España: La Dictadura, el Desarrollo y el Cambio Social
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La Guerra Civil Española (1936-1939)
El periodo que va desde el golpe de Estado hasta el estallido de la Guerra Civil Española marcó un hito crucial en la historia del país. La conspiración que desembocó en el golpe contó con la participación de diversos grupos conservadores, monárquicos, carlistas y falangistas, liderados por un sector militar encabezado por el general Francisco Franco, conocidos como africanistas.
El golpe se desencadenó el 17 de julio, cuando Franco asumió el mando del ejército en el protectorado de Marruecos. Rápidamente, la sublevación se extendió por distintas regiones de España, principalmente en zonas agrarias y conservadoras. Sin embargo, fracasó en importantes núcleos urbanos y áreas industriales, donde la resistencia popular, organizada en milicias civiles de izquierda, se mantuvo firme.
Esta resistencia republicana truncó el intento golpista y desencadenó una cruenta Guerra Civil que dividió al país durante tres años, seguida de una difícil posguerra y una larga dictadura de casi cuatro décadas.
La división de España en dos zonas enfrentadas durante el conflicto reflejaba también una clara polarización ideológica y social. Mientras que los sublevados, autodenominados nacionales, buscaban restaurar el orden y consideraban a la izquierda y los separatistas como enemigos de la patria, los republicanos defendían la República democrática y se oponían al ascenso del fascismo europeo.
Intervención extranjera en la Guerra Civil
Internacionalmente, la Guerra Civil Española adquirió una dimensión global debido a la intervención de potencias extranjeras. Este conflicto coincidió con la crisis de las democracias europeas y el auge de los regímenes totalitarios, generando tensiones que amenazaban con desencadenar una nueva guerra mundial.
Francia y el Reino Unido decidieron mantenerse al margen del conflicto para evitar confrontaciones con la Alemania nazi. Sin embargo, otras potencias como Alemania e Italia brindaron un fuerte apoyo militar y logístico a los sublevados, mientras que la Unión Soviética respaldó a la República con armamento y personal especializado.
El conflicto internacional se manifestó también en la formación del Comité de No Intervención, que, aunque teóricamente buscaba mantener la neutralidad y prohibir la exportación de armamento a España, fue incumplido en la práctica, con Alemania e Italia apoyando activamente a los sublevados y la República recibiendo ayuda principalmente de la URSS.
En resumen, la Guerra Civil Española se convirtió en un campo de batalla ideológico y geopolítico donde se enfrentaron fuerzas internacionales con intereses divergentes, dejando un legado de devastación y división que marcaría profundamente la historia de España y del mundo.
El Bienio Conservador (1933-1936)
En 1933, se celebraron elecciones en España bajo una nueva ley electoral que facilitaba la formación de alianzas políticas y permitía el sufragio femenino por primera vez. Esto llevó a una fuerte confrontación política. La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) movilizó a los defensores del orden y la religión, mientras que los socialistas, liderados por Largo Caballero, rompieron con los republicanos más moderados. Además, los anarquistas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) abogaron por la abstención, y José Antonio Primo de Rivera fundó Falange Española, un partido de ideología fascista.
El resultado de las elecciones favoreció a la derecha, con la coalición de la CEDA y los monárquicos antirrepublicanos obteniendo la mayoría. Esta coalición buscaba revisar las reformas del bienio progresista, ofrecer amnistía a los involucrados en intentos de golpe de Estado y modificar la Constitución. Mientras tanto, los partidos de izquierda se presentaron divididos, lo que reflejó un desplazamiento del electorado hacia la derecha y una fragmentación del Parlamento.
Los primeros gobiernos posteriores a las elecciones estuvieron presididos por el Partido Radical, en coalición con otros partidos republicanos de centro y con el apoyo de la CEDA. Estos gobiernos revisaron las reformas del bienio anterior, modificando la política religiosa, la legislación laboral, la reforma agraria y la ley de amnistía.
Sin embargo, en 1934 surgieron graves problemas, como conflictos sociales y tensiones autonómicas. Hubo huelgas generales, conflictos con la Generalitat de Cataluña y tensiones en el País Vasco debido a la oposición de la CEDA a un estatuto de autonomía.
En octubre de 1934, una parte del socialismo rechazó los resultados electorales y promovió una insurrección con un programa revolucionario. Esta insurrección fue respondida con dureza por el gobierno, resultando en la proclamación del Estado Catalán por Lluís Companys y la represión en Asturias.
El bienio de Centro-Derecha llegó a su fin con una aceleración de la rectificación de las reformas del bienio anterior, incluyendo la anulación de las reformas laborales y la ocupación de altos mandos militares por parte de militares antiazañistas. Finalmente, una crisis en el Partido Radical debido a escándalos de corrupción llevó a la disolución de las Cortes y a la convocatoria de nuevas elecciones en febrero de 1936, donde la izquierda unida lograría la victoria.
El Régimen Franquista (1939-1975)
El Régimen en los años 40 y 50
El régimen franquista se caracterizó por una intensa represión que mantuvo la división social entre los vencedores y los vencidos de la Guerra Civil. Se implementaron leyes para detener, encarcelar y ejecutar a los enemigos políticos del régimen, con víctimas de purgas sociopolíticas y sentencias arbitrarias. La población reclusa sufrió condiciones inhumanas en las cárceles, incluyendo ejecuciones, hambre, enfermedades y malos tratos. Además, se llevó a cabo una purga de funcionarios públicos considerados sospechosos de republicanismo, especialmente en el ámbito educativo.
Tras la guerra civil, alrededor de 500,000 personas que habían apoyado a la República se vieron obligadas a abandonar España para evitar represalias, buscando refugio principalmente en Francia, Gibraltar, el norte de África y países de Latinoamérica y Estados Unidos. En México se estableció un gobierno republicano en el exilio que intentó, sin éxito, derrocar a Franco de manera democrática.
La consolidación del régimen franquista en los años 40 y 50 estuvo influenciada por el contexto internacional de la posguerra, con la Guerra Fría dividiendo al mundo en dos bloques liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética. Franco fue visto como un aliado anticomunista por Estados Unidos y Gran Bretaña, lo que contribuyó a su reconocimiento internacional. En 1950, la ONU revocó su condena a España y en 1955 el país fue admitido en la organización.
Dos acuerdos importantes se firmaron en 1953: el Concordato con la Santa Sede, que otorgaba privilegios a la Iglesia católica y garantizaba la unidad religiosa en España, y los Pactos de Madrid con Estados Unidos, que proporcionaban ayuda económica y militar a cambio de bases militares. A pesar de estos logros diplomáticos, España quedó fuera de la OTAN y del Plan Marshall debido a los recelos europeos hacia el régimen franquista.
Durante la década de 1950, el franquismo trató de presentarse como un régimen católico y una democracia orgánica, introduciendo cambios en el gobierno para disimular su carácter dictatorial. Sin embargo, enfrentó una crisis económica, política y social debido a la autarquía y el aislamiento internacional, así como a las tensiones internas dentro del régimen. En 1957, Franco nombró técnicos como ministros de Economía y Hacienda para modernizar la economía y facilitar la integración internacional de España, acompañado por la Ley de Principios del Movimiento, que definía el Estado como católico, tradicional y monárquico.
Dictadura Franquista: Características
El régimen dictatorial del general Franco se caracterizó por su naturaleza personalista y totalitaria, con Franco como figura central en una estructura piramidal de poder. A diferencia de otros regímenes totalitarios, no se basó en un partido político dominante, sino que Franco ejerció el poder de manera individual, siendo la lealtad al líder un elemento crucial para mantener el equilibrio entre las distintas facciones políticas que se agruparon bajo un partido único. Franco recibió el título de "caudillo".
Inicialmente, durante la "etapa azul", el régimen mantuvo rasgos del fascismo totalitario, influenciado por la Falange. Sin embargo, tras la derrota de las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial, el régimen viró hacia una postura más católica y monárquica.
La represión fue una característica fundamental del régimen, con la supresión de libertades y derechos fundamentales como la libertad de manifestación, opinión y reunión.
En la consolidación del régimen, tres instituciones jugaron un papel crucial:
- El Ejército: Se convirtió en la columna vertebral del régimen, imponiendo el discurso de los vencedores y manteniendo el orden a través de tribunales militares que actuaron sobre delitos políticos.
- La Falange: Como único partido político permitido, se inspiró en el fascismo en su retórica y simbología. Fue utilizada por Franco para consolidar su poder personal y como enlace con la sociedad a través de organizaciones de masas.
- La Iglesia: Legitimó la dictadura, apoyándola como una cruzada contra el comunismo y el ateísmo. Surgió el nacionalcatolicismo, una ideología que marcó diversos aspectos de la vida social y cultural.
Otros apoyos incluyeron a sectores empresariales, terratenientes, intelectuales y monárquicos juancarlistas. Sin embargo, la mayoría silenciosa, por miedo o necesidad, se acomodó al régimen, siendo clave para su supervivencia.
Dentro de las fuerzas políticas que respaldaron al régimen, se encontraban diferentes "familias" o tendencias ideológicas, todas opuestas al reformismo de la II República. Aunque discrepaban en el modelo de sociedad que buscaban, Franco actuó como árbitro para mantener el equilibrio de poder entre ellas.
La propaganda, el control social y la educación nacionalcatólica fueron herramientas clave para mantener el régimen. Se utilizó la educación y la cultura para inculcar valores tradicionales españoles y se impuso una moral nacionalcatólica a través de medios de comunicación controlados por el Estado y organizaciones juveniles afines al régimen. La educación quedó en manos de la Iglesia, convirtiéndose en un instrumento de adoctrinamiento.
Desarrollo Económico durante el Franquismo
Durante el gobierno de tecnócratas bajo el régimen de Franco a partir de 1957, España experimentó una transformación económica significativa. Este nuevo gabinete, compuesto por expertos en economía, conocidos como "tecnócratas", incluyó figuras prominentes como Mariano Navarro, Alberto Ullastres y Laureano López Rodó, muchos de los cuales estaban afiliados al Opus Dei. Su principal objetivo era superar la autarquía económica y establecer las bases de un sistema capitalista sólido.
El Plan de Estabilización de 1959 fue el punto de inflexión clave, sentando las bases del llamado "milagro español". Este plan abordó varios frentes, incluyendo medidas fiscales para estabilizar la economía, como la congelación de salarios, la reducción del gasto público, el aumento de impuestos y la limitación del crédito al sector privado. También se implementaron medidas para liberalizar el comercio, tanto a nivel nacional como internacional, facilitando inversiones extranjeras y el intercambio comercial.
Aunque inicialmente estas medidas afectaron negativamente las condiciones de vida de la sociedad, con el tiempo produjeron efectos positivos como la contención de la inflación, el aumento del empleo y las exportaciones, y el equilibrio de la balanza comercial. España experimentó un desarrollo económico sin precedentes durante los años 60, a menudo llamado "25 años de paz", aunque este crecimiento se debió tanto al ciclo expansivo de la economía europea como a las políticas internas.
Entre 1964 y 1975, se implementaron tres Planes de Desarrollo cuatrienales, con un enfoque particular en el desarrollo industrial. Aunque se diseñaron para favorecer las regiones menos desarrolladas, la distribución de recursos no siempre fue equitativa, concentrándose en zonas rentables como el País Vasco, Valencia, Madrid y Cataluña. Esta disparidad contribuyó al desequilibrio regional.
El crecimiento económico acelerado se basó en gran medida en el sector industrial, impulsado por el aumento de la producción, la competitividad, el uso de nuevas tecnologías y la disponibilidad de mano de obra. La migración masiva desde zonas rurales a áreas industriales y turísticas buscando mejores oportunidades laborales y salarios más altos también contribuyó al cambio demográfico y económico.
Sin embargo, este modelo económico estaba marcado por desequilibrios territoriales y dependencia de factores externos como el mercado exterior, la modernización tecnológica, el turismo europeo y la emigración española. A pesar de los logros económicos, el carácter antidemocrático del régimen franquista impidió la integración de España en la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1962. La expansión económica se vio frenada en 1973 debido a los efectos de la crisis del petróleo.
Cambios Sociales (1940-1970)
En los años cuarenta y cincuenta, España se enfrentaba a la difícil tarea de sobrevivir en un ambiente de autarquía y mercado negro, caracterizado por un panorama desolador y un claro subdesarrollo. Sin embargo, el verdadero cambio llegó con el Plan de Estabilización de 1959, que marcó el inicio del desarrollismo económico y una apertura al exterior. A partir de entonces, la preocupación principal pasó a ser el consumo.
El desarrollo económico trajo consigo importantes cambios sociales, siendo uno de los más significativos la pérdida de protagonismo económico de la agricultura, que fue reemplazada por la industria y el sector servicios. Este cambio provocó un éxodo rural masivo, con un gran número de españoles abandonando el campo para trasladarse a las ciudades, especialmente Madrid, el País Vasco y Cataluña. Este crecimiento urbano no siempre estuvo acompañado de una adecuada planificación, lo que generó problemas de infraestructura.
Paralelamente a las migraciones internas, España experimentó un flujo constante de emigrantes hacia países europeos desarrollados como Alemania, Francia, Holanda y Suiza. Estos emigrantes desempeñaron un papel crucial en la generación de importantes capitales que impulsaron la creación de numerosos negocios en España.
En los años sesenta, la población española experimentó un espectacular crecimiento conocido como el baby boom, caracterizado por una alta tasa de natalidad y una disminución de la mortalidad. Sin embargo, este crecimiento poblacional planteó desafíos en términos de ajuste entre una población en crecimiento y unas infraestructuras sanitarias y educativas insuficientes.
La sociedad española sufrió una profunda transformación durante este período, alcanzando niveles de bienestar y consumo nunca antes imaginados. El ejemplo más emblemático de este cambio fue la popularización del automóvil, especialmente el famoso Seat 600. El consumismo trajo consigo un cambio de mentalidad que, en parte, sustituyó a los valores tradicionales del primer franquismo.
La modernización también se manifestó a través de la apertura al turismo, que experimentó un auge en los años sesenta. El contacto con ciudadanos de países europeos influenció la vida española, convirtiéndolos en modelos a seguir en diversos aspectos, no solo en términos de moda. Además, se observó un aumento significativo en la participación laboral de las mujeres, rompiendo con una característica destacada del primer franquismo.
La Oposición al Franquismo (1960-1975)
En los años 60 y principios de los 70, España se encontraba bajo un régimen autoritario que limitaba severamente las libertades políticas y sociales. Sin embargo, esta represión no impidió que diversos sectores de la sociedad expresaran su descontento y lucharan por un cambio.
Oposición Social
- Obreros: El crecimiento industrial trajo consigo un aumento en el número de obreros, quienes se organizaron para defender sus derechos laborales a través de sindicatos clandestinos como UGT y CCOO, junto con organizaciones católicas como HOAC, JOC, y USO.
- Estudiantes: Los estudiantes universitarios se convirtieron en un importante foco de oposición, enfrentándose a la represión del régimen, que incluía la expulsión de profesores y el cierre de facultades. Las protestas estudiantiles se intensificaron, especialmente tras los sucesos de mayo del 68 en Francia.
- Movimiento vecinal: El movimiento vecinal también emergió como una fuerza contra la especulación urbanística, la precariedad de los servicios públicos y la vivienda, así como el aumento del costo de vida.
- Clero: Una parte significativa del clero, influenciada por las reformas del Concilio Vaticano II, se alejó del nacionalcatolicismo y abogó por la reconciliación nacional y la defensa de los derechos humanos, lo que provocó tensiones con las autoridades políticas.
Oposición Política
- Partidos políticos: Los partidos políticos, tanto desde el exilio como desde el interior, mantuvieron una oposición constante al régimen, utilizando organizaciones clandestinas como el Frente de Liberación Popular (FLP).
- PCE y otros grupos: El PCE y otros grupos políticos convocaron acciones como huelgas generales y manifestaciones, enfrentándose a la represión gubernamental. La persecución política incluyó la condena a muerte de líderes como Julián Grimau.
- Exilio político y terrorismo: El exilio político se organizó en torno al PSOE, mientras que surgieron grupos terroristas como el FRAP y ETA en busca de una vía armada para la resistencia.
- Movimientos nacionalistas: Los movimientos nacionalistas en Cataluña y el País Vasco también se opusieron al régimen, con partidos como el PSUC y acciones independentistas de ETA.
- Junta Democrática y Platajunta: Aprovechando las divisiones internas en el régimen, la oposición política se unió en iniciativas como la Junta Democrática de España y la Platajunta, buscando una transición hacia la democracia. Incluso un sector de militares formó la Unión Militar Democrática en busca de reformas.