España: Del Reinado de Isabel II a la Crisis del 98
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Reinado de Isabel II (1833-1868)
Regencia de Espartero y Década Moderada (1843-1854)
La Rebelión de Narváez en 1843 puso fin a la regencia de Espartero y dio comienzo a la Década Moderada (1844-1854). Narváez se erigió como figura destacada, gobernando con los moderados hasta 1868. La Constitución de 1845, de carácter liberal conservador, estableció la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, la religión católica como oficial, Cortes bicamerales, una administración centralista y la supresión de la Milicia Nacional. En el ámbito político, se aprobaron leyes de administración local y provincial con un marcado carácter centralista, modificando el funcionamiento de ayuntamientos y diputaciones provinciales. Una nueva ley de hacienda simplificó el sistema tributario y se abordó el pago de la deuda mediante la reducción de intereses. En educación, se estableció la enseñanza primaria pública, gratuita y obligatoria.
Bienio Progresista y Fin del Reinado (1854-1868)
La inestabilidad política llevó al pronunciamiento de O'Donnell con el Manifiesto de Manzanares (escrito por Cánovas del Castillo), devolviendo el poder a los liberales progresistas y al general Espartero. Comenzó así el Bienio Progresista (1854-1856). La Ley de Madoz (desamortización de tierras) y la presión fiscal causaron la dimisión de Espartero. O'Donnell asumió el poder en la última etapa del reinado de Isabel II (1856-1868). La alternancia de gobiernos entre la Unión Liberal y el general Narváez (liberal moderado), junto a una creciente oposición, culminaron con el derrocamiento de Isabel II en 1868.
Sexenio Democrático (1868-1874)
Gobierno Provisional y Cortes Constituyentes
El autoritarismo de Narváez y una triple crisis económica llevaron al Pacto de Ostende: liberales progresistas, demócratas y la Unión Liberal se unieron contra Isabel II. El pronunciamiento de la escuadra de Cádiz, liderado por Topete en 1868 (La Gloriosa), forzó el exilio de la reina a Francia. Serrano (Unión Liberal) y Prim (liberal progresista) formaron un gobierno provisional y convocaron elecciones a Cortes Constituyentes. Estas Cortes contaron con la presencia de progresistas, demócratas monárquicos, unionistas, carlistas y republicanos. Se establecieron derechos como la inviolabilidad del domicilio y la correspondencia, la libertad de imprenta, culto, enseñanza, reunión y asociación, el sufragio masculino, la soberanía nacional, la división de poderes, Cortes bicamerales, una monarquía parlamentaria, la autonomía de los gobiernos locales y la reforma de los gobiernos de las provincias de ultramar.
Amadeo de Saboya y la I República
Amadeo de Saboya (1871-1873) reinó en un contexto de debilidad. El asesinato del general Prim supuso la pérdida de apoyos: carlistas, republicanos y borbónicos, además de la coalición de gobierno. La Guerra de Cuba (Grito de Yara, 1868), la Tercera Guerra Carlista (1872) y los levantamientos federalistas agravaron la situación. La falta de apoyo y la crisis política provocaron su abdicación. Se proclamó la I República Española, un régimen con escaso apoyo republicano. El problema principal fue la división entre federales (partidarios de un Estado descentralizado, con autonomía para ayuntamientos y provincias, como Pi i Margal) y unitarios (defensores de un Estado centralizado, como Emilio Castelar). A las dificultades se sumó el conflicto social: las clases populares (campesinos, obreros, jornaleros) demandaban el fin de los consumos y las quintas, y mejores condiciones laborales en el campo y la industria. Las asociaciones obreras (I Internacional) ganaron influencia. Los problemas políticos heredados, como la guerra carlista y la guerra de Cuba, persistieron. La Insurrección Cantonal (un movimiento que buscaba la creación de un país desde la base, con federalismo, democracia directa y autonomía para municipios y diputaciones) fue reprimida (20 de julio de 1873, Salmerón - Cartagena, 1874), generando malestar entre los republicanos federales. La llegada de Castelar al poder y su posterior destitución el 2 de enero de 1874, seguida del golpe de Estado de Pavía, crearon un escenario propicio para la Restauración borbónica. Cánovas del Castillo preparó la vuelta de la monarquía con el Manifiesto de Sandhurst.
Restauración Borbónica (1874-1931)
Constitución de 1876
La Constitución de 1876 sentó las bases de la Restauración. De carácter moderado, inspirada en la de 1845, seguía las ideas de Cánovas del Castillo (líder del Partido Conservador). Estableció la soberanía compartida entre las Cortes y la Corona, la división de poderes y Cortes bicamerales. La Corona tenía mayor poder que en 1869, siendo el pilar del nuevo régimen, con derecho a veto, potestad legislativa compartida con las Cortes y nombramiento de ministros. El Estado era confesional católico. Se declararon derechos, aunque limitados por leyes en materia de imprenta, expresión, asociación y reunión. El sufragio, inicialmente restringido (1878), se convirtió en universal masculino en 1890. El sistema se basó en el pacto entre dos fuerzas dominantes (1876-1923): el Partido Conservador y el Partido Liberal.
La Crisis del 98
Guerra de Cuba y Desastre Colonial
La Guerra de Cuba, por la independencia de la isla (Grito de Yara, Paz de Zanjón, Grito de Baire, 1895, José Martí), tuvo avances y retrocesos hasta la intervención de Estados Unidos en 1898. El gobierno liberal intentó negociar, enviando al general Martínez Campos. El gobierno de Cánovas optó por la guerra, con el general Weyler recuperando territorio. El gobierno liberal de Sagasta retomó la negociación hasta la entrada de EEUU en el conflicto. El imperialismo estadounidense en Asia y el Caribe, con motivaciones económicas y comerciales, influyó en la intervención. La explosión del Maine en febrero de 1898 desencadenó la declaración de guerra el 25 de abril de 1898. La inferioridad militar española se evidenció en Cavite (Filipinas) y Santiago de Cuba. La paz se firmó con el Tratado de París (10 de diciembre de 1898): Cuba se independizó, y España cedió Puerto Rico, Filipinas y Guam. El imperio ultramar español se liquidó, dando lugar al movimiento regeneracionista.
Consecuencias de la Crisis
La pérdida de las colonias se percibió como un símbolo de decadencia. El objetivo era identificar los defectos del país y proponer soluciones. Surgieron movimientos como la Generación del 98. En el ámbito político, republicanos y socialistas ganaron terreno, al igual que los movimientos y partidos nacionalistas/regionalistas (Cataluña, Prat de la Riba, Liga Regionalista; País Vasco, Sabino Arana, PNV). Socialmente, la crisis fue impopular entre las familias humildes, afectadas por las quintas. Económicamente, la crisis fue inconsecuente, con un aumento del precio de los alimentos en 1898 y la repatriación de capitales.
Evolución Demográfica (1798-1900)
Las fuentes demográficas, como el censo de Godoy de 1798 y el de 1900 (10,5 millones < 18,6 millones), muestran un régimen antiguo con síntomas de cambio. El crecimiento anual fue lento (0,5%). La natalidad se mantuvo alta (30-35%), con una unidad familiar tradicional y una economía y sociedad rurales. La mortalidad también fue alta (30%), con mejoras leves en las unidades familiares. Las condiciones sanitarias, higiénicas y de alimentación eran precarias. Hubo momentos catastróficos: guerras (independencia, carlistas, Marruecos y Cuba), hambrunas (1856-57 y 1878-79) y epidemias (peste, 1854, y cólera, 1885). La migración interna, por motivos económicos, llevó a rurales a buscar futuro en la industria (Soria, Almería, Teruel → Vizcaya, Asturias, Barcelona, Madrid). La migración externa se debió a razones políticas (afrancesados, liberales, carlistas) y económicas (temporales). En 1853, el levantamiento de la restricción a América llevó a varones sin estudios del Atlántico a Argentina, México, Venezuela, Brasil y Cuba. El flujo migratorio se mantuvo en el siglo XX, con una pausa durante las guerras coloniales y la Primera Guerra Mundial.