que explora la dificultad de las relaciones humanas, y María Xosé Queizán, que en Antígona ou a forza do sangue (1989) recrea el mito de la mujer rebelde contra el poder injusto.
El Teatro en la Década de 1990
En la década de 1990, el teatro recuperó el gusto por el entretenimiento y la comedia, diversificando mucho sus temas. Raúl Dans cultiva el llamado neorruralismo en obras como Matalobos (1993) o Lugar (1994), en las que está presente la vieja polémica sobre la construcción de embalses, mientras que en otras obras como Derrota (1997) muestra un mundo urbano marginal. Cándido Pazó es autor de piezas como A piragua (2007), en la que aborda los malos tratos, o O rei nu (1995).