Evolución del Teatro Español: Posguerra, Transición y Actualidad
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El Teatro de la Posguerra
La escasa producción teatral de los años 40 se repartió entre la comedia burguesa, de carácter evasivo, y el teatro del humor, proveniente de tiempos de la República. La herencia de Benavente se dejó sentir en una serie de comedias despreocupadas de los problemas reales que ahogaban a la sociedad española, complacientes con la alta burguesía y acordes con los principios ideológicos tradicionalistas de la dictadura. Sus representantes fueron José María Pemán, Ignacio Luca de Tena, autor de ¿Dónde vas Alfonso XII?, y Joaquín Calvo Sotelo, autor de Cuando llegue la noche y La Muralla.
El teatro de humor estuvo representado fundamentalmente por Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura. Enrique Jardiel Poncela se había dado a conocer en los años 20 como renovador de la literatura humorística. Propuso una concepción nihilista y agresiva del humor basada en el ingenio lingüístico. Creó así un humor inverosímil, emparentado con el surrealismo, que no se priva de fustigar ciertas ideas. Obras: Cuatro corazones con freno y marcha atrás y Los ladrones somos gente honrada. Miguel Mihura, frente a la virulencia de Jardiel, practica un humor suavizado por la ternura y el sentimentalismo, aunque mantiene un juego ilógico e incongruente. Mihura escribió Tres sombreros de copa y El caso de la mujer asesinadita, destacando en su producción anterior La bella Dorotea, centrada en el acto de rebeldía del protagonista. En estas obras, y en general en toda su producción, la humanidad de los personajes y la preferencia por los finales felices encubren el íntimo pesimismo del autor.
El Teatro desde la Posguerra hasta la Actualidad: Buero Vallejo y Sastre
A finales de los años cuarenta, nació un teatro que se situaba al margen de la comedia burguesa y humorística vigente. Un teatro realista, movido por el inconformismo social e impregnado por la poesía coetánea, de desasosiego existencial. Destacaron los autores que representaron un compromiso social del escritor: Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre.
Antonio Buero Vallejo
Se dio a conocer en 1949 con Historia de una escalera, presentando unos personajes corrientes, un espacio ordinario y un conflicto diluido. Una gravedad insólita y una honda desesperanza golpeaban la conciencia del espectador, consiguiendo inquietar al público y empujarlo al compromiso moral. La pugna del hombre por gobernar su destino contra cualquier tipo de impedimentos. El dramaturgo contó con el favor del público, que supo reconocer la conciencia moral con la que siempre defendió los valores ilustrados, la dignidad humana y la justicia. Buero evitó ofrecer soluciones conciliadoras con desenlaces abiertos, obligando al espectador a implicarse en la resolución de los casos.
En la trayectoria de Buero cabe distinguir etapas:
- En la primera, la preocupación social se relaciona con el desasosiego existencial.
- Las obras de la segunda etapa se enfrentan a problemas del presente a través de la reflexión sobre figuras del pasado histórico: Las meninas, El concierto de San Ovidio, El sueño de la razón.
En El tragaluz, los hechos están situados en el presente, pero enfocados desde un futuro lejano. Mediante este artificio, crea una distancia crítica entre el drama y el espectador. Esta obra trata múltiples cuestiones de índole moral: la identidad del individuo en sociedad, la solidaridad y el individualismo ciego, la culpa, la dicotomía entre acción e inhibición.
En su última etapa, Buero acentuó el aprovechamiento de los recursos en busca de una mayor implicación del público. Su preocupación por la condición humana se centra ahora en los nuevos desafíos, buscando en el público un efecto de inmersión. Obras como La fundación, Llegada de los dioses o Diálogo secreto son algunos ejemplos.
Alfonso Sastre
Inició una búsqueda de un teatro renovador en 1945. Desarrolló una doctrina teatral de inspiración revolucionaria que firmó junto con José María Quinto. La producción de Sastre se articulaba en dos momentos o etapas:
- En los años cuarenta escribe un teatro metafísico de inquietud existencial.
- En 1950 practica un teatro de crítica social que se propone transformar la realidad y que se irá radicalizando, con ejemplos como Escuadra hacia la muerte, La mordaza o Guillermo Tell tiene los ojos tristes.
Buero creía posible realizar una crítica de los males del sistema dentro de las limitaciones de la censura oficial, se le llamó posibilismo. Sastre consideraba imposible tal crítica y defendía un realismo de carácter revolucionario; esta postura recibió el nombre de imposibilismo.
La Neovanguardia Teatral
Hacia finales de los años sesenta, el teatro entra en crisis con dos síntomas que delatan agotamiento: la aparición de jóvenes con tendencias renovadoras intelectuales y la creación de un grupo de teatro con autores como Antonio Martínez Ballesteros, Luis Matilla, Luis Riaza o Francisco Nieva. Hay obras como La Fura dels Baus, Els Comediants y otras. Esta neovanguardia teatral rompe resueltamente con las convenciones formales del teatro anterior, aunque mantiene vivo el compromiso con la denuncia de la injusticia. Los personajes son meros soportes de conceptos o funciones, víctimas del sistema que se mueven en un espacio irreal. Se recurre con frecuencia a la parodia o a la farsa. Se trata de un teatro simbólico que requiere del espectador un esfuerzo de complicidad e interpretación.
El Teatro de la Democracia
La restauración de las libertades democráticas a partir de 1975 posibilitó la llegada a los escenarios de buena parte del teatro que había permanecido soterrado. Continuó el predominio de un teatro que expresaba el descontento ante la situación social y política. Destacaron Manuel Martínez Mediero con Las hermanas de Búfalo Bill o Ángel García Pintado con El taxidermista. También practicaron este teatro otros autores como Luis Riaza con El palacio de los monos. En los años ochenta y noventa, el teatro ha recibido un considerable respaldo institucional.
En los años sesenta aparecieron unos jóvenes dramaturgos que adaptaron en un primer momento la estética realista, evolucionando hacia formas alegóricas fantásticas. Algunos autores, como Lauro Olmo con La camisa, José Martín Recuerda con Las salvajes en Puente San Gil, y Antonio Gala, obtuvieron el éxito con Los verdes campos del Edén.