Estabilidad y Centralización Política en América Latina del Siglo XIX
Consolidación del Orden y Estabilidad en América Latina (Siglo XIX)
La inestabilidad política fue una de las características centrales en gran parte del continente latinoamericano durante la primera mitad del siglo XIX. Las luchas entre distintas facciones por el control de los recursos económicos han sido consideradas (según el historiador argentino Tulio Halperin Donghi) como una de las causas más importantes del estancamiento económico posterior a las guerras de la independencia. Hacia mediados del siglo XIX se presentaron nuevas oportunidades de inserción en el mercado mundial: la división internacional del trabajo abría la posibilidad de desarrollar el potencial agroexportador de las naciones de América Latina. Sin embargo, para ello fue necesario lograr un consenso y una estabilidad política que permitieran llevar a cabo reformas políticas y económicas para poner en marcha un modelo de exportación de materias primas.
El Rol del Liberalismo y las Reformas Constitucionales
Hacia mediados del siglo XIX, nuevos políticos liberales llegaron al poder. Estos buscaban el desarrollo económico de sus respectivos países a partir de la aplicación de programas políticos liberales, defendiendo concepciones individualistas de la sociedad y procurando racionalizar las economías nacionales. El pragmatismo económico que los caracterizó se vio plasmado en las constituciones que se redactaron en esa época, como la mexicana de 1857 o la argentina de 1853. Estas constituciones se caracterizaron por tener un sentido más práctico, ya que promovían la expansión del comercio y la entrada del capital extranjero, y establecían las bases de un sistema jurídico que contemplaba garantías para las inversiones provenientes del exterior. A partir de la década de 1860 comenzó a vislumbrarse una etapa de mayor estabilidad acompañada, en la mayoría de los países de América Latina, de un proceso de centralización política.
La Centralización del Poder Político
El Caso de México: Liberalismo y Autoritarismo Incipiente
En México, la principal característica de la etapa que se inició luego de la derrota de los franceses y el retorno de los liberales al poder en 1867, fue una marcada centralización política. Esta se evidenció en los crecientes poderes de los que gozaron los sucesivos presidentes y en el refuerzo del Senado como agente de centralización. Diversos factores contribuyeron a este proceso:
- La consolidación de los ejércitos nacionales en detrimento del debilitamiento o la desaparición de las milicias regionales.
- El disciplinamiento de los caudillos locales.
- La creación de un sistema jurídico nacional.
- La disminución del poder de la Iglesia.
A este conjunto de medidas implementadas por los gobiernos liberales, se sumó la implementación de reformas sociales, como la extensión del sistema educativo, que se transformó en gratuito y obligatorio. Gracias a este proceso, la autoridad de los Estados centrales fue aumentando y se hizo efectiva sobre espacios cada vez mayores de los respectivos territorios nacionales. No obstante, el sistema político implementado por estas élites se basaba en regímenes que restringían la disidencia. Aunque presentaban una fachada democrática, que incluía una supuesta participación de la oposición, en la práctica esta era marginada mediante la utilización del fraude electoral.