España en el Siglo XX: Crisis Política, Guerra Civil y Evolución Teatral
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La situación de España a comienzos del siglo XX: el sistema político de la Restauración se mantiene vigente con el reinado de Alfonso XIII. España sigue siendo un país atrasado, de economía agrícola, pero la neutralidad durante la IGM permite un desarrollo económico con una incipiente industrialización. De manera progresiva se producen cambios en la sociedad española: crecimiento urbano por el éxodo rural, consolidación de la burguesía, aparición del movimiento obrero que reivindica mejoras sociales y económicas. Estas transformaciones generan problemas que el régimen político se muestra incapaz de resolver, de manera que las tensiones sociales, agravadas por el coste humano y económico que supone la guerra en Marruecos, provocan una crisis que desemboca en el golpe del general Primo de Rivera. Se inicia la dictadura (1923-1930). Durante algún tiempo se restablece la paz social y una política económica proteccionista e intervencionista consigue una relativa prosperidad. No obstante, también la dictadura terminará por fracasar y la crisis y la conflictividad social obligan a dimitir a Primo. El 14 de abril de 1931 se proclama la Segunda República. El periodo republicano se caracteriza por su inestabilidad política. Tras el bienio reformador, la victoria electoral de la derecha da paso al bienio negro. En las elecciones de 1936 triunfa el Frente Popular y el ambiente de radicalización y violencia creciente culmina con la sublevación militar del 18 de julio de 1936. Comienza la Guerra Civil (1936-1939) que pone fin a la República. Tras la guerra se establece el régimen del general Franco.
El Teatro en la Primera Mitad del Siglo XX
Durante el primer tercio del siglo XX conviven un teatro comercial y uno innovador. El comercial viene representado por la comedia burguesa de Jacinto Benavente; este género se caracteriza por su conservadurismo estético e ideológico. Se trata de obras realistas que reflejan la ideología y la moral del público burgués y que apenas plantean una crítica intrascendente de los convencionalismos sociales. Tiene gran éxito el teatro en verso constituido por dramas históricos que intentan recuperar la tradición teatral española. El teatro cómico dirigido al público popular: a este género pertenecen los sainetes de Carlos Arniches que recrean el ambiente castizo madrileño y las obras de los hermanos Álvarez Quintero que representan un costumbrismo andaluz folclórico y superficial; otro ejemplo, el astracán de Pedro Muñoz Seca, caracterizado por su humor disparatado. Otros autores se apartan del teatro comercial y pretenden hacer algo nuevo. Así ocurre con la obra teatral de algunos miembros de la Gen. del 98 o de Jacinto Grau. La figura más relevante es Ramón del Valle Inclán, creador del esperpento, que ofrece una visión deformada de la realidad para mostrar sus aspectos más grotescos y absurdos con intención satírica, burlesca y paródica: Valle hace una crítica feroz de la sociedad española de la época. La ruptura estética que provocan las vanguardias también se refleja en el teatro: el teatro vanguardista abandona el realismo y se caracteriza por su naturaleza simbólica. Destacan autores como Max Aub o Alejandro Casona. De carácter muy distinto es la obra de Enrique Jardiel Poncela que propone una profunda renovación del teatro cómico por medio de un humor basado en la imaginación y la inverosimilitud.