Evolución y Actualidad del Espacio Agrario en España: Explotaciones, Técnicas y Política Agraria Común
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Evolución y Actualidad del Espacio Agrario en España
El espacio agrario tradicionalmente se definía como aquel donde se desenvolvían las actividades agrícolas, ganaderas y forestales. No obstante, desde la década de 1970, se han introducido otras actividades (residenciales, industriales, de servicios, recreativas y paisajístico-conservacionistas) y el espacio rural se ha vuelto más heterogéneo y complejo.
a) Las Explotaciones Agrarias
Una explotación agraria es una unidad económica que agrupa todas las parcelas trabajadas por un mismo agricultor o ganadero, junto a las instalaciones complementarias. En España se contabilizan hoy un millón de explotaciones agrarias, cifra muy inferior a décadas anteriores debido al abandono de tierras por jubilación, emigración o cambio de actividad, y también como resultado de un proceso de concentración de parte de esas tierras, lo que ha permitido el aumento de su tamaño medio. En 2013 era de 31 ha.
Existen fuertes contrastes, una dualidad cada vez mayor entre unas explotaciones familiares muy pequeñas y poco rentables, en progresivo abandono o trabajadas solo a tiempo parcial con una baja productividad, y unas empresas agrarias, de particulares, sociedades o cooperativas, que tienen mayor dimensión, se están modernizando y son rentables.
También existen importantes diferencias regionales en cuanto al tamaño medio de las explotaciones agrarias. Domina la pequeña explotación (menos de 10 ha.), el 67% de las explotaciones, pero tan solo representa un 8,5% de la superficie agraria útil. La localizamos en el noroeste y norte peninsular, las regiones húmedas de especialización ganadera, junto a los regadíos del litoral mediterráneo de Levante a Andalucía oriental. Así pues, oscila desde el minifundio tradicional de baja productividad hasta el mundo de la huerta intensiva y muy productiva. Desde los años 50 fue objeto de un proceso de concentración parcelaria, intentando reunir el parcelario disperso de la explotación en un terreno de tamaño que permita rentabilizar las inversiones. En 1985 pasa a ser competencia de las comunidades autónomas.
La gran explotación (más de 100 ha.) afecta al 5% de las explotaciones, pero ocupa al 55% de la superficie agraria. Predomina en el interior y en el sur peninsular y son latifundios dedicados a los cultivos extensivos y de secano o dehesas.
El resto de las explotaciones son de tipo medio y las localizamos en Cataluña, Aragón, Navarra y La Rioja.
El régimen de tenencia dominante es el directo (el 73%), donde el propietario y el cultivador son la misma persona. En las tres últimas décadas ha aumentado la explotación indirecta con contrato de arrendamiento (18%) frente al de aparcería (9%) que tiende a desaparecer.
Un medio para conseguir explotaciones agrarias rentables de dimensión suficiente ha sido la creación de cooperativas (alrededor de 4.000 y 45% de la producción). Predominan las dedicadas a transformar los productos y a su comercialización.
b) Técnicas y Sistemas Agrarios
Las técnicas y los sistemas agrarios han experimentado cambios desde la década de 1960. Las transformaciones técnicas han consistido en la incorporación de avances como la mecanización, la selección de semillas y razas ganaderas, o el uso de fertilizantes químicos y productos fitosanitarios.
Estos cambios provocaron transformaciones en los sistemas agrarios que supusieron una creciente intensificación de la producción y un paralelo aumento de los rendimientos. La agricultura española actual ha conocido un intenso proceso de modernización, lo que ha permitido elevar su eficiencia. Las transformaciones más importantes son:
- Una creciente especialización del territorio en los cultivos para los que tienen mejores condiciones competitivas, abandonando el resto.
- Mayor inversión de capital para incorporar maquinaria (tractores, cosechadoras, motores para riego, etc.), productos químicos (fertilizantes, herbicidas, plaguicidas, etc.) o semillas seleccionadas y transgénicas. Este tipo de inversiones reduce la necesidad de trabajadores y aumenta los rendimientos, aunque también puede tener consecuencias negativas (contaminación, riesgos para la salud).
- Fuerte incremento de la superficie en regadío, que permite aumentar la producción pero también provoca la sobreexplotación de ciertos acuíferos y crecientes conflictos por el agua.
- Incorporación de nuevas técnicas de cultivo, como el enarenado o el cultivo bajo plástico. En el enarenado se alternan capas de arena y estiércol, permitiendo cultivar tierras muy poco fértiles; sobre todo, en el sureste peninsular. El cultivo bajo plástico se asocia al uso de técnicas avanzadas como el cultivo hidropónico, sin suelo, el riego por goteo, o la creación de microclimas controlados a distancia con medios informáticos.
Así pues, las explotaciones agrícolas modernas actuales se dividen en dos tipos: las que orientan su producción al mercado y quieren rendimientos por hectárea elevados, por lo que tienden a la especialización, a la tecnificación y a la intensificación de los cultivos; y luego están aquellas explotaciones que, orientando igualmente la producción hacia el mercado, usan técnicas de cultivo más respetuosas con el medio ambiente, que extensifican para no usar productos químicos y no agotar la tierra, que vuelven al policultivo con la intención de que unos cultivos ejerzan una protección sobre los otros y evitar el uso de plaguicidas con el objetivo final de conseguir una producción de calidad.
c) Política Agraria Común (PAC)
Las áreas rurales españolas con una importante presencia de actividades agrarias se enfrentan desde hace décadas a importantes problemas: escasa competitividad de una parte de los productos (que solo pueden ser rentables mediante subvenciones), progresivo despoblamiento y envejecimiento de las áreas rurales, reducción de los empleos agrarios, ingresos medios inferiores y crecientes impactos ambientales.
Ante esta situación, todos los países desarrollados mantienen una política agraria que trata de asegurar la viabilidad del sector, y así mantener la presencia en el campo de un cierto número de agricultores y ganaderos; procurando, de este modo, elevar sus rentas tanto por razones económicas como sociales y ambientales. Desde la entrada de España en la CEE (más tarde denominada UE) en el año 1986, la política agraria española ha estado condicionada por la PAC (Política Agraria Común). Cuando España entra, los países miembros venían de aplicar políticas que fomentaban la producción y la modernización agraria, buscando abastecer los mercados, incrementar las rentas agrarias y mantener los precios estables. Los excesos de producción eran desviados a la exportación, almacenados o destruidos. Los agricultores en todos los casos eran compensados, también en el caso de una reducción del precio de mercado. Esto generó que una parte considerable del presupuesto comunitario fuera absorbido por el sector agrario, lo que obligó a modificar el sistema. Además, la aparición de la OMC obligó a liberalizar el sector. En ese momento de cambio entra España.
A partir de aquí es cuando entra el sistema de cuotas para los productos excedentarios con la intención de evitar la caída de los precios y reorientar la producción agraria hacia otros productos. Este sistema perjudicó a los ganaderos de leche del norte y noroeste, al sector cerealístico y al vitivinícola. Todo esto obligó a una potente reestructuración que se tradujo en jubilaciones, abandono de explotaciones poco rentables y a la extensificación de los cultivos. Con todo, la entrada en la UE permitió una notable mejora de las rentas agrarias y una necesaria modernización de las explotaciones.