Eudemonismo Aristotélico: La Búsqueda de la Felicidad y la Virtud

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III. La Ética y la Política

III.1. El Eudemonismo

La eudaimonía es la felicidad. Para Aristóteles, todos los seres humanos aspiramos a ser felices, aunque no todos coincidimos en los contenidos de esta felicidad.

El eudemonismo es la doctrina filosófica que se centra en la ética de la felicidad. La felicidad es considerada el bien absoluto y el fin último; no puede ser trascendida, pues vale en sí misma y es intrínseca. La respuesta a la pregunta “¿Para qué quiero ser feliz?” tiende a ser, por su propia naturaleza, una respuesta circular.

Aspectos Clave de la Ética Aristotélica

  • Todos los seres humanos tienden por naturaleza a la felicidad.
  • La felicidad del ser humano es su bien propio, es decir, el ejercicio óptimo (areté) de la razón.
  • La vida feliz debe acompañarse de las virtudes:
    • Éticas o prácticas (virtud real, perfección del carácter): Son un hábito selectivo que consiste en determinar el justo medio entre dos extremos (defecto y exceso), relativo a nosotros por medio de la prudencia.
    • Dianoéticas o intelectuales (virtud intelectual, perfección de la razón): Se adquieren por medio del Estado y la enseñanza. Hay cinco: prudencia (phrónesis), intelección (nous), ciencia (episteme), técnica (techné) y a la síntesis de intelección y ciencia se le denomina sabiduría (sophía).

La vida feliz es una vida de acuerdo con la razón, la vida contemplativa, dedicada al estudio y cultivo de los conocimientos más elevados. Sin embargo, debe estar acompañada por bienes materiales (como propiedades y riqueza) y también por los amigos y la familia.

Los bienes materiales son una condición necesaria, pero su posesión no garantiza la felicidad. Tienen un valor extrínseco. Bienes como la riqueza o los honores son relativos e instrumentales, es decir, sirven para alcanzar otra cosa.

La felicidad es el fin de nuestros actos y posee un valor intrínseco. Para Aristóteles, la felicidad es un estado que perdura a lo largo de toda la vida.

La virtud no es algo innato. Si la virtud fuera natural, sería inmodificable. Sin embargo, podemos pasar de ser injustos a justos, o viceversa. Por ejemplo, para decir que somos constructores, primero debemos construir muchas casas. De la misma forma, para ser justos, primero debemos practicar la justicia.

Dado que uno no nace virtuoso, y debido a su inexperiencia en la búsqueda de la virtud, puede pedir ayuda al hombre prudente.

La práctica de la virtud produce placer. Por ello, la vida feliz es la más placentera. El placer es un componente esencial de la felicidad. Aristóteles critica que la mayoría de las personas, a menudo, no saben lo que realmente quieren.

Según Aristóteles, la felicidad requiere ciertas condiciones externas, como nobleza de linaje, buenos hijos, belleza y cualidades intelectuales.

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