Ética Médica: La Importancia de la Beneficencia, la Justicia y la Autonomía del Paciente
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Certificación y Práctica Médica
La Academia Nacional de Medicina inició en la década de 1970 el proceso de certificación de conocimientos y destrezas del médico especialista, evaluado por sus pares. Este certificado de calidad, que beneficia al paciente, se invalida si el especialista atiende casos en áreas de la medicina distintas a aquellas para las que está certificado. Esto sucede en diversos centros médicos privados. También es crucial que el médico general se someta a un proceso de certificación, ya que es el primer contacto que tienen los pacientes ante un problema de salud. De su capacidad y destreza depende que el padecimiento se resuelva con prontitud y medidas sencillas, o que se derive oportunamente al especialista si el caso lo amerita. Cualquier déficit de conocimientos y destrezas afecta los principios de beneficencia, no maleficencia y justicia.
Conflictos de Interés y Dicotomía
El ejercicio de la medicina puede ser no ético si el interés del médico no es únicamente la beneficencia del enfermo, como cuando su principal interés es el lucro o la notoriedad. En ocasiones, el interés económico se disfraza con la participación en los honorarios cobrados por análisis o estudios de gabinete en los que el médico tiene beneficios. Aquí se evidencia la falta de justicia.
Una falta grave es la dicotomía, penalizada por diversas sociedades médicas desde hace mucho tiempo, que consiste en que un médico obtenga una parte del honorario cobrado por otro al que remitió un paciente para tratamiento médico o quirúrgico. Una variante de esta falta se da con el doble cobro al enfermo. Un especialista en el área A recibe un paciente con un padecimiento del área B. Lo refiere, con el paciente internado, a un especialista del área B, pero continúa visitándolo en su habitación con regularidad. Al alta, el paciente se enfrenta a dos cuentas, cuando debería haber recibido solo la del especialista en el área B, quien resolvió el problema. El médico A justifica su acción argumentando que el paciente “es su enfermo” y le tiene gran confianza. Esto atenta contra el principio de justicia.
Consentimiento Informado y Cirugía
A veces se viola la autonomía del enfermo cuando no se realiza un verdadero consentimiento informado, limitándose a que el paciente firme un formato al ingresar al hospital, autorizando los procedimientos de diagnóstico y tratamiento necesarios. Es decir, se reduce este importante aspecto a un mero trámite administrativo, faltando al respeto a la autonomía del paciente.
En cirugía, existen dos situaciones claramente no éticas: las cirugías innecesarias, bien documentadas en la literatura médica, y el “cirujano fantasma”. Esto ocurre cuando un médico aparenta ser quien intervino en un caso, cuando en realidad fue otro cirujano experimentado quien lo resolvió. Esta situación no se presenta si el médico que atendió inicialmente al paciente explica a la familia que recurrirá a un cirujano más experto y que él actuará solo como ayudante. Éticamente, los honorarios deben corresponder al nivel del cirujano que intervino y al de ayudante para quien actuó como tal, aunque este último sea quien atendió originalmente al enfermo.
Confidencialidad y Medicina Defensiva
En la actualidad, es fundamental cumplir con el principio de justicia manteniendo la confidencialidad del paciente. Esto no siempre es fácil. Con frecuencia, la familia de un paciente con cáncer pide al médico que no le revele su diagnóstico para no deprimirlo. En este caso, el médico debe evaluar cuidadosamente la petición, considerando la capacidad del paciente para afrontar la realidad. Afrontar la realidad puede ser un acto de justicia, permitiendo al paciente tomar decisiones propias de quien sabe que su vida está llegando a su fin. En otras situaciones, la naturaleza de la enfermedad obliga a informar a la familia, como en los casos de SIDA, o como ocurría hace décadas con la tuberculosis pulmonar abierta, para evitar el contagio.
Un mal de nuestro tiempo es la “medicina defensiva”, que atenta contra la justicia al generar gastos innecesarios en exámenes y estudios, y contra el principio de no maleficencia al someter al paciente a estudios con cierto riesgo. Surge del temor del médico a ser demandado por un diagnóstico incompleto o equivocado. Puede originarse por la desconfianza del paciente hacia el médico impuesto por la medicina administrada, o por la ignorancia del médico. Esto último ocurre en urgencias, donde pacientes son atendidos por jóvenes inexpertos que, ante la falta de un diagnóstico presuntivo basado en la clínica clásica, solicitan todo tipo de análisis y estudios para orientar el diagnóstico, cuando estos deberían usarse para corroborar o rectificar la presunción clínica. En estos casos, se falta a la justicia y quizás a la no maleficencia.
Encarnizamiento Terapéutico
El encarnizamiento terapéutico es el uso de recursos extraordinarios en pacientes terminales, cuando solo se debería aliviar síntomas como el dolor o la asfixia. En urgencias, el médico debe comunicarse con la familia para saber si la voluntad del paciente sobre medidas extraordinarias está documentada. Esta es la situación menos conflictiva. En estos casos, los médicos deben actuar con cautela y discreción, ya que a veces hay contradicciones entre los familiares sobre la conducta a seguir.