La España del Siglo XVIII: Reformismo Borbónico e Ilustración
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Edad Moderna (siglo XVIII)
Durante el siglo XVIII, perdida ya la hegemonía internacional aunque manteniendo el inmenso imperio americano y filipino, nuestro país, tras instalarse la nueva dinastía, los Borbones, violentamente mediante la Guerra de Sucesión (1700-14), trata de modernizarse a través de numerosos planes de reforma financiados desde el poder, pero manteniendo una política dependiente de Francia (Acuerdos de Familia), que, obligándonos a participar en nuevas guerras, terminarán por debilitarnos aún más como potencia, rebajando la calidad de vida general del país.
Los Borbones: Guerra de Sucesión
Los Borbones, desaparecido Carlos II sin descendencia, sustituyen a los Austrias en el poder venciendo en la Guerra de Sucesión, un conflicto tanto europeo como guerra civil, terminado con los Tratados de Utrecht y Rastadh (1713-14), por los que España, además de su subordinación a Francia, pierde el resto de sus posesiones europeas: en favor de Austria, el Milanesado, Flandes, Nápoles y Cerdeña; de Gran Bretaña, Gibraltar y Menorca; de los Saboya italianos, Sicilia.
Planes de Reforma: Nueva Administración
Instalados los Borbones en España, la consolidación de la nueva monarquía absoluta y los planes de modernización del país se desarrollan en dos fases diferenciadas: primera mitad del siglo, con los dos primeros Borbones, Felipe V (1700-46) y Fernando VI (1746-59); segunda mitad, especialmente con Carlos III (1759-88), mientras con Carlos IV (1788-1808) sucumbe la monarquía ilustrada en el marco de la Guerra de Independencia, iniciándose la revolución liberal con las Cortes de Cádiz (1812).
Guerra de Sucesión
Permanentemente equilibrada, hasta 1711, cuando la muerte del emperador austriaco sustituido por Carlos de Habsburgo lo cambió todo, ya que ingleses y holandeses desean acabar la guerra retirando su apoyo a los Habsburgos y reconociendo al borbón Felipe V rey de España. En Cataluña, sin embargo, la guerra continuó hasta la toma militar de Barcelona y Mallorca. Durante la primera mitad del siglo, manteniéndose intacto el Antiguo Régimen, con sus injustas economía de subsistencia y sociedad estamental, tantas veces mencionadas, los Borbones consolidan el absolutismo francés, limitando sus reformas a una mayor centralización y uniformidad del poder, al tiempo que, subordinada a Francia, reduce su participación bélica. El absolutismo, que convierte al rey en el único representante del Estado, en sagrada persona de origen divino, dueño de toda la población y riqueza, detentador de todos los poderes, mientras el país, limitado a obedecer sus órdenes, se convierte en una masa de súbditos carentes de todo derecho, asegura la centralización y uniformidad del Estado mediante los Decretos de Nueva Planta por los que se anulan todas las particularidades institucionales y fiscales de Aragón-Cataluña, enemigos de los Borbones en la Guerra de Sucesión, integrados en el resto del Estado en un plano de igualdad, seguidos de la imposición de una única Administración, que, centrada en los Consejos asesores y las Secretarías y una nueva reorganización territorial, las provincias, en sustitución de los virreinatos gobernadas por capitanes generales y corregidores, incorpora como novedad la nueva figura del intendente, imponiendo, finalmente, un régimen fiscal parcialmente único para una parte del país, ya que, rechazado en Castilla por los privilegiados, solo se impuso en Aragón-Cataluña, donde con distinta denominación, equivalía al pago de una cuota fija proporcionalmente repartida entre su población. Finalmente, la participación bélica de nuestro país se limita, especialmente, a la Guerra de los Siete Años al lado de Francia y contra Inglaterra, finalizada con la Paz de París, por la que España cede a Gran Bretaña La Florida y territorios de México, recuperando La Luisiana y Menorca, y a su intervención en la Guerra de Independencia de EEUU, en apoyo de las colonias americanas frente a Gran Bretaña, recuperando La Florida y los antiguos territorios de México.
Despotismo Ilustrado: Carlos III
Durante la segunda mitad del XVIII, impulsada por la Ilustración, la monarquía borbónica, en especial con Carlos III, el gran reformador ilustrado, apoyándose en su despotismo ilustrado, diseña la mayor parte de los planes de reforma orientados a la modernización del país, casi siempre paralizados por la negativa de los privilegiados de contribuir con los gastos del Estado. La Ilustración española, decisiva entre los años 1750-60, con Cadalso, Jovellanos, Campomanes, condes de Aranda y Floridablanca, además de difundir el pensamiento de los grandes ilustrados franceses, salvo la crítica al poder, se centra en la necesidad de lograr un mayor desarrollo económico, facilitado con la liberalización de la gran propiedad agraria amortizada por los privilegiados para mejorar la calidad de vida de campesinado transformando los colonos en pequeños propietarios, acompañada de una reforma educativa paralela que mejorara la formación del ciudadano, universal y obligatoria, en especial con cualificaciones científicas y profesionales, que estimularan el cambio social. En un intento de aplicar estos planes, la monarquía ilustrada integra en los gobiernos a los principales ilustrados como ministros o colaboradores, quienes diseñan un riquísimo reformismo con la esperanza de su financiación por el rey, denominándose despotismo ilustrado a estos gobiernos de los Borbones, Carlos III sobre todo, caracterizados por ser monarquías absolutas paternalistas, muy preocupadas por mejorar el desarrollo económico del país, pero sin contar con él para nada. Los principales planes reformistas, acelerados tras superar el conflicto del Motín de Esquilache, en 1766.
La Guerra de los Siete Años
Incluyó varios conflictos internacionales por el dominio colonial de América del Norte e India, básicamente entre Gran Bretaña y Francia, desarrollados tanto en Europa como en las colonias, con 1-1,5 millones de muertos. Entre los primeros, además de la reforma de las enseñanzas universitarias y medias y la fundación de Academias de letras y ciencias, lo primordial consistió en la creación de escuelas de artes y oficios para la cualificación profesional de la juventud, en las que tantas esperanzas abrigaban los ilustrados para asegurar el cambio socio-económico. Entre los segundos, además de las esenciales Sociedades Económicas Amigos del País, los principales pretendieron impulsar la agricultura, la manufactura mediante el capitalismo de Estado y el proteccionismo de las manufacturas nacionales frente a las extranjeras, el libre comercio colonial o la fundación de nuevas poblaciones en Andalucía, Sierra Morena, con Pablo de Olavide o la construcción de grandes obras públicas, junto a la creación del Banco Nacional de San Carlos. El conjunto de medidas, aunque espléndidas, no modificaron el Antiguo Régimen y buena parte languideció por falta de presupuesto en los despachos, ya que fracasaron rotundamente dos de los proyectos que más hubieran erosionado las bases de la desigualdad estamental: las reformas agraria y fiscal. Por la primera, incluida en el Tratado de la regalía de amortización, 1765, de Campomanes, se pretendía incrementar la producción agraria creando un sector de propietarios rurales que, recibiendo parte de las tierras amortizadas, fueran capaces de pagar contribuciones agrarias al Estado para elevar los ingresos fiscales, pero como no modificaba el régimen de propiedad, aquel Tratado fue muriendo en los despachos, El fracaso más rotundo afectó a la reforma fiscal, ya que impidió la financiación de buena parte de las reformas: fuera de la imposición de la única contribución en Aragón y Cataluña, el Estado fue incapaz de extenderlo al resto nacional por la oposición de los estamentos privilegiados, de modo que se mantuvo el mismo sistema fiscal, insuficiente e injusto.