La Ética Tomista: Bien, Justicia y el Propósito de la Acción Humana
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Es lógico que Tomás de Aquino concluya indicando que el bien al que aludimos cuando tratamos de la virtud no es el bien común que se corresponde con el ente, sino que es un bonum rationis; es decir, un bien según las medidas propias de cada persona. Como ya se ha señalado, lo que sería mucho comer para uno podría ser una comida normal para otro.
En el ámbito de la filosofía práctica, las "cosas en sí mismas" a las que a veces alude Aquino —y aquí nos adentramos en el plano jurídico— no suelen partir de una supuesta naturaleza general del ser humano, sino frecuentemente del conjunto de exigencias que surgen objetivamente desde una expectativa tipificada. Si trasladamos el modo metafísico de pensar a la teoría tomista sobre la justicia, podría parecer que Tomás se refiere a la naturaleza de la cosa en sí misma, de forma que una conducta sería justa o injusta 'por sí misma', ex objecto.
El Criterio 'Ex Objecto' en la Ética Tomista
Aunque a veces Tomás de Aquino habla de la cosa en sí como un criterio para reconocer lo que prescribe el jus naturale, esto sucede solo episódicamente. El criterio ex objecto es uno que concurre junto con otros. Aquino lo examinó reiteradamente y se negó a hacer de él el criterio fundamental de la doctrina ética. Sin embargo, concede una enorme importancia a este criterio: lo analiza muy extensamente a lo largo de la Prima Pars de la Suma Teológica y, ocasionalmente, parece inclinarse por él. Finalmente, lo desecha como criterio máximo, pero si bien le concede tanta atención es porque es un criterio importante, aunque no sea el decisivo.
La Ley Natural y los Fines del Hombre
Lo expuesto no podía ser comprendido por Platón, ni por quienes le siguen (de ahí las dificultades personales de San Agustín, según Tomás de Aquino), porque el estilo platónico consiste en comparar una cosa con su idea ejemplar, y todo el movimiento propio de esa cosa se reduciría a tender linealmente hacia su modelo. Esta mentalidad es cierta solo parcialmente para Aquino. Él entiende, desde luego, que cada ser obra según su forma, pues es evidente que un caballo obra y ha de actuar de forma distinta a un gorrión.
También entiende y acepta que las acciones de cada cual responden a su forma, porque «Pertenece a la naturaleza de la acción, que el que actúa haga cosas similares a él». Pero aquí acaban las semejanzas entre el frío modelo platónico y el estilo biológico, porque «La operación es la perfección del actuante en el acto de existir, de forma que no tiende hacia otra cosa distinta que a él». Desde este punto de vista, podríamos decir que la Filosofía Tomista considera la vida por la vida misma.
Tomás de Aquino explica que Platón solo tuvo en cuenta seres que serían movidos desde sus ideas, mientras que Aristóteles consideró que el movimiento de cualquier cosa es su acto mismo de existir, por lo que dio a la palabra "movimiento" un sentido más restringido que Platón.
Las Cuatro Causas y la Primacía del Fin
Los escolásticos distinguían cuatro causas en cada cosa: la material, la eficiente, la formal y la final. Si un alfarero fabrica un cántaro, la causa eficiente es el propio alfarero; la material, el barro del que está hecho el cántaro; la formal, la forma que le dará; y la final, transportar agua.
Aunque la causa final parece ser la última en manifestarse, Tomás de Aquino declara reiteradamente que, en los asuntos humanos, la causa final es la primera de todas. Esto se debe a que el ser humano, al ser inteligente, no se mueve si no es a causa de un fin, que siempre es percibido como un bien para quien actúa. Así, mientras el geómetra parte de unos primeros principios conocidos —porque usa la razón teórica—, el hombre parte de los fines de sus acciones.
Las acciones no pueden ser explicadas por un solo tipo que pudiera considerarse como modelo, porque cada acción tiene por sí misma su fin, y por eso no exigimos lo mismo al médico que al arquitecto. Además, las personas, que son distintas, tienen a veces fines diversos. Lo realmente importante desde el punto de vista moral es que todas las acciones se inserten en el orden de colaboración que les corresponde por sí mismas. Por eso, el pecado es ante todo un acto desordenado. La filosofía tomista contempla un mundus viator en el que cada ser, al buscar su propia perfección, tiende necesariamente hacia Dios.