Europa en Transición: Del Antiguo Régimen al Tratado de Westfalia
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El Antiguo Régimen en Europa
El Antiguo Régimen fue el sistema económico, político y social establecido en Europa desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII, época en la que España desempeñó un papel fundamental en la historia europea.
Características del Antiguo Régimen
Desde el punto de vista político, se produce el nacimiento de la monarquía autoritaria y su evolución hacia el absolutismo, donde los reyes eran la mayor autoridad y concentraban todos los poderes. En la mayoría de los países, las cortes o parlamentos perdieron sus funciones.
Desde el punto de vista social, el Antiguo Régimen se basaba en la desigualdad refrendada por la ley. La nobleza y el clero formaban el grupo de los privilegiados, caracterizados por poseer la mayoría de las tierras, no tener obligación de trabajar y no pagar impuestos.
Los no privilegiados eran un grupo muy heterogéneo y formaban el 90% de la población. Estaban obligados a trabajar, no podían poseer las tierras que trabajaban, estaban sometidos a la jurisdicción de los señores y debían pagar numerosos impuestos. La condición de privilegiado o no privilegiado venía impuesta por nacimiento y no podía modificarse.
La economía estaba basada en la agricultura de tipo señorial, que era la principal fuente de riqueza, y la industria de tipo artesanal, organizada principalmente en forma de gremios (aunque aparece el sistema de manufacturas a partir del siglo XVII).
El fin del Antiguo Régimen llegaría con la erupción del pensamiento liberal, que mediante una serie de revoluciones conseguiría terminar con este tipo de sociedad y crear una nueva basada en principios de libertad e igualdad.
La Paz de Westfalia y el Nuevo Orden Europeo
La Paz de Westfalia puso fin a la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) y con ella a las guerras de religión que habían asolado Europa desde 1517.
Durante los reinados de Carlos I y Felipe II quedó formalmente asentada la hegemonía de España en Europa y en el Mediterráneo. El reinado de Felipe III transcurre en calma, pero en el de Felipe IV el declive en Europa fue un hecho. En el interior, hubo que hacer frente a las rebeliones de Cataluña y Portugal. En el exterior, a la Guerra de los Treinta Años, que involucró a buena parte de Europa y tuvo unas consecuencias nefastas para España.
Los motivos del conflicto fueron de índole religiosa (catolicismo frente al protestantismo), pero también política (el enfrentamiento entre la monarquía francesa y sus aliados contra el poder de la casa de Austria). Francia, a pesar de ser católica, contó con el apoyo de las potencias protestantes como Alemania, Holanda, Dinamarca y Suecia.
Westfalia significó la derrota de los Austrias y su idea de Europa como un Estado cristiano, la desintegración política del Imperio Germano, la consagración del principio de libertad europeo y la ruptura del equilibrio europeo. España, excluida de los acuerdos de esta paz, tuvo que firmar con Holanda la Paz de Münster en 1648, por la que se reconocía lo que ya era un hecho desde hacía años: la independencia de dichas tierras.
España continuó con la guerra contra Francia hasta la Paz de los Pirineos (1659), que acabaría con la entrega a Francia de Rosellón, Cerdaña y varias plazas de los Países Bajos, y la aceptación de la superioridad francesa. Se consagra un nuevo orden en Europa en el que Francia adquiere una clara preponderancia.