Evolución de los Conceptos de Inteligencia: De Spearman a la Inteligencia Emocional de Goleman

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Teoría Bifactorial de Spearman

A principios del siglo XX, el psicólogo Charles Spearman descubrió una notable correlación entre los resultados de diferentes pruebas de aptitud realizadas por los mismos sujetos. Observó que quienes obtenían puntuaciones altas en ciertas pruebas tendían a obtenerlas también en otras. Spearman interpretó estos hallazgos suponiendo que la inteligencia estaba compuesta por dos tipos de factores: un factor general (factor G), que se manifiesta en todas las pruebas y es común a todas las habilidades cognitivas, y factores específicos (factores S), cada uno de los cuales se evalúa en una prueba distinta y representa habilidades particulares. De esta forma, se comprende que una persona considerada inteligente en un campo específico probablemente también lo será en otros campos, aunque no necesariamente en el mismo grado.

Teoría Multifactorial de Thurstone

Louis Thurstone, por su parte, realizó sus propias mediciones de la inteligencia utilizando pruebas distintas a las de Spearman y con un grupo de sujetos esencialmente diferente. La principal diferencia con Spearman radica en que Thurstone no reconoció un factor de inteligencia general (factor G) o, al menos, redujo considerablemente su importancia. En su lugar, distinguió ocho factores primarios, considerados distintos e independientes entre sí:

  • Comprensión verbal
  • Fluidez verbal
  • Rapidez perceptiva
  • Capacidad espacial (visualización)
  • Aptitud numérica
  • Memoria
  • Razonamiento deductivo
  • Razonamiento inductivo

Últimas Teorías sobre la Inteligencia y el Auge de la Inteligencia Emocional

Precursores y Visiones Multidimensionales de la Inteligencia

El psicólogo estadounidense Edward Thorndike fue uno de los primeros en criticar los tests de inteligencia como el de Stanford-Binet, argumentando que estaban dirigidos fundamentalmente a la medición de la inteligencia académica. Thorndike distinguió tres tipos de inteligencia: una inteligencia abstracta (verbal), una inteligencia mecánica (relacionada con objetos) y una inteligencia social, crucial para comprender a las personas y tener éxito en las relaciones humanas.

Posteriormente, otros autores como Robert Sternberg y Howard Gardner continuaron esta línea, señalando la existencia de formas de inteligencia cualitativamente diferentes. Sternberg, con su Teoría Triárquica de la Inteligencia, distingue entre una inteligencia analítica (habilidad para resolver problemas académicos), una inteligencia creativa (capacidad para enfrentar situaciones novedosas y generar soluciones originales) y una inteligencia contextual o práctica (habilidad para adaptarse al entorno y resolver problemas cotidianos). Por su parte, Gardner, con su Teoría de las Inteligencias Múltiples, estableció inicialmente siete inteligencias distintas (posteriormente amplió su modelo), que todas las personas poseen en diferente grado y que son relativamente autónomas entre sí: lingüístico-verbal, lógico-matemática, espacial, musical, corporal-cinestésica, naturalista, y personal. Esta última se divide a su vez en inteligencia intrapersonal (conocimiento de uno mismo) e inteligencia interpersonal (habilidad para entender a los demás).

Daniel Goleman y la Inteligencia Emocional

Fue Daniel Goleman quien, en 1995, lanzó al mundo con indudable éxito el concepto de inteligencia emocional, a través de su influyente libro que se convirtió en un best-seller mundial. Goleman popularizó la idea de que las habilidades emocionales son tan importantes, o incluso más, que las capacidades cognitivas tradicionales para el éxito en la vida.

Goleman propone un modelo de inteligencia emocional que incluye cinco competencias básicas:

  • Conocimiento de las propias emociones (autoconciencia emocional).
  • Control de las propias emociones (autorregulación).
  • Capacidad de automotivarse.
  • Reconocimiento de las emociones ajenas (empatía).
  • Control de las relaciones con los demás (habilidades sociales).

Aunque Goleman admite que todavía no existen instrumentos de medida definitivos y universalmente aceptados para la inteligencia emocional, propone la idea de un cociente emocional (CE) como un complemento fundamental al ya clásico cociente intelectual (CI).

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