Etapas de la Vida y Crisis Existenciales: Un Recorrido por el Desarrollo Humano
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La crisis por la experiencia del límite
Es la sensación cada vez más evidente de los límites de la propia energía. Las exigencias se hacen cada vez mayores. Hay un exceso en el trabajo, en la responsabilidad. Interviene la sensación de fatiga. Pasan las ilusiones y aparece el desencanto. Se pierde el entusiasmo de lo recién emprendido. El hombre sabe a qué atenerse. Adquiere la sensación de que todo se repite. Aparece la rutina. El hombre se vuelve escéptico y sigue haciendo todo de un modo mecánico. Se cometen tonterías características de esta crisis como abandonar a la familia, dedicarse al juego para salir de la monotonía o se conserva la seriedad y la fidelidad y se le da un nuevo valor a la existencia.
El hombre serenado
Ve y acepta las fronteras y los límites. Se ven las cosas como son y se las acepta así. Prosigue su trabajo con fidelidad por las exigencias de la familia y la profesión. Gran sentido de la obligación. Es el hombre superior capaz de dar seguridades con una actitud de disciplina y renuncia.
La crisis del desasimiento
Empieza a tener conciencia del fin. Se hace perceptible la transitoriedad: se dejan de mirar las posibilidades. El hombre cada vez espera menos. El tiempo pasa cada vez más rápido. Las cosas que le pasan al hombre cada vez llenan menos su experiencia. Cada vez recuerda más lo que pasó hace mucho. Consecuencias: surge el “viejo” que o aparta la mirada del fin y se aferra a ser joven o renuncia ante el envejecimiento y se desarrolla el egoísmo senil tratando de dominar a los otros a través del materialismo. Se domina positivamente la crisis si se acepta el envejecimiento y aparecen valores como comprensión, valentía, confianza, superación de la envidia a los jóvenes, etc.
El hombre sabio
Sabe del final y lo acepta. El final de la vida es todavía vida. Aparece en la vida algo tranquilo y superior. Lo propio es la sabiduría en sus diversas formas, su capacidad de distinción y de juicio. Tiene una actitud altruista e irradia esa sabiduría. En la actualidad hay una imagen imprecisa de la vejez que se expresa solo en las limitaciones como si fuera un joven disminuido. En la medida en que no se ve ni se reconoce la vejez también se hace desconocida la infancia. Al niño se lo ve como un pequeño adulto.
La entrada en la ancianidad
- La ancianidad parece ser una decadencia.
- No se encuentra en ella ninguna forma original de vida positiva salvo elementos que se conservan de la fase del hombre sabio.
- Estos elementos llegan a su plenitud y hay señales de fijación, de vaciamiento.
- Tienen una calma que viene del interior.
- Tiene una dignidad que procede de su ser.
- No podemos hablar de crisis ya que esta etapa no conforma ninguna estructura propiamente dicha sino que es la ruina de todas ellas.
- Se caracteriza por la dependencia respecto de los demás.
El hombre senil
No es una segunda infancia como se dice. Lo único que tienen en común es la dependencia de otros. En el niño su tono es de expectación, en cambio el hombre senil ya no espera nada que resida en la vida misma. En el niño el proceso vital es una elevación, en el hombre senil el esfuerzo vital tiende a conservar lo ya existente. Todas las formas de experiencias, impulsos, modos de actividad pierden de originalidad e intensidad. La vida se fija, desaparece el impulso de lucha, no se interesan por las cosas nuevas. Se vuelve indiferente. Quiere estar en paz. No le interesa la estimación y la simpatía del otro. No le preocupa la impresión que hará en los demás su conducta. Disminuyen las facultades espirituales. Surge la terquedad senil ya que se siente amenazado y entonces acentúa lo que es y lo que tiene. Aumenta su actitud negativa. Como positivo diremos que tiene una calma propicia y amistosa. Los deberes ético-educativos para con el hombre senil son: ayudar, sustentar y soportar. El hombre senil no es fácil de soportar ya que es terco, cuenta muchas veces las cosas del pasado, es desconfiado. Es necesario crear una atmósfera de naturalidad y humor. El núcleo de la vida del anciano sólo puede ser la oración. Es importante la aceptación que el anciano haya hecho de su existencia en las fases anteriores. Es necesario haber aceptado la muerte en la época de la primera vejez fecunda.