El estadio del espejo de Lacan: La construcción del yo y la alteridad

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Para Lacan, el yo es una construcción, lo que implica que no viene dado (no existe una unidad desde el inicio). En su retorno a Freud, Lacan, para desarrollar su teoría del estadio del espejo, retoma lo dicho por Sigmund en "Introducción al narcisismo", donde se plantea que algo debe agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya. La novedad que introduce Lacan es que esta acción psíquica es la identificación imaginaria.

El estadio del espejo y la identificación imaginaria

El estadio del espejo es, en principio, un observable que da cuenta del comportamiento de un niño de entre 6 y 18 meses frente a su imagen en el espejo. En un primer momento, al niño en estado de insuficiencia motriz y sin una percepción total e integrada de su propio cuerpo, se le presenta una imagen que posee las características de algo que él no tiene: se le presenta como unificada, completa y con capacidad de dominio.

Esta discrepancia entre lo que ve y cómo se autopercibe da lugar a una tensión de naturaleza doble:

  • Erótica: debido a que es seducido por lo que ve que el otro tiene y él carece.
  • Agresiva: ya que la siente como amenazante a su integridad, se percibe fragmentado en comparación con eso que ve.

La función de la identificación imaginaria surge como una respuesta que intenta abordar esa tensión, asumiendo esa imagen como propia. Asemejándose al otro, adquiere una sensación ilusoria de dominio y totalidad. Luego, se da un segundo momento donde el niño siente júbilo, lo cual denota que se produjo la identificación que permitió aliviar la tensión agresiva.

Estos dos observables acontecen en lo que el autor denomina lo imaginario, dimensión que da cuenta de la constitución del yo. Entonces, el yo, como construcción imaginaria, implica el supuesto de que “yo es otro”, dado que la identificación surge del campo de la alteridad.

El espejo como metáfora y la función del Otro

El espejo funciona como metáfora. Comprende la relación del sujeto con una imagen que viene de afuera, la imagen del semejante, del otro con quien mantiene una relación simétrica y que se le presenta como modelo de perfección. Lacan la llama yo ideal.

En el tercer momento del estadio, el niño se vuelve hacia el adulto. Este Otro al que el niño se dirige es de una naturaleza distinta a ese otro semejante; está en una relación de asimetría, ya que el niño depende de él en tanto prematuro, y depende de su amor. El Otro ocupa un lugar y una función simbólica, ya que es el encargado de introducir para el sujeto las primeras significaciones que lo fundan como tal.

Para el autor, las personas venimos a un mundo de lenguaje, somos hablados antes que hablantes; lo que el Otro le dice (explícita o tácitamente) marca, determina al niño. Entonces, al volverse hacia el adulto, el bebé recibe de este un signo, un gesto de asentimiento (“ese sos vos”) que funciona como elemento simbólico que le permite anudar lo real fragmentario de su cuerpo con la imagen en el espejo, dando lugar a la primera sensación de realidad.

Este signo de asentimiento no es puro, puesto que quien encarna el lugar del Otro también es un sujeto y, como tal, tiene expectativas respecto de este niño y acerca de qué lugar ocupa en él. Es decir, los Otros significativos del bebé le transmiten cómo es que debe verse para ser deseado. Eso significa que el sujeto toma del discurso del Otro ciertos rasgos y los eleva al estatuto de ideal, conformando el ideal del yo, una introyección simbólica que determina cómo el niño arma su imagen para ser amado/deseado por el Otro.

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