Evolución del Fresco: De las Catacumbas a Miguel Ángel
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La Evolución del Fresco a Través de las Épocas
El Fresco Paleocristiano y Bizantino: Rapidez y Preparación
En el fresco paleocristiano se observa una reducción en el número de capas y una mayor rapidez en la ejecución. Las líneas de junta surgen de la horizontalidad del andamio dispuesto para facilitar la labor del artista. Los contornos se marcan en rojo, seguidos por la aplicación de colores generales, definiendo sombras y detalles con una marcada primacía del color.
El fresco bizantino comparte postulados similares, pero se distingue por una preparación más elaborada del soporte. Se continúa el uso de andamios para trabajar el fresco por franjas horizontales, con el maestro asistido por ayudantes. Se establecen modelos iconográficos y se emplean grandes franjas de color. El pintor bizantino presta especial atención a las proporciones, empleando un dibujo preparatorio y definiendo luces y sombras.
El Fresco Románico y la Transición Gótica
El fresco románico presenta similitudes con el bizantino, utilizando un dibujo preparatorio en ocre cuyos contornos son posteriormente repasados en negro. Las andamiadas siguen siendo una herramienta esencial.
Sin embargo, el fresco gótico experimenta una notable disminución en Europa, cediendo protagonismo al arte de las vidrieras. Las imponentes arquitecturas góticas carecen de muros adecuados para la pintura mural. Esta tendencia no se replica en Italia, donde la técnica del fresco persiste debido a las características particulares del gótico desarrollado en la península.
El Fresco en Italia: Innovaciones y Maestría
La Revolución de la Sinopia en el Siglo XIII
La historia del fresco en Italia merece un apartado especial debido a sus continuas innovaciones. Desde el siglo XIII, se introduce el uso de la sinopia. Esta técnica consiste en la realización de un dibujo previo o preparatorio sobre el penúltimo enlucido (el arriccio) con un color rojizo, el ocre de Sinope. Dicha sinopia se cubriría posteriormente con el intonaco, el último enlucido, volviéndose invisible. Aunque pueda parecer un paso superfluo, la sinopia era de gran valor para los artistas, sirviendo como guía compositiva y para delimitar las jornadas de trabajo.
Esta práctica requería que el artista poseyera una concepción espacial muy desarrollada. Gracias a la sinopia, se comenzó a prescindir de las andamiadas. La primera obra documentada que utiliza el sistema de sinopias se encuentra en Pistoia, en la obra Crucifixión (siglo XIII). Esta técnica fue adoptada por numerosos pintores, como Giotto en su obra Llanto sobre Cristo muerto, donde el trabajo por jornadas es claramente visible. El precedente de la técnica de la sinopia puede rastrearse en el arte del mosaico.
Innovaciones del Siglo XV: Perspectiva y Nuevas Técnicas
En el siglo XV, la creciente necesidad de representar la perspectiva propició la desaparición de la sinopia en favor del estarcido y el cartón.
- Técnica del Estarcido: Consistía en puntear un papel con la forma del dibujo deseado y aplicarlo sobre la pared. Luego, se espolvoreaba carbón en polvo a través de los agujeros, dejando una impronta en la pared que se repasaba con pincel.
- El Cartón: Surgido a finales del siglo XV, el cartón llevaba carbón en su reverso. Al dibujar sobre él, las figuras se transferían a la pared por calco, delimitando el diseño.
Estos avances permitieron que el fresco se consolidara como una técnica artística de primer orden, elevando la consideración social del artista.
El Siglo XVI y el Legado Contemporáneo
En el siglo XVI, con la figura de Miguel Ángel, el gusto estético en el acabado del fresco experimentó un cambio. Se pasó de una pared completamente lisa a una con cierta rugosidad, como se aprecia en la Capilla Sixtina. Se incorporaron nuevos elementos, como el pastellone (un tono rosado obtenido al mezclar pigmento con betún), técnica muy empleada por Tiépolo, por ejemplo, en los frescos del Palacio Real de Madrid.
Conclusión: El Trecento y la Continuidad del Fresco
A modo de conclusión, el Trecento italiano fue la época cumbre en el desarrollo del buon fresco, técnica que se alineaba perfectamente con las corrientes artísticas del momento. No obstante, la principal limitación de esta técnica radicaba en la inmovilidad de su soporte, lo que favoreció el auge de la pintura sobre temple en madera o lienzo.
A pesar de estas limitaciones, artistas contemporáneos como Diego Rivera continúan utilizando la técnica del fresco, destacando su obra en la Capilla de la Universidad de Chapingo.