Evolución de la Literatura Francesa en el Siglo XIX: Del Romanticismo a la Modernidad
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El Romanticismo y la Crisis del Individuo en la Francia Posnapoleónica
El Romanticismo se presenta como un periodo en el que el individuo se enfrenta a la imposibilidad de reconciliar su experiencia personal con las narrativas predominantes. A pesar de que el inicio del siglo XIX se muestra esperanzador, con la aparición de una obra de Madame de Staël que anuncia la renovación romántica, Francia se descubre como una nación derrotada. Los franceses se sienten humillados, y los jóvenes, que se habían preparado para unirse al ejército de Napoleón, experimentan el llamado mal du siècle: un malestar asociado al aburrimiento, el hastío y la insatisfacción vital. Chateaubriand será el autor más influyente de esta época.
Otro autor destacado en la adopción de la estética romántica es Musset, con su obra La Confession d’un enfant du siècle, dedicada a George Sand y con tintes autobiográficos. Los personajes de esta obra se sumergen en un torbellino de sensaciones y pasiones. Lamartine también sobresale en el Romanticismo, con una obra impregnada de melancolía y un perpetuo mal de amores; se erige como el profeta de la poesía moderna.
La Estética Romántica: Igualdad y la Verdad Oculta
Al hablar de la estética del Romanticismo, es imprescindible referirse al concepto de igualdad. Mientras que la estética clásica se fundamenta en una jerarquía, donde existen géneros nobles y otros que no lo son, el arte del siglo XIX se inclina hacia todo lo contrario. En el Romanticismo, todo tiene el potencial de ser arte, todo puede ser poesía. Este periodo se distingue por una cosmovisión según la cual, bajo las apariencias, yace una verdad oculta. Sin embargo, esta verdad solo es perceptible para aquellos que ven más allá de la superficie de las cosas.
La Subjetividad y el Genio en el Siglo XIX
En los siglos XVII y XVIII, al hablar de belleza, bondad y verdad, se aludía a un orden preestablecido, a un mundo regido por leyes. El siglo XIX, en cambio, sostiene que el mundo carece de coherencia intrínseca, y que es la subjetividad del individuo la que le otorga sentido. Esto coincide con el desarrollo de los conceptos de genio y genialidad, que habían surgido en el siglo XVIII con Diderot. Estos conceptos son cruciales para comprender la ruptura del arte del siglo XIX con el siglo anterior, donde se forja el mito del escritor como genio. La idea de genio implica que el individuo está sujeto a una especie de destino, a una fatalidad, a sus propias leyes, que no son necesariamente las del mundo en el que vive.
El Teatro Romántico y la Búsqueda de la Renovación
La generación romántica anhela una renovación de los géneros literarios, especialmente del teatro. El drama se convierte en el género teatral que fusiona lo sublime con lo grotesco. A pesar de sus esfuerzos, fracasan en esta renovación, siendo Musset el único autor que logra una obra teatral de interés.
La Estética de lo Monstruoso y lo Feo
En Alemania se publica una obra titulada Estética, de Baumgarten, que se considerará un hito en el estudio de la belleza. Se distingue entre una belleza objetiva, independiente del sujeto, y otra subjetiva, que depende de la educación; es decir, cuanto más educado es el sujeto, mayor es su capacidad para apreciarla. Sin embargo, los románticos se rebelan contra esta concepción, mostrando una clara inclinación hacia lo monstruoso y lo feo, como se evidencia en Notre-Dame de París, de Victor Hugo.
Del Teatro a la Novela: El Reflejo de una Sociedad en Transformación
El gran error del Romanticismo fue apostar todo por el teatro y relegar la novela. Chateaubriand, en su obra René, que refleja a la perfección el espíritu romántico, nunca la denomina novela. En ella, enfatiza la soledad y el secretismo del yo romántico, aunque en realidad trata un asunto amoroso que se desarrolla en la naturaleza, pero que permanece silenciado por tratarse de un amor incestuoso entre hermanos. Habrá que esperar algunos años para que la novela refleje el nacimiento de un nuevo tipo de sociedad. Las novelas de Balzac o de Zola no guardan relación con las anteriores, ya que carecen de héroes; el único héroe es el dinero.
La Sociedad como Máquina: Individuos y Masas en la Obra de Zola
Los individuos y las sociedades operan como máquinas. La sociedad moderna, la capitalista emergente, funciona como una máquina de vapor que requiere combustible y, al mismo tiempo, necesita liberar energía para evitar estallar. Los personajes que pueblan las novelas de Zola son individuos cuyo protagonismo se ve contrarrestado por el peso de la masa o por la cantidad de individuos que aparecen y desaparecen en sus vidas. Zola los describe con rasgos animales, y las masas no son inertes, sino que poseen un movimiento extraordinario. Los instrumentos adquieren mayor protagonismo, relegando al individuo a un segundo plano. Los protagonistas de la obra de Zola son lo que podríamos denominar víctimas propiciatorias, es decir, individuos sobre los que recae la culpa de la colectividad.
El Dinero como Protagonista: Balzac y la Moral del 'Homo Economicus'
En las obras de Balzac, a menudo se afirma que el protagonista principal es el dinero, ese dios oculto. La búsqueda de objetivos económicos constituía la única pasión de estos individuos. Es la era del homo economicus y de la moral del dinero. Además, surge la idea del contrato entre individuos. En una sociedad de transacciones, de compra y venta, las relaciones humanas se basan en contratos, en transacciones que liberan de toda obligación. Por lo tanto, las relaciones entre individuos son las relaciones entre el que solicita el préstamo y el que lo concede. En cualquier caso, el nuevo héroe de la sociedad es el que posee dinero, y se considera una virtud devolver el dinero prestado. El dinero, en Balzac y en Zola, permanece oculto, nunca se materializa, nunca se ve. Los individuos se esfuerzan por pagar, por satisfacer a ese dios invisible; están encadenados a algo, pero ignoran a qué.
La Alienación del Individuo en la Modernidad: Baudelaire y el 'Spleen'
En el siglo XIX se impone un sentimiento de alienación, de no pertenencia al mundo. En Baudelaire, este sentimiento se intensifica y se denomina spleen. El aburrimiento se convierte en el pecado, en el mal absoluto, que no proviene de la carne ni de una naturaleza depravada. El hombre busca paraísos artificiales para huir del aburrimiento. A través de la crueldad, el individuo siente que existe. Se produce una disolución del sujeto, del yo lírico, que se diluye en la multitud. Esto se refleja en Le peintre de la vie moderne.
La Desaparición del Sujeto en la Poesía de Rimbaud
En Rimbaud, que va más allá de Baudelaire, la cuestión central es la desaparición del sujeto. La poesía deja de ser una efusión lírica en la que el sujeto es el protagonista. La modernidad que inaugura este autor es la del yo exiliado de sí mismo, un yo que se descubre radicalmente diferente, como lo distinto, como el sujeto desposeído y no como el amo de sí mismo.
Flaubert y la Cosificación del Individuo en un Mundo de Objetos
En todo artista coexisten dos hombres: el que observa y el que vive. Para escribir, es necesario distanciarse de la vida; por lo tanto, el arte está relacionado con una especie de monstruosidad, de marginalidad. En Balzac, los objetos representan a alguien, son como su extensión. En cambio, en Flaubert, este afán descriptivo no es un fin en sí mismo, sino un procedimiento para desintegrar la realidad, de modo que los objetos que observamos cobran vida ante nuestros ojos. En Flaubert, los objetos se humanizan, mientras que los individuos se cosifican. La mirada de Flaubert se detiene en cada objeto que nos rodea, objetos aparentemente sin valor, pero que reflejan intereses de fortuna y refinamiento. Las fronteras entre lo animado y lo inanimado se difuminan. Flaubert se enfoca en lo banal, lo no extraordinario, lo insignificante. En este universo de objetos, el sujeto aparece como un objeto más, y nada en la vida del individuo es relevante.