Evolución Social y Dinámicas Familiares: Un Enfoque Actual

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Cambio Social y Familia

La velocidad a la que se suceden las novedades en la sociedad actual es vertiginosa, apenas da tiempo a adaptarse a ellas cuando llegan otras que las sustituyen, circunstancia fácilmente apreciable cuando se hace referencia a las nuevas tecnologías.

Siguiendo la definición de Nisbet, podemos entender el cambio social como una “sucesión de diferencias en el tiempo y en una identidad persistente”.

De las nuevas concepciones colectivas surgen preocupaciones por explicar no sólo aquello que ha podido generar esos cambios, sino también las consecuencias que a medio o largo plazo puedan tener.


Antaño, los observadores de la realidad social centraron su atención en los efectos que el proceso de industrialización que se extendía podía tener sobre la familia, y algunos temían que llegara a destruirla.

Los aires de cambio que afectaban a las familias en su conjunto y particularmente a la forma de entender el matrimonio, propagaban la idea de amor romántico frente a los compromisos por conveniencia. La elección del cónyuge por amor en vez de por imposición de los padres ganó más y más aceptación en el curso del XVIII, reforzándose en el XIX con el romanticismo. Al respecto, François de Singly y Vincenzo Cicchelli destacan que existía cierto temor a que las jóvenes al carecer de la orientación de los mayores se emparejaran insensatamente con el primero que pasase por su puerta. Pero “casarse por amor podía ser tan sensato como un matrimonio de conveniencia” y los individuos tendían a emparejarse con personas de la misma clase, dándose entre los cónyuges proximidad cultural y social, posición que podía ser heredada de los padres o conseguida por méritos propios.


(8) Kertzer, David y Barbagli, Marzio (2003) “Historia de la familia europea. Volumen 3. La vida familiar en el siglo XX.”. Pág. 427-429. Ed. Paidós

Hay que esperar al siglo XX para que la juventud decida por cuenta propia con quién ha de casarse, pese a eso los progenitores indirectamente siguen influyendo segmentando el mercado matrimonial en el que moverse con libertad, facilitándoles un espacio acotado en el que tomar decisiones dictadas por amor. Inducen su selección a través de los centros en que estudian, el ocio que realizan, y las ideas, gustos-aversiones que les transmiten.

En la relación de transformaciones que han tenido lugar en la idea de familia, y que configuran la concepción que hoy se tiene de ella en nuestro país, es preciso resaltar los esquemas culturales acerca de la identidad de género. Promovidos sin duda por la incorporación de la mujer al mercado laboral, el rol asumido por hombres y mujeres en el seno de las familias se vuelve más igualitario.

Aunque aún quede por delante buen trecho a recorrer, ya se anda por el camino hacia la igualdad. Hasta hace poco tiempo el trabajo remunerado era un espacio fundamentalmente masculino, circunscribiéndose la función de las esposas a la gestación, cuidado de los hijos y organización de lo doméstico. Es relativamente nuevo el hecho de que la mujer pueda orientar su vida hacia la realización de un proyecto profesional.

La familia continua inmersa en proceso de cambio, con sus ventajas e inconvenientes. Una realidad que obliga a que sea observada detenidamente, para que no pasen desapercibidos algunos problemas que puede llevar anexos. Valgan como ejemplo, las estadísticas de la violencia de hijos contra padres, violencia de género, o la extensión del fenómeno llamado “televisión niñera”.

Los cambios sociales afectan sin duda a la familia, que se adapta a ellos, los encauza incluso a veces propulsa.

Familia y Escuela: Agentes Socializadores

Es preciso analizar la relación familia y escuela, ya que son los dos grandes agentes socializadores. Ambas instituciones pueden repercutir en el proceso de aprendizaje, por lo que hay que tomar conciencia de la bondad del trabajo conjunto entre familia y escuela, un tándem imprescindible para formar-educar a niños y adolescentes.

En el escenario de cambios en que está inmersa la familia, se evidencia la necesidad de coordinar objetivos y directrices comunes, que respondan a posibles situaciones que puedan limitar las capacidades de aprendizaje.

La implicación de las familias en el proceso educativo ha de tener dos direcciones: la participación basada en la relación progenitores-profesorado para tratar los temas de carácter individual.

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