España en el Siglo XIX y Primer Tercio del Siglo XX: Transformaciones y Desafíos
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La España Rural e Industrial del Siglo XIX
La España del siglo XIX continuaba siendo esencialmente rural. Existía una marcada diferencia entre la población del norte, caracterizada por su dispersión y la presencia de pequeños pueblos, y la del sur, donde predominaban núcleos de población más grandes. Las crisis económicas en el ámbito rural solían desembocar en revueltas sociales de considerable violencia.
La industrialización en España se produjo de forma tardía. El bajo nivel de renta del campesinado limitaba la demanda interna. Además, la inestabilidad política y una política industrial fluctuante y contradictoria no favorecían la mejora de la situación. La industria textil se concentraba en Barcelona y sus alrededores, mientras que la industria siderúrgica se ubicaba en Vizcaya y Asturias. En cuanto a la minería, los yacimientos eran muy ricos (carbón, hierro, cobre, estaño, etc.) y, a menudo, eran explotados por capital extranjero, especialmente tras la promulgación de la Ley de Minas de 1869.
En el ámbito comercial, a lo largo del siglo XIX se implementaron medidas para eliminar las barreras fiscales: supresión de los gremios y los derechos de paso, introducción del sistema métrico decimal, adopción de la peseta, etc. La burguesía textil catalana abogaba por una política económica proteccionista, mientras que los propietarios cerealistas se inclinaban por una política librecambista.
El Ferrocarril: Motor de Desarrollo
El principal medio de transporte del siglo XIX fue el ferrocarril. Su desarrollo en España tuvo que superar importantes obstáculos naturales. La primera línea se construyó en 1848 entre Barcelona y Mataró, y la segunda unió Madrid y Aranjuez en 1851. Desde mediados del siglo XIX, el desarrollo del ferrocarril en España experimentó tres fases:
- Una primera gran expansión, que implicó una enorme movilización de capitales con una significativa intervención de compañías extranjeras.
- Un periodo de crisis financiera, que paralizó la construcción debido a la escasa rentabilidad del ferrocarril.
- A partir de 1873, una nueva fase constructiva que completó el trazado de la red, que había quedado interrumpido.
La red ferroviaria adoptó una estructura radial con centro en Madrid, con el objetivo de conectar el centro peninsular con la costa, las fronteras y las zonas productoras de materias primas con los puertos. El ancho de vía se diferenció del europeo debido a la compleja orografía española, que requería vagones más grandes, calderas más potentes y, por lo tanto, vías más anchas.
El Reinado de Alfonso XIII (1902-1931): Reformismo y Crisis
Alfonso XIII accedió al trono en 1902 y abdicó el 14 de abril de 1931 tras la proclamación de la II República. Su reinado se caracterizó por un constante intervencionismo en la política y en las luchas internas de los partidos dinásticos, que se dividían en torno a diferentes líderes. Como jefe del ejército, estableció una relación directa entre la Corona y los mandos militares. El ejército había ido adquiriendo ciertos derechos y un ordenamiento propio. Atrasado, con un historial de derrotas y un exceso de oficiales, consumía una parte considerable del presupuesto del Estado. Un servicio militar prolongado y el sistema de "las quintas" lo hacían muy impopular entre las clases bajas.
Los Intentos Reformistas y la Inestabilidad Política
Durante los primeros años del reinado, se sucedieron intentos reformistas y regeneracionistas, pero los partidos dinásticos se enfrentaron a un problema de liderazgo que tardaron en resolver. El Partido Liberal, tras la muerte de Sagasta en 1903, experimentó varias jefaturas. Solo con Canalejas encontró el partido un dirigente estable, pero su asesinato truncó su liderazgo, y tras él, resurgieron las divisiones. En el Partido Conservador, tras el asesinato de Cánovas en 1897, también hubo divisiones hasta la llegada de Maura. Tras su salida del poder, el partido volvió a dividirse.
Con el cambio de siglo, ambos partidos se enfrentaron al reto de modernizarse, democratizarse y responder a las exigencias de una sociedad de masas y del propio regeneracionismo, pero no lograron alcanzar estos objetivos.
El Regeneracionismo: Maura y Canalejas
El regeneracionismo en el ámbito político se manifestó en dos corrientes: un "regeneracionismo crítico", representado por algunos políticos, y un "regeneracionismo fuera del sistema", liderado por grupos de intelectuales. El regeneracionismo político tuvo en Maura a uno de sus principales exponentes. Fue uno de los políticos que mejor comprendió la necesidad de cambios en la Restauración. Su "revolución desde arriba" buscaba socializar la política desde posiciones conservadoras.
Durante su gobierno, Maura promulgó la ley electoral, que pretendía acabar con el caciquismo y fomentar la movilización ciudadana. Sin embargo, los resultados fueron decepcionantes, ya que no se logró una mayor transparencia en las elecciones. También propuso la Ley de Administración Local. Maura consideraba imprescindible el reconocimiento de la autonomía municipal para evitar la excesiva intervención del gobierno central en la vida local. Este proyecto no fue aprobado por las Cortes, lo que generó problemas con Cataluña.
En el ámbito económico, destacan la ley de protección de la industria nacional y la ley de fomento de industrias y comunicaciones, que favoreció notablemente a la siderurgia vasca. En el ámbito social, la creación del Instituto Nacional de Previsión, embrión del futuro sistema de la Seguridad Social, buscaba garantizar una jubilación, además de otras medidas como las leyes de descanso dominical y de emigración.
Los acontecimientos de la Semana Trágica de Barcelona en 1909 apartaron a Maura del poder. Los sucesos se desencadenaron cuando se reclutaron reservistas con destino a Marruecos. Una huelga obrera de protesta en Barcelona degeneró en un motín que se prolongó durante una semana. Se construyeron barricadas, hubo proclamaciones de la República, quema de edificios religiosos y numerosas detenciones. La dura represión, con ejecuciones como la de Ferrer i Guardia, provocó críticas internacionales y una campaña de desprestigio por parte de republicanos, socialistas y liberales, que culminó con la dimisión de Maura.
José Canalejas representaba la tendencia izquierdista del Partido Liberal y abogaba por un reformismo social. Defendía un papel activo e intervencionista del Estado en materia social y laboral, sentando las bases del futuro estado del bienestar. Otras medidas populares fueron la sustitución del impuesto de consumos por un impuesto sobre las rentas urbanas, que provocó la protesta de las clases acomodadas, y la reforma de la Ley de Reclutamiento, que establecía el servicio militar obligatorio. Los catalanes presentaron un proyecto de Mancomunidades provinciales, que quedó frustrado tras su muerte. Como intelectual de izquierdas, Canalejas también defendió la separación de la Iglesia y el Estado. En su Ley del Candado, pretendió limitar el número de órdenes religiosas en España. Su asesinato dejó inconclusa su política regeneracionista, al Partido Liberal dividido y un proceso de desintegración política y social en marcha.
Las Fuerzas Políticas de Oposición
Al margen de los partidos dinásticos, las fuerzas políticas de oposición se fueron consolidando:
El republicanismo: Principal fuerza de oposición, aunque fragmentada en diversos grupos. Defendían el progreso y la justicia social. Durante el reinado de Alfonso XIII surgieron dos nuevos partidos: el Partido Radical, fundado por Lerroux, y el Partido Reformista, fundado por Melquiades Álvarez, más moderado y que llegaba a admitir una monarquía democrática y social.
Los nacionalismos: El más implantado era el catalán, con la Lliga Regionalista como partido más arraigado, de carácter conservador. En 1906 nació Solidaritat Catalana, una agrupación interclasista para defender los derechos de Cataluña. El republicanismo catalán sería derrotado por la Lliga hasta su unión en un solo partido, Esquerra Republicana de Catalunya. El nacionalismo vasco seguía teniendo su principal expresión en el PNV, apoyado en la burguesía bilbaína, ultraconservadora y recelosa del progreso y la industrialización. Creó su propio sindicato, Solidaridad de Obreros Vascos. También creció el nacionalismo gallego, junto al regionalismo valenciano y andaluz.
Los socialistas: Tanto en su rama política (PSOE) como sindical (UGT), continuaban su lento crecimiento, principalmente en Madrid, País Vasco y Asturias. Sin renunciar a la revolución social, incrementaron su participación en la vida parlamentaria. En 1910, Pablo Iglesias se convirtió en el primer socialista en acceder a las Cortes.
Los anarcosindicalistas: En 1910 se fundó la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), que llegó a ser el sindicato mayoritario de España, experimentando un gran crecimiento tras la Primera Guerra Mundial. Se definía como revolucionaria y defendía la huelga y el boicot como principales herramientas de lucha.