Eurípides, Medea y la Cosmogonía Griega: Un Viaje por la Antigüedad Clásica
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Eurípides: Vida, Obra y Legado en la Grecia Clásica
Eurípides nació en Fliá, aldea del Ática central, de donde pronto, por la Segunda Guerra Médica, decisiva para los griegos y el mundo occidental, tuvieron que emigrar a Atenas cuando aún era niño. Otras fuentes indican que su lugar de nacimiento fue la isla de Salamina.
Se sabe que fue alumno de destacados pensadores como Anaxágoras de Clazomene, Protágoras, Arquelao, Pródico y Diógenes de Apolonia. En el año 466 a. C. cumplió dos años de servicio militar. Odiaba la política y era un amante del estudio, para lo que poseía su propia biblioteca privada, una de las más completas de toda Grecia. Durante un tiempo estuvo interesado por la pintura, coincidiendo con el apogeo del pintor Polignoto en Atenas. Tuvo dos esposas, llamadas Melito y Quérile (o Quérine). Fue amigo de Sócrates, el cual, según la tradición, solo asistía al teatro cuando se representaban obras de Eurípides. En el 408 a. C., decepcionado por los acontecimientos de su patria, implicada en la interminable Guerra del Peloponeso, Eurípides se retiró a la corte de Arquelao I de Macedonia, en Pela, donde murió dos años después.
La Tragedia de Medea: Un Retrato de la Mujer Extranjera
La Figura de Medea y su Destino
Desde el comienzo de la obra, Eurípides expone a Medea como una mujer extranjera y bárbara, que abandona su pueblo por amor a Jasón, llegando a matar por él. Debido a esto, Medea ha adquirido mala fama por sus acciones pasadas, las cuales vuelven a su presente para repercutir en su futuro destino después de que su esposo se case con la princesa Creúsa, hija del rey de Corinto.
Este hecho genera un impacto profundo en el personaje, pues toda la vida que había estado construyendo arduamente se desmorona. Medea había trabajado duro para construir una personalidad como buena esposa y madre y para cumplir con las normas de la típica esposa griega, renunciando en el proceso a una gran parte de sí misma.
Cosmogonía Griega: Orígenes del Universo y los Dioses
El Caos Primordial y los Primeros Seres
En primer lugar, existió el Caos, es decir, la nada y la ausencia de orden, del cual surgieron Gea (personificación de la tierra), el Tártaro (el infierno), Eros (el deseo sexual), Érebo (la oscuridad) y Nyx (la representación de la noche). De la unión de Érebo y Nyx nacieron Éter (la luz) y Hemera (la personificación del día).
A su vez, Gea engendró a alguien igual a ella: Urano (el cielo), quien la cubriría en su totalidad; así como también dio a luz a las Montañas, a las Ninfas y a Ponto (el mar).
- Es importante destacar que la mayoría de estos primeros dioses nacieron por partenogénesis, es decir, sin intervención de un miembro del sexo opuesto.
El Nacimiento de los Titanes y Otras Criaturas
De Gea y Urano nacieron los llamados Titanes, seis varones y seis mujeres: Océano, Crío, Hiperión, Jápeto, Ceo, Cronos (titanes masculinos), Tetis, Tea, Temis, Mnemósine, Febe y Rea (titánides femeninas), siendo Cronos quien sentía el mayor odio hacia su padre.
A estos les siguieron los Cíclopes: Brontes, Estéropes y el violento Arges, criaturas gigantes con una fuerza descomunal que solo poseían un ojo en su frente. También Gea dio a luz a los gigantes Hecatónquiros: Coto, Briareo y Giges, seres violentos y poderosos con cien brazos y cincuenta cabezas.
Significado y Función de las Teogonías Griegas
Las teogonías y las cosmogonías griegas comprenden, como las cosmologías que les han sucedido, relatos de génesis que explican la aparición progresiva de un mundo ordenado. Pero son, también y ante todo, otra cosa: mitos de soberanía. Exaltan el poder de un dios que reina sobre todo el universo; hablan de su nacimiento, sus luchas, su triunfo.
En todos los dominios —natural, social y ritual—, el orden es el producto de esa victoria del dios soberano. Si el mundo ya no está librado a la inestabilidad y a la confusión, es porque al término de los combates que el dios ha tenido que sostener contra rivales y monstruos, su supremacía aparece definitivamente asegurada, sin que nada pueda en adelante ponerla en cuestión.