Europa Dividida: Del Caos Post-Segunda Guerra Mundial a la Guerra Fría

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EUROPA DESPUÉS DE LA II GUERRA MUNDIAL. UN MUNDO BIPOLAR

17.1. Contexto Económico al Finalizar la II Guerra Mundial

Al finalizar la II Guerra Mundial, Europa presentaba un auténtico caos y crisis pre-revolucionaria en varios países. Mientras que los EEUU no sufrieron las consecuencias de la guerra en su economía, el viejo continente y, sobre todo, la URSS (con 27 millones de muertos, la pérdida del 25% de su capacidad productiva y la destrucción sistemática de carreteras, vías férreas, viviendas, fábricas) pagaron de forma terrible las consecuencias del conflicto. El hambre, las enfermedades y migraciones masivas se generalizaron desde otoño de 1945, llegando a ser terribles en el frío invierno de 1946-47, en el que docenas de millones de personas tuvieron insoportables problemas cotidianos porque alrededor de 16 millones de viviendas habían sido destruidas o no estaban en condiciones de habitabilidad. En 1945, la producción europea de cereales era 40% menor que la de 1940, y menos aún en los países del Este de Europa. El peligro real de hambruna aún estaba latente en 1949 porque la cosecha mundial de alimentos de 1947-48 había descendido en un 7%. En este contexto de crisis generalizada, no era difícil predecir la posibilidad de un estallido revolucionario en determinados países (Grecia, Italia), donde los sectores de izquierda, sobre todo los representados por los partidos comunistas, tenían mucha fuerza y apoyo popular por haber sido ellos los que con más fuerza y sacrificio se habían enfrentado al fascismo.

17.2. Contexto Socio-Político al Finalizar la II Guerra Mundial

En la mayoría de los países ocupados por el nazi-fascismo, las clases económicas dominantes y la gran burguesía habían quedado muy desacreditadas entre los sectores populares por su colaboracionismo activo con el ocupante nazi. Su deslegitimación social afectaba también a amplios sectores de la mediana burguesía que se mantuvo en una falsa "neutralidad" que le permitió cumplir amigablemente con las exigencias productivas del ocupante a base de sobreexplotar a sus trabajadores, empleando como justificación el miedo a la represión. Por el contrario, fueron los pueblos trabajadores de los países ocupados los que cargaron sobre sus vidas los costos durísimos de la resistencia y de la liberación. Los observadores norteamericanos y británicos, y los muy contados resistentes burgueses en la Europa ocupada, eran muy conscientes tanto de su desprestigio como del prestigio de los sectores populares, y en especial del hecho de que las armas y la capacidad organizativa, mejorada durante la resistencia, estaban del lado de las clases trabajadoras. Muchas fábricas estaban en manos de los obreros porque sus propietarios, colaboracionistas con las fuerzas ocupantes alemanas o italianas, no se atrevían a presentarse en ellas. Los informes aliados mostraban una gran inquietud por la posibilidad de estallidos revolucionarios que instaurasen regímenes como el de la URSS o próximos a los postulados y principios socialistas (hay que recordar que la victoria aliada fue debida en primera y fundamental causa al Ejército Rojo de la URSS, que destruyó el 80% del ejército nazi y destrozó sus mejores unidades). Además, comenzaban a surgir tensiones internas en los ejércitos norteamericano y británico porque cada vez más tropas exigían la inmediata vuelta a sus casas. El alto mando aliado estaba dividido entre una minoría que no descartaba atacar a la URSS, una mayoría que no quería, y otra minoría más lúcida que avisaba del debilitamiento de la disciplina y cohesión interna de sus ejércitos si se abría una nueva guerra contra la Unión Soviética, que de aliado para derrotar al fascismo se convirtió en el enemigo potencial.

17.3. Las Orígenes de la Guerra Fría

La Gran Alianza que derrotó al Eje en una guerra de casi seis años se rompió en el corto plazo de unos meses. El desencuentro entre la URSS socialista y los aliados occidentales capitalistas afloró ya en las últimas fases de la guerra. El fin del conflicto abrió el proceso hacia la ruptura definitiva. El año 1946 fue escenario de una creciente desconfianza entre los vencedores. Por una parte, el fin de la guerra mundial desencadenó en Grecia y China dos guerras internas donde se enfrentaban los partidarios de implantar sistemas socialistas dirigidos por el partido comunista y los partidarios de mantener sistemas capitalistas pro estadounidenses. Por otro lado, la creciente tensión entre soviéticos y norteamericanos se reflejaba en las comunicaciones diplomáticas: ambas potencias se acusaban mutuamente de pretender dominar el mundo. Churchill, que perdió las elecciones británicas en 1945, denunció en un sonado discurso en Fulton, EEUU, que un "telón de acero" estaba separando a Europa bajo control soviético del resto del continente. Mientras, la tensión entre las autoridades de ocupación occidentales (Francia, EEUU, Gran Bretaña y Francia) y soviéticas en Alemania era cada día más palpable, sobre todo por el incumplimiento del tratado de Potsdam por parte de los aliados.

La más que evidente tendencia en algunos países que soportaban una situación de enorme penuria económica y crisis social hacia opciones políticas representadas por los partidos comunistas, cuyo prestigio no hacía más que aumentar luego de su decidida lucha contra el fascismo durante la guerra, desencadenó reacciones norteamericanas tanto en el plano político como económico.

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