España: Del Reinado de Fernando VII a la Revolución de 1868
El Reinado de Fernando VII y el Pleito Dinástico
El reinado de Fernando VII (1814-1833) estuvo caracterizado por la constante lucha entre liberales y absolutistas por llegar al poder. Al comienzo de su reinado, en 1814, eliminó el sistema constitucional implantado por las Cortes de Cádiz para reinstaurar el Antiguo Régimen. De 1820 a 1823, durante el Trienio Liberal, el liberalismo resurgió con el pronunciamiento de Riego. Finalmente, de 1823 a 1833, se retornó al cada vez más desfasado Antiguo Régimen.
La Muerte de Fernando VII y el Conflicto Sucesorio
La muerte de Fernando VII en 1833, sin descendencia masculina directa, desencadenó un conflicto sucesorio. Dos candidatos al trono se enfrentaron: Carlos María Isidro de Borbón, de corte absolutista, y María Cristina de Borbón, regente a la espera de la mayoría de edad de su hija, la princesa de Asturias, Isabel, con una postura más reformista dentro del absolutismo.
El Carlismo y las Guerras Carlistas
Este enfrentamiento derivó en la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Los partidarios de Carlos María Isidro, hermano del rey, representaban una rama del absolutismo opuesta a la creciente influencia liberal-burguesa. Contaban con apoyo en Navarra, País Vasco y Maestrazgo, pero sin llegar a controlar grandes ciudades. El bando isabelino, en cambio, estaba formado por absolutistas reformistas y liberales, tanto exaltados como moderados, representando a la gran mayoría de la población. La victoria del general Espartero en 1836 inclinó la balanza a favor del bando isabelino, ya claramente liberal. La guerra finalizó en 1839 con el Convenio de Vergara.
La Regencia de María Cristina y el Ascenso del Liberalismo
Durante la regencia de María Cristina, tras breves periodos con Bermúdez y Martínez de la Rosa, Juan Álvarez Mendizábal fue nombrado jefe de gobierno. Mendizábal impulsó las ideas del liberalismo doctrinario, desamortizando los bienes de la Iglesia. Bajo su gobierno se promulgó la Constitución de 1837, de carácter más conservador que la de Cádiz.
La Regencia de Espartero y la Década Moderada
A finales de la década de 1830, Espartero expulsó a la regente María Cristina y se autoproclamó regente. Continuó con las desamortizaciones eclesiásticas. En 1843, tras el bombardeo de Barcelona, un pronunciamiento militar moderado obligó a Espartero a exiliarse. Se adelantó la mayoría de edad de Isabel II y Narváez fue nombrado jefe de gobierno, dando comienzo a la Década Moderada (1844-1854). El programa moderado incluía: control político y social (creación de la Guardia Civil en 1844), nueva Constitución en 1845, reforma hacendística, restablecimiento de las relaciones Iglesia-Estado, programa de obras públicas y codificación del derecho.
El Bienio Progresista y la Unión Liberal
En 1851, Narváez cedió el puesto a Bravo Murillo, cuya reforma constitucional generó una crisis política que culminó con el pronunciamiento de O'Donnell y el Manifiesto de Manzanares. Ante esta situación, la reina llamó a Espartero, iniciándose el Bienio Progresista (1854-1856), caracterizado por la Desamortización de Madoz. Tras la alternancia en el poder de moderados y progresistas, llegó el gobierno de O'Donnell, quien formó la Unión Liberal, buscando unir a todos los liberales. Su gobierno (1858-1863) se caracterizó por la estabilidad interna, que permitió a España participar en aventuras exteriores como la intervención en México y la guerra contra Marruecos.
Los Últimos Años del Reinado de Isabel II y la Revolución de 1868
En 1863, O'Donnell cedió el gobierno a los moderados de Narváez, iniciándose un periodo de inestabilidad. La oposición, formada por progresistas y demócratas, firmó el Pacto de Ostende para derrocar a Isabel II. En 1867, progresistas y demócratas se unieron, y en 1868, los generales Serrano, Topete y Prim se pronunciaron en Cádiz, obligando a Isabel II a abandonar el trono.