Evolución y Declive: El Ideal de Progreso en la Historia
Enviado por Programa Chuletas y clasificado en Filosofía y ética
Escrito el en español con un tamaño de 9,51 KB
El Ideal de Progreso en la Historia
La Ilustración y la Idea de Progreso
El ideal de progreso es una idea central de la Ilustración. El pensamiento ilustrado supone un replanteamiento de la noción de progreso. Los ilustrados tenían una concepción positiva del progreso, aunque hay excepciones: Rousseau creía que la civilización era perjudicial para el ser humano, quien se encontraba mejor en el estado de naturaleza.
Los principios fundamentales de la Ilustración sobre el progreso son:
- La humanidad avanza a lo largo de la historia y seguirá haciéndolo con el uso de la razón frente a la ignorancia, la superstición y los prejuicios.
- El progreso no es siempre regular y constante, pero a largo plazo tiene un saldo positivo, especialmente en el presente. El factor principal es el avance de la educación y el conocimiento. Helvetius consideraba que las diferencias entre los seres humanos se debían a la educación: nacen ignorantes, pero no estúpidos. Solo se vuelven estúpidos por una mala educación.
- El progreso es convergente, apunta a una misma dirección. El modelo de progreso es la sociedad europea con sus instituciones políticas, sociales y económicas. La humanidad es una, pero el hombre salvaje y el civilizado representan estados de desarrollo muy diferentes, con progresos distintos.
Condorcet es el pensador ilustrado con la concepción más optimista de la historia y el progreso. Para él, la idea de progreso es la idea principal. El progreso es ilimitado, sin retrocesos e ininterrumpido. Tanto el progreso científico como el moral no solo no son incompatibles, sino que están en armonía. La meta del progreso es la consecución de la verdad, la felicidad y la igualdad política. La capacidad de perfeccionamiento es ilimitada, y la base del progreso reside en la ciencia y la técnica, centradas en la razón.
Auguste Comte planteó una evolución lineal y necesaria para la historia en tres estados. Después, Lewis H. Morgan (antropólogo) propuso la idea de que la humanidad evolucionaba de manera lineal, pasando por el salvajismo y la barbarie hasta la civilización. En el siglo XX, Leslie A. White, una figura representativa de la antropología, pensaba que el progreso general partía de la evolución de la tecnología, considerando a las sociedades más sencillas mejores que las complejas.
Hoy en día, se replantean las ideas ilustradas del siglo XIX, prolongación de las ideas de la Revolución Industrial y su transformación. En las últimas décadas del siglo XX, se evidenciaron las limitaciones del desarrollo económico y tecnológico, como la Segunda Guerra Mundial, los procesos de independencia de las colonias y el movimiento ecologista. Obras pioneras que cuestionan el proyecto ilustrado son, por ejemplo, "La dialéctica de la Ilustración" (1947) de Max Horkheimer y Theodor Adorno, donde se argumenta que la razón ilustrada se ha convertido en uno de los mitos más poderosos y peligrosos. Hay que ver en qué sentido hay progreso considerando sus principales funciones.
Progreso Tecnológico y Económico
Con el desarrollo de la tecnología, hablamos en un sentido general de progreso. En los últimos 250 años, desde la Revolución Industrial, se ha producido un avance espectacular en transportes, energía, comunicaciones y medicina. Sin embargo, incluso en este terreno, siempre hay dudas. El desarrollo tecnológico tiene inconvenientes manifiestos, como la degradación masiva e irreversible del medio ambiente. El mundo está más contaminado y los recursos naturales escasean. Campos como la bioética plantean interrogantes sobre la manipulación genética y la prolongación de la vida.
Con la economía, ocurre algo semejante. El mundo es más rico que en el pasado, pero las diferencias entre ricos y pobres son mayores que nunca. Los más pobres son aún más pobres: en el último cuarto del siglo XX se ha doblado el número de pobres extremos en la Tierra (menos de 1 dólar al día). Los ricos son más ricos, pero en las sociedades opulentas la gente, a pesar de tener más, está menos satisfecha. Al igual que el desarrollo tecnológico, el desarrollo económico tiene costes medioambientales irreparables. En las sociedades opulentas, el consumo se convierte en sobreconsumo, es decir, consumo superfluo o lo que Thorstein Veblen, economista norteamericano, denomina consumo ostentoso en "Teoría de la clase ociosa" (1899). El consumo funciona para resaltar el estatus, por ejemplo, con un automóvil más caro. Por lo tanto, el criterio de progreso económico no está libre de dudas. En la sociedad de consumo, nunca estamos satisfechos, y la mayoría de la humanidad vive en la pobreza en un mundo más rico que nunca.
Un Caso Concreto de Regresión Social: La Isla de Pascua
No solo hay sociedades que no progresan, sino que sufren una involución o regresión. Grandes imperios han desaparecido sin haber sido incluidos o subsumidos dentro de otros. Por ejemplo, el Imperio Romano, a partir del siglo V, se desintegró en su parte occidental al caer Roma, y la parte oriental, con capital en Constantinopla, se debilitó en un largo proceso de decadencia hasta el siglo XV.
Un caso llamativo es la historia de los pueblos en la Isla de Pascua o Rapa Nui, conocida por sus célebres moais o estatuas de rostros humanos. Rapa Nui se encuentra en el sur del Pacífico, a más de 3000 kilómetros de las costas de Chile y a otros 2000 de la isla habitada más próxima. Fue habitada por primera vez por seres humanos en el siglo V, cuando desembarcó un grupo de navegantes polinesios. Era un lugar muy rico en animales y plantas, y la población creció mucho con el paso del tiempo. Es probable que fueran más de 10.000 habitantes, lo cual es mucho para una isla de 118 kilómetros cuadrados. Alcanzaron un gran desarrollo tecnológico y social, pues fueron capaces de construir 300 estatuas de gran belleza y tamaño, cada una de las cuales pesa 20 toneladas.
Sin embargo, el lugar era pequeño y la población creció demasiado, acabando con la riqueza natural del lugar (principales bosques, especies, etc.). Como consecuencia, la sociedad de Rapa Nui se colapsó y, desde el siglo XVI, se desencadenaron luchas internas entre los pobladores. Los primeros europeos que visitaron la isla lo hicieron en 1722. Se encontraron con gente que vivía del cultivo de parcelas y de lo que extraían del mar. No pasó mucho tiempo antes de que se enteraran de las sangrientas batallas entre clanes rivales que luchaban por el territorio y la destrucción de muchas estatuas. Medio siglo después, pasaron por allí marineros españoles, que se encontraron a los habitantes desnudos y viviendo en cuevas. Cuatro años más tarde, los ingleses contemplaron a unos cuantos millares de indígenas famélicos que practicaban el canibalismo y estaban en pie de guerra. La regresión social y la desculturalización eran tan grandes que nadie sabía el significado de las estatuas, los moais, ni cómo se encontraban allí.
El Proceso de Secularización según Weber
Max Weber observó que la sociedad occidental, y tras ella buena parte del mundo, llevaba siglos experimentando un fenómeno de profundas consecuencias: la secularización. Comienza a finales de la Edad Media y su culminación llega en el siglo XX. Consiste en que las creencias religiosas dejan de presidir la vida pública y, en todo caso, pasan a ser cuestiones íntimas de cada cual. Se trata de algo que no solo tiene importancia para la conciencia religiosa de cada uno, sino también socialmente. El proceso de secularización supone un proceso de creciente racionalización del mundo y, de modo correlativo, una progresiva desmagificación.
Weber sostenía que la racionalización es la fuerza revolucionaria más importante del mundo moderno. Veía el mundo como una "jaula de hierro", sin salida. Los dos sistemas de racionalidad son el capitalismo y la burocracia. El primero se guía por la lógica del beneficio empresarial. Gran conocedor del tema, Weber lo estudió con profundidad y objetividad. Fue crítico con el capitalismo, cuyos protagonistas son "especialistas sin espíritu, gozadores sin corazón". No creía que el comunismo fuera mejor; al igual que Durkheim, pensaba que empeoraba las cosas aumentando el nivel de burocratización.
Las últimas consecuencias del sistema burocrático espantaron a Weber. Sus características son la obediencia al reglamento y la despersonalización. Las ventajas de la organización burocrática, llevadas al límite, tienen consecuencias muy peligrosas por su fuerza, comparables a una "jaula de hierro". El funcionario modélico obedece las órdenes de la autoridad incluso si son absurdas. Por ejemplo, en la Alemania nazi, muchas personas participaron en el exterminio de judíos cumpliendo órdenes. En la Unión Soviética de Stalin ocurrió lo mismo. En la novela "El lector" (1995), Bernhard Schlink trata el caso de una enfermera de un campo de concentración que solo después se dio cuenta de los hechos y se suicidó.
En síntesis, Weber duda de que el proceso del mundo occidental tenga sentido más allá de lo práctico y técnico. En "La ciencia como vocación", afirmó que la ciencia no tiene sentido, pues no tiene respuestas a las preguntas que importan: qué debemos hacer y cómo. Al final, su visión de la existencia es pesimista. Weber no era religioso, pero la secularización conllevaba inconvenientes culturales importantes que le hicieron decir que nos ha tocado vivir en un tiempo que carece de profetas y está de espaldas a Dios.