Evolución Arquitectónica: Desde las Construcciones Primitivas hasta los Órdenes Clásicos
Enviado por Juan y clasificado en Arte y Humanidades
Escrito el en español con un tamaño de 3,46 KB
Capítulo I: De la Vida Primitiva y el Origen de la Edificación
Los hombres primitivos nacían como las fieras, en selvas, bosques y cuevas. La naturaleza les reveló el fuego. Al principio huyeron, pero luego se fueron aproximando y comprendieron su utilidad y los beneficios que de él se obtenían. Comenzaron a reunirse y, como consecuencia, a comunicarse, dando origen al idioma. Al surgir estas asambleas y la vida en común, se establecieron en un mismo lugar. La capacidad de andar erguidos les permitía contemplar. Además, poseían la habilidad de manipular con las manos. Así, fueron creando techos con barro y ramas para guarecerse. Intercambiaban ideas y mejoraban sus chozas, su ingenio y sus gustos.
En el país de los Colcos, comenzaron a construir con troncos de árboles: primero, suelos; luego, paredes; y después, el techo. Los Frigios, al no disponer de bosques, buscaban altozanos que excavaban interiormente, cubriéndolos con conos de cañas y paja. En Atenas, existen ejemplos de cubiertas de barro. Estos ejemplos ilustran el modo primitivo de edificar. Dado que los hombres también están dotados de inteligencia, se pasó de la mera construcción al conocimiento y la práctica del resto de las artes, transitando de una vida inculta a una pacífica y estable. Comenzaron a levantar casas con cimientos, paredes de adobe o piedra, y techos de madera o tejas. Posteriormente, alcanzaron el conocimiento de las proporciones y la medida. Con el auxilio de las artes, adquirieron las comodidades y la sofisticación de la vida humana. En este libro se exponen qué elementos son de uso apropiado para la construcción y qué ventajas pueden ofrecer. No se enseña el origen de la arquitectura, sino los principios de las construcciones, cómo han ido mejorando y cómo han llegado a su actual perfección.
Libro IV, Capítulo I: Los Órdenes Clásicos de Columnas
Orden Dórico
Doro, rey de toda Acaya y el Peloponeso, hizo construir un templo a Juno en la ciudad de Argos, con columnas de un estilo que posteriormente se denominaría dórico. En el resto de ciudades de Acaya se edificaron columnas con ese estilo, sin que se hubiesen dictado reglas sobre sus proporciones. El Consejo Común de Grecia envió a Asia trece colonias, que formaron la región de Jonia. Allí construyeron un templo a Apolo con columnas dóricas. Definieron sus proporciones basándose en la relación entre la huella del pie de un hombre y su altura. Las columnas dóricas imitan la simplicidad desnuda y la sobriedad del cuerpo masculino.
Orden Jónico
Posteriormente, construyeron un templo en honor a Diana, esta vez imitando la delicadeza, el ornato y las proporciones de la mujer. La hicieron más esbelta e incluyeron una basa (calzado), volutas (cabello), estrías en el fuste, etc. Arquitectos posteriores denominaron a este orden Jónico.
Orden Corintio
El tercer orden representa la delicadeza de una doncella. Las proporciones son semejantes a las jónicas, pero más esbeltas. Los otros elementos que se sitúan sobre las columnas se tomaron del dórico y el jónico, ya que el corintio no poseía cornisa propia ni demás accesorios. La invención del capitel se atribuye a que unas hojas de acanto comenzaron a crecer sobre un canastillo junto a la tumba de una doncella. El escultor Calímaco lo observó y lo reprodujo en las columnas que posteriormente realizó para los de Corinto, estableciendo las proporciones de acuerdo con este modelo.