La Evaluación Educativa: Entre la Selección Social y la Diversidad Cultural
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La evaluación es una forma de control y selección. Control social de lo que las alumnas y alumnos han aprendido, tanto de lo que oficialmente forma parte del currículo explícito como del menos confesable currículo oculto. Todo sistema social requiere una selección de capacidades de personas que van a tener a su cargo la salud y seguridad de otras personas. En este sentido, la evaluación y su función selectiva es indispensable para el funcionamiento de la sociedad y para el bienestar que queremos todas las personas.
La necesidad de evaluar a quien tiene las capacidades que requiere operar evaluaciones destinadas a determinar quién triunfa y quién fracasa en el sistema educativo y en el mundo laboral. Además, podemos ver que las hijas e hijos de familias académicas (que tienen algún familiar con título universitario) tienden a tener mucho más éxito escolar que quienes pertenecen a familias de bajos niveles de estudios e ingresos y más si son de culturas no dominantes.
De esta forma, se nos convierte a las y los profesionales de la educación en cómplices de una selección educativa y social, al servicio de unos procesos de inclusión y exclusión social que son generados por políticas que sólo controlamos muy parcialmente. Al mismo tiempo, se nos tranquiliza haciéndonos creer que realmente esa evaluación es objetiva y neutral, colaborando así en el etiquetaje y en las bajas expectativas de las hijas e hijos de familias más desfavorecidas económica y culturalmente. La evaluación es un proceso de selección social que, dependiendo de la perspectiva dominante, se ha encubierto bajo una igualdad etnocéntrica o bajo una diversidad relativista.
Hasta los años noventa, la igualdad de oportunidades se ha vinculado a la necesidad de que existiera el fracaso escolar. De esta concepción homogeneizadora se pasa a una concepción basada en la diversidad de forma que los proyectos educativos se desarrollan de modo que permitan ajustarse a cada grupo cultural presente en el aula o en el centro. Esto conlleva la adaptación de los currículos y de los contenidos en función del tipo de alumnado.
El modo en que organizamos la información de la que disponemos y el modo en que transmitimos esta información está fuertemente influido por nuestras características culturales. De este modo, aquellas personas que no comparten las características culturales de los grupos socialmente dominantes son las que tienen más dificultades para ver reconocidos sus saberes y tienen un riesgo mayor de quedar excluidas.
Para superar esto, se plantea la necesidad de partir de las habilidades de las que ya disponen las personas y no de sus déficits e integrar el proceso dialógico como principio definidor de las metodologías de evaluación y acreditación. A través de la evaluación en forma de pruebas objetivas, pues, no solamente se está comprobando qué conocimientos ha adquirido el alumnado y cómo lo ha hecho, sino que se ejerce el poder del profesorado de decir, a través del suspenso o del aprobado, quién sirve y quién no sirve. Es imprescindible distinguir una cosa de la otra.
La función de selección también la vemos reflejada en la selección de unos saberes frente a otros. Dos cuestiones se presentan pues de gran importancia en relación a la selección de los saberes escolares son: qué saberes se seleccionan y por qué, y quién realiza esta selección. Ambas cuestiones se complementan. La mayoría de los saberes y prácticas escolares han reproducido o formado parte de la cultura hegemónica, han priorizado los intereses y conocimientos de los grupos privilegiados y han prescindido de importantes saberes y prácticas culturales propias de las clases populares.
Las Relaciones Sociales en el Aula
Las relaciones sociales que se dan dentro del centro educativo y, en concreto dentro del aula, tienen una incidencia directa en el éxito o el fracaso escolar. Según Habermas (1987) las relaciones sociales se pueden establecer a partir de pretensiones de poder y/o pretensiones de validez. Las primeras parten de la posición que ocupan quienes establecen las relaciones, las segundas parten de los argumentos que dan independientemente de su posición de poder. Las primeras alimentan argumentos de fuerza y las segundas alimentan la fuerza de los argumentos. En el aula encontramos los dos tipos de pretensiones, en las relaciones entre profesorado y alumnado y en las relaciones entre el propio alumnado.
- Basadas en pretensión de poder: La palabra del profesor está por encima de la del alumno, pues es el profesor quien tiene el poder de suspender o aprobar al estudiante.
- Basadas en pretensión de validez: El profesor tiene en cuenta las opiniones de los estudiantes y reconoce cuando tienen razón y cuando cometen un error.
A nivel mundial, las escuelas que han pasado no sólo a defender sino a fomentar y generar en sus prácticas educativas las relaciones basadas en pretensiones de validez están consiguiendo no sólo un ambiente de trabajo motivador y solidario, sino también superar el fracaso escolar y conseguir mejores resultados académicos de su alumnado. Sin embargo, las relaciones sociales que se establecen en la mayoría de las aulas, y que el alumnado ve entre el profesorado, están basadas en pretensiones de poder.