Evolución del Sector Agrario e Industrial en Europa, Siglo XIX

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El Sector Agrario en el Siglo XIX

A partir de los años ochenta, mientras la industria mantenía su ritmo ascendente de progreso, la agricultura, con un crecimiento más pausado, se fue distanciando. No fue el descenso del consumo la causa principal, sino la rentabilidad del sector. La verdadera causa de la depresión fue la incapacidad de la agricultura para adaptarse a las nuevas condiciones creadas por la economía urbana y el desarrollo industrial, sumado a una escasa inversión en el sector.

La depresión agrícola en Europa, desde 1871, se vincula a la llegada de trigo barato procedente de granjas mecanizadas de Canadá, Australia y Argentina. Los grandes mercados mundiales de cereales ofrecían sus productos a precios considerablemente más reducidos que los europeos, generando una incapacidad para competir y llevando a la vuelta al proteccionismo.

Los efectos de la competencia se acusaron inmediatamente en los mercados de Europa. Los agricultores europeos tuvieron que enfrentarse a una reducción de sus ingresos y beneficios, y a un irremediable descenso de la renta de la tierra y de la demanda de trabajo (y, por tanto, de los salarios). Muchos pequeños campesinos se arruinaron.

Esta brusca caída de los precios provocó diferentes respuestas en las agriculturas europeas. Una primera reacción inmediata fue la protección arancelaria; sin embargo, en algunos casos, la agricultura fue herida de muerte y quedó prácticamente abandonada.

Otra respuesta fue el cambio de la estructura productiva.

Un aspecto interesante de la evolución agraria europea fue la transformación de los cultivos. A pesar del enorme impacto de la invasión de cereales, el crecimiento de la producción agraria fue positivo en todos los países, salvo en Gran Bretaña. Fue un crecimiento inferior al del PIB, pero se registró un sensible crecimiento de la productividad gracias a la introducción de los elementos fundamentales del cambio técnico (maquinaria y abonos químicos).

El Desarrollo Industrial a Finales del Siglo XIX

A partir de 1870, la industria adopta nuevas manifestaciones en su estructura y en sus formas, hasta el punto de que algunos historiadores económicos hablan de una segunda revolución industrial. Es la época de la utilización de nuevas fuentes de energía (electricidad, petróleo), de grandes inventos científicos (motor de explosión, teléfono, colorantes, etc.) y de la concentración industrial.

Nuevas Fuentes de Energía

Al vapor, motor energético de la primera revolución industrial, se añaden el petróleo y la electricidad.

La electricidad ya era conocida por las experiencias de laboratorio, pero su utilización industrial dependía de la producción a bajo coste y, sobre todo, de la transmisión a distancia, algo que se consiguió a finales del siglo XIX.

Con todo, la aplicación de la electricidad fue muy reducida. Hasta 1913, el vapor se mantuvo en primer lugar. Las centrales eléctricas eran pequeñas y se destinaban, principalmente, al alumbrado y a la tracción. Francia fue a la cabeza en la producción de energía eléctrica.

La aplicación industrial del petróleo se inicia al reemplazar, en 1857, el aceite de lámparas, comenzando así la fiebre del "oro negro". El petróleo se aplicó a la calefacción y a usos domésticos y, después de 1890, para alimentar motores de combustión interna.

El Desarrollo de las Industrias Nacionales

A partir de 1870, el desarrollo industrial de los países de Europa occidental y de otros, como los EE. UU. y Japón, fue muy rápido, debido a las nuevas condiciones creadas por el progreso técnico, la facilidad de los transportes y las posibilidades del capitalismo competitivo.

La industrialización era considerada como base indispensable para la creación de una eficiente red de transporte y de armamentos bélicos que aseguraran la defensa nacional y el respeto de las demás potencias en una época de tensión política y de imperialismo crecientes. Cada país buscó, como ideal, la autonomía económica. Para lograrlo, el fomento de la industrialización era un elemento y una política indispensable. Esta es la razón por la cual los estados protegen, estimulan e impulsan las fuerzas industriales del país.

Inglaterra comienza a perder terreno ante otros competidores como los EE. UU. y Alemania. Muy detrás de estos tres camina Francia. A finales del siglo XIX, Japón se suma a las potencias industriales.

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