Evolución del Concepto de Patrimonio Histórico: Desde la Antigüedad hasta la Actualidad

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Durante el período helenístico, los reyes de la dinastía Atálida de Pérgamo fueron los primeros que se plantearon el almacenamiento de sus tesoros de modo diferente. Concibieron la acumulación de objetos en virtud de su valor artístico intrínseco; se trataba de colecciones seleccionadas y ordenadas desde una perspectiva estética. Atalo I llegó a emprender una de las primeras campañas arqueológicas que se conocen, en Egina, en el año 210 a.C. En esta época (helenística), se planteó la posibilidad de utilizar algunos edificios para exponer públicamente determinados objetos.

Los restos de la civilización griega también atrajeron la atención de los romanos, que acumularon una gran cantidad de obras de arte procedentes de los territorios conquistados. El arte salió de las oscuras cámaras de los tesoros para acercarse al pueblo llano. El patrimonio adquirió así una significación pedagógica, se convirtió en modelo referencial del buen gusto al que todas las manifestaciones culturales debían imitar.

Edad Media

A lo largo de la Edad Media, el mundo grecorromano continuó siendo el modelo de referencia cultural. En Roma, la Iglesia se convirtió en uno de los mayores coleccionistas de objetos antiguos, y en muchos edificios oficiales se utilizaron lápidas, columnas y estatuas romanas. La moda se extendió también a las clases privilegiadas y empezaron a hacerse frecuentes entre ellas las Cámaras de las Maravillas, que almacenaban rarezas y cosas preciosas en las zonas más inaccesibles de los castillos y palacios.

Renacimiento

Ningún monarca renunció a la idea de formar una vasta colección de pintura para hacerse valer ante el mundo como hombre culto y protector de las artes. Pero lo más significativo fue el cambio de mentalidad en el Renacimiento: los monumentos del pasado empezaron a ser apreciados como testimonios de la Historia. Desde el punto de vista estético, los vestigios grecorromanos siguieron contemplándose como las expresiones más excelsas. Esta limitación del concepto de Patrimonio se mantuvo en toda Europa hasta la llegada de la Edad Contemporánea, en la que por fin se amplió el abanico espacio-temporal para la valoración de los bienes culturales.

Edad Moderna

En la Edad Moderna, Carlos I de España dictó sucesivas normas para proteger los monumentos precolombinos, y posteriormente lo hicieron los anticuarios franceses. En el Siglo de las Luces culminó un proceso de secularización y universalización que facilitó la mirada crítica hacia el pasado histórico artístico, cuyos testimonios comenzaron a ser protegidos por leyes más específicas que favorecieron una creciente valoración del patrimonio histórico. Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, los museos dejaron de ser simples almacenes de obras de arte y antigüedades para mostrarse como verdaderos templos de cultura. Los descubrimientos arqueológicos de Pompeya y la Grecia Clásica tuvieron como resultado la aparición de miles de objetos antiguos procedentes de civilizaciones desaparecidas.

La Revolución Francesa trajo consigo una nueva valoración del Patrimonio Histórico como conjunto de bienes culturales de carácter público, cuya conservación había que institucionalizar jurídicamente en beneficio del interés nacional. A partir de entonces, los bienes culturales se consideraron elementos significativos.

Romanticismo

El Romanticismo logró por fin establecer una vinculación emocional entre las personas y su pasado histórico artístico como base del espíritu nacional de los pueblos. Los monumentos artísticos se consideran manifestaciones que sirven para plasmar esa cultura común; cada civilización se identifica con sus monumentos más representativos. Por tanto, ya en la segunda mitad del siglo XIX, el patrimonio cultural se considera como un testimonio de una época, como objeto de estudio, con la finalidad de comprender las sociedades del pasado. Pero será a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando el concepto de patrimonio histórico supere la idea de monumento del pasado como obra de arte del genio humano y se perciba como el conjunto de bienes y manifestaciones que son producto de la actividad humana y que constituyen un testigo.

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