Ética Agustiniana y Filosofía Política Tomista: Un Enfoque Comparativo
Enviado por Chuletator online y clasificado en Filosofía y ética
Escrito el en español con un tamaño de 3,38 KB
Ética y Política en San Agustín
La ética agustiniana acepta elementos del platonismo y del estoicismo, que encontramos en otros aspectos de su pensamiento. Comparte con ellos la conquista de la felicidad como el objetivo o fin último de la conducta humana. Este fin será inalcanzable en esta vida, dado el carácter trascendente de la naturaleza humana, dotada de un alma inmortal, y solo podrá ser alcanzado en la otra vida.
Hay una clara similitud con el platonismo mediante la asociación de la idea de Bien con la de Dios, pero prevalece la inspiración cristiana al considerar que la felicidad consistiría en la visión beatífica de Dios, que gozarían los bienaventurados en el cielo tras la práctica de la virtud. Es necesaria la gracia de Dios para poder alcanzar tal objetivo, lo que hace imposible considerar la salvación como el simple efecto de la práctica de la virtud, y planteará problemas teológicos.
En cuanto a la sociedad y a la política, San Agustín expone sus reflexiones en La ciudad de Dios. En esa obra, San Agustín ensaya una explicación histórica para tales hechos partiendo de la concepción de la historia como el resultado de la lucha de dos ciudades: la del Bien y la del Mal, la de Dios y la terrenal, de la luz y de las tinieblas.
La ciudad de Dios la componen cuantos siguen su palabra, los creyentes, y la terrenal, los que no creen. En esa lucha, la Ciudad de Dios triunfará sobre la terrenal, apoyándose San Agustín en los textos sagrados del Apocalipsis para defender su postura. La oposición señalada será utilizada para defender la prioridad de la Iglesia sobre los poderes políticos, exigiendo su sumisión, lo que ocurrirá en la alta Edad Media.
La Relación entre la Razón y la Fe en Santo Tomás de Aquino
La relación del cristianismo con la filosofía viene determinada por el predominio de la fe sobre la razón. Esta actitud queda reflejada en el Crede ut intelligam de San Agustín y se transmitirá a lo largo de toda la tradición filosófica hasta Santo Tomás de Aquino, quien replanteará la relación entre la fe y la razón.
Santo Tomás acepta el predominio de lo teológico sobre cualquier otra cuestión filosófica, así como los elementos de la fe que deben ser considerados como imprescindibles en la reflexión filosófica cristiana.
A lo largo del siglo XIII, el desarrollo del averroísmo latino había insistido en la teoría de la doble verdad, según la cual habría una verdad para la teología y una verdad para la filosofía, independientes una de otra, y cada una con su propio ámbito de aplicación y de conocimiento. Santo Tomás rechazará esta teoría, insistiendo en la existencia de una única verdad, que puede ser conocida desde la razón y desde la fe.
Reconoce la particularidad y la independencia de esos dos campos, cada una de ellas tendrá su objeto y método propio de conocimiento. La filosofía se ocupará del conocimiento de las verdades naturales, que pueden ser alcanzadas por la luz natural de la razón, y la teología se ocupará del conocimiento de las verdades reveladas, de las verdades que solo pueden ser conocidas mediante la luz de la revelación divina, los artículos de la fe.
En consecuencia, la razón tiene su propio ámbito de aplicación, autónomo. Establece una distinción clara entre razón y fe, entre filosofía y teología.