Ética Aristotélica: Eudaimonía, Virtud y Justicia

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La Ética de Aristóteles: Un Camino hacia la Eudaimonía

Según Aristóteles, todos los seres humanos aspiramos a la felicidad. La palabra griega para referirse a la felicidad es eudaimonía. Por eso decimos que la ética aristotélica es eudemonista. Según Aristóteles, la felicidad requiere un mínimo bienestar material que permita satisfacer las necesidades más elementales. La auténtica felicidad va mucho más allá de tener satisfechas estas necesidades primarias.

Para entender de forma correcta el eudemonismo aristotélico, conviene tener en cuenta que la felicidad para Aristóteles no consiste en un estado más o menos transitorio de plenitud, sino que se corresponde con una completa forma de vida. De acuerdo con Aristóteles, si de verdad queremos ser felices, tenemos que esforzarnos por encontrar la mejor manera posible de actuar en nuestra vida práctica. Esto puede lograrse si nos acostumbramos a elegir siempre de un modo apropiado. Los griegos llamaban areté a esta forma excelente de comportarse, "virtud" en castellano. Por eso, Aristóteles insiste en que, para alcanzar la felicidad, tenemos que prestar atención a practicar la virtud.

Tipos de Virtudes

Aristóteles distinguió dos tipos de virtudes distintas:

  • Las éticas, que están asociadas al modo en que nos comportamos en nuestra relación con los demás.
  • Las dianoéticas, que están vinculadas a la manera en que hacemos uso de nuestra racionalidad teórica.

Virtudes Éticas

La virtud ética se refiere al mejor modo posible de comportarse en la relación con los demás. Es un hábito que adquirimos cuando nos acostumbramos a actuar de forma correcta en nuestra convivencia con otras personas. Este hábito es selectivo, porque cada persona elige con su comportamiento el tipo de acciones que quiere realizar. Cuando elegimos repetir una acción muy a menudo, esta acaba por convertirse en una costumbre que modela nuestro carácter y que va creando en nuestro interior una inclinación a actuar de ese mismo modo en el futuro. Por eso, Aristóteles insistía tanto en la importancia que tiene escoger bien nuestros hábitos, ya que con esa elección, en el fondo, estamos decidiendo el tipo de persona que queremos llegar a ser.

Aristóteles creía que, si queremos alcanzar la felicidad, debemos acostumbrarnos a elegir siempre de forma moderada huyendo de las posturas extremas. Por ejemplo, el valor es una virtud, mientras que la cobardía o el temer son vicios, porque se trata de extremos que debemos evitar. Aristóteles propone elegir el punto medio. Ese punto medio no puede determinarse de forma absoluta, porque depende de las circunstancias. Por ejemplo, para evitar ser tacaños, debemos huir del derroche. La virtud de la generosidad consiste en elegir el término medio entre estos dos extremos. Sin embargo, este punto medio depende de cada persona. Si queremos ser verdaderamente felices, tenemos que aprender a encontrar cuál es el punto medio que nos corresponde de acuerdo con nuestras circunstancias personales.

La Justicia como Virtud Ética

De entre todas estas virtudes éticas, conviene destacar una importante, que es la justicia. Aristóteles define la justicia como la virtud que consiste en "dar a cada cual lo que le corresponde". Esta definición, puede interpretarse de dos modos distintos. Por eso, Aristóteles distinguió dos formas diferentes de justicia:

  • La justicia conmutativa, que es la que se aplica en los intercambios, exige que haya una equivalencia entre lo que damos y lo que recibimos.
  • La justicia distributiva, que aparece cuando se tienen que repartir cargas o beneficios, lo justo es que aporte más quien más tiene y que reciba más quien más se lo merece.

Virtudes Dianoéticas

Las virtudes dianoéticas están asociadas a la razón teórica, destacan la sabiduría (sophia), la intuición intelectual (nous), la ciencia (episteme) y el arte (techne), que nos ayudan a conocer la realidad y a intervenir en ella. Pero, además, Aristóteles menciona una virtud dianoética adicional de enorme importancia, que es la prudencia (phronesis). La prudencia es la virtud intelectual que nos ayuda a determinar racionalmente cuál es el mejor modo de comportarnos en la práctica. Aunque está directamente relacionada con la acción práctica, la prudencia no es una virtud ética. Se trata de una virtud intelectual porque tiene que ver con el modo en que empleamos la razón para saber cómo debemos actuar en cada caso. Así, una persona prudente sabrá encontrar cuál es el punto medio que debe elegir en cada ocasión, de acuerdo con su situación y sus circunstancias particulares.

El Alma y el Cuerpo

Para Aristóteles, la materia de la que estamos hechos es nuestro cuerpo, mientras que la forma es el alma. El ser humano está compuesto de una única sustancia, porque el cuerpo y el alma están indisolublemente unidos entre sí, a diferencia con Platón ya que para él, el cuerpo y el alma son dos sustancias diferentes. Para Aristóteles, en el caso del ser humano, el alma corresponde a la manera en que nuestro cuerpo está estructurado y que permite que estemos vivos y podamos razonar. Por último, según Aristóteles, si el alma está asociada al funcionamiento de un ser vivo, entonces, cuando este ser vivo muere, el alma no puede seguir existiendo, porque la muerte supone que el organismo ha dejado de funcionar, para Platón, el cuerpo si es mortal pero el alma es la parte inmortal.

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