Evolución del Pensamiento Económico: Del Keynesianismo al Consenso de Washington

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Desarrollo del Consenso de Washington: De la Economía del Desarrollo al Consenso de Washington

Pese a que economistas como **Schumpeter** habían estudiado los determinantes del crecimiento económico y del progreso tecnológico, la preocupación por el desarrollo surge a finales de la década de 1940 debido a una conjunción de factores:

  • Nacimiento de la estructura institucional internacional.
  • Los procesos de independencia iniciados tras el desmantelamiento de los imperios coloniales.
  • El surgimiento de la cooperación internacional para el desarrollo en el contexto de la **Guerra Fría**.
  • La influencia del análisis económico **keynesiano**.

Desde su inicio, la literatura sobre el crecimiento y el desarrollo económico estuvo dominada por tres corrientes de pensamiento: la **teoría de las etapas**, los **modelos neoclásicos de crecimiento** y un conjunto de diversas teorías que se denominaron **Economía del desarrollo**. **Hirschman**, **Lewis**, **Nurkse**, **Myrdal**, **Rostow**, entre otros, configuraron el **paradigma de la modernización** y adoptaron el modelo de **Harrod** y **Domar** como referente teórico del programa de industrialización tardía.

A partir de los años cincuenta, el estudio del crecimiento y el desarrollo económico generó un gran volumen de literatura, que da lugar a la idea de **Estado “desarrollista”** como eje del despegue económico, mediante la aportación de grandes transferencias destinadas a lograr una modernización industrial acelerada. Para justificar el inmenso volumen de transferencias financieras a la industria se utilizaron muchas metáforas.

La **teoría de la modernización** partía de la existencia de una dicotomía entre sociedades tradicionales y modernas y se atribuía el atraso económico y político de los países en desarrollo a su carácter de sociedades tradicionales y su rechazo a la modernización. El desarrollo de una sociedad se planteaba como el tránsito de una organización social tradicional a una moderna más compleja. El desarrollo para **A. Lewis** era el desplazamiento de la población del sector tradicional, donde la productividad era muy baja, al sector moderno. **Rostow** planteó el proceso hacia el desarrollo como una superación de etapas que todos los países habrían de realizar en su camino hacia el progreso y la prosperidad económica. El subdesarrollo se entendía como fase previa al desarrollo, y el desarrollo como el nivel de vida de los países occidentales que contaban con regímenes políticos democráticos, sociedades libres y abiertas, y economías de mercado.

El **paradigma keynesiano del desarrollo** había proporcionado a la comunidad científica un modelo común, que definía problemas, métodos y soluciones, y que tendría gran influencia porque fusionó las nociones de desarrollo e industrialización. En él se subrayaba la importancia del Estado en la reconstrucción de la escena política mundial después de la guerra y con el proceso de descolonización. Se admitía la existencia del subdesarrollo, pero también existía la conciencia de ponerle remedio.

El Estructuralismo Latinoamericano y la Teoría de la Dependencia

Desde una perspectiva diferente, como respuesta a la **teoría neoclásica del crecimiento** y a los esfuerzos historicistas de **Rostow**, y con el objetivo de construir una teoría del desarrollo alternativa, **H. Singer** cuestionó la **teoría clásica del comercio exterior** y la supuesta difusión del progreso técnico, y enfatizó en la existencia de un intercambio desigual entre países desarrollados y subdesarrollados, partiendo de que los precios de los bienes manufacturados crecían a un ritmo mayor que los de las materias primas. La corriente **estructuralista latinoamericana** concibió el subdesarrollo como producto del desarrollo de las sociedades industrializadas y del funcionamiento del sistema económico mundial. Para los estructuralistas, el sistema capitalista se había configurado como la combinación de dos tipos diferentes de formaciones sociales: el **centro** del sistema y la **periferia**.

A finales de los sesenta, se radicalizó el modelo centro-periferia y surgió el **enfoque de la dependencia**, que sistematizó la correlación entre desarrollo del centro y subdesarrollo de la periferia. La dependencia estructural frenaba el crecimiento y se reflejaba en la presencia e influencia del capital foráneo, en la internacionalización de los intereses de los países céntricos en las burguesías nacionales y en sus políticas coherentes con la acumulación a escala mundial.

Para autores como **Cardoso** o **Faletto**, el desarrollo de los países subdesarrollados solo era posible en términos de desarrollo subordinado o asociado.

Desde una perspectiva neoclásica, **Bauer** llegó a agrupar a estos autores en lo que denominó **“Economía del resentimiento”** y criticó su tesis de que Occidente hubiera causado la pobreza del mundo subdesarrollado.

Crisis del Keynesianismo y Auge del Neoliberalismo

Con la crisis de los años sesenta, se pone en cuestión el **paradigma keynesiano** y se abandona el proyecto nacional de desarrollo. El fin de la **Guerra Fría** y el proceso de mundialización quebrantaron profundamente las estructuras de la política internacional y dieron lugar a intensos debates sobre el ilimitado papel del Estado, sobre su déficit presupuestario y sobre los efectos perversos de sus políticas de bienestar social. El fracaso del Estado desarrollista en América Latina y en África favoreció el repunte de las tesis neoclásicas y el deslizamiento hacia un consenso a escala planetaria sobre la superioridad del mercado capitalista.

A lo largo de la década de los ochenta, el agotamiento del modelo de industrialización tradicional de los países en desarrollo, la crisis de la deuda, el tránsito hacia un modelo de economía abierta liderado por las políticas de ajuste auspiciadas por el **FMI**, ponían de manifiesto la insuficiencia de la economía del desarrollo y el agravamiento de los problemas de los países pobres.

El ataque neoclásico a la economía keynesiana arrastra a una **Economía del desarrollo** impregnada del modelo intervencionista del Estado modernizador que había fusionado las nociones de desarrollo e industrialización. En esta nueva realidad, el **keynesianismo** fue rechazado y el saber neoclásico, que identificó los altos salarios y los programas sociales como una fuente de desastre, retornó a la escena económica.

El colapso económico de buena parte de África y América Latina, imputado a la planificación del desarrollo, y el espectacular desempeño económico de los **tigres asiáticos**, atribuido a su confianza en las fuerzas del mercado, reforzaban, en principio, la potencia explicativa de la **Teoría Neoclásica**. Por otro lado, la globalización había erosionado el espacio donde los Estados nacionales establecían el marco institucional de la actividad económica y la efectividad de los instrumentos gubernamentales de regulación económica.

El Consenso de Washington

Los años ochenta estuvieron marcados en el tercer mundo por la denominada **“crisis de la deuda”**, que forzó a los gobiernos a adoptar los programas de austeridad del **FMI**. A principios de los noventa, la contrarrevolución en la teoría del desarrollo, como la denominó **Toye**, se formalizó en el **Consenso de Washington**, articulado por **J. Williamson**. Este se refiere al conjunto de recetas de políticas y estrategias de desarrollo defendidas en los años ochenta por las instituciones de **Bretton Woods** y por el **Departamento del Tesoro de Estados Unidos**, y enunciadas por **Williamson** en 1990. Estas consistían básicamente en la liberalización de las economías, en la apertura al exterior y en los llamados programas de ajuste estructural. Se apostaba por la subordinación del papel del Estado al del mercado, por la disciplina fiscal y la privatización de las empresas públicas, y por un modelo único y racional de desarrollo.

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