La Esencia de la Sociabilidad Humana: Desde Aristóteles hasta las Normas Sociales

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La Sociabilidad Humana: Una Perspectiva Filosófica y Social

En un texto de su Política, Aristóteles dice que la «polis es anterior a la casa y a cada uno de nosotros». Si entendemos polis por Estado —por ciudad-estado—, literalmente la afirmación tiene poco sentido: resultaría que lo que surge por agrupación de casas o de individuos sería previo a las propias casas e individuos. Más sensata es otra comprensión del texto: entender polis como la capacidad que tiene el ser humano de agruparse con otros seres humanos, es decir, la sociabilidad humana.

La sociabilidad es claramente anterior: los individuos humanos se juntan con otros humanos porque son seres sociales, animales que viven y se desarrollan en comunidad y sin la cual no pueden ni siquiera subsistir. Tanto es así que Aristóteles —como la mayoría de los filósofos— ha defendido que el ser humano es un ser social por naturaleza; esto es, que ser social es la forma natural de ser humano.

El Lenguaje como Prueba de la Sociabilidad

Una buena prueba de esa sociabilidad humana es el lenguaje. El lenguaje, inevitablemente, es siempre lenguaje «de uno para otros». Si los seres humanos fueran seres individuales, no habrían desarrollado el lenguaje, sino que les bastaría el pensamiento —no lingüístico, claro está— para entender el mundo. Pero no es así. El ser humano, y lo recuerda Aristóteles en el mismo texto, es el único animal que tiene palabra.

Muchos animales, incluido el ser humano, tienen «voz», es decir, emiten sonidos; pero solo el ser humano posee palabra, o lo que es lo mismo, sonidos significantes que otros, y él mismo, entienden. Muchos animales abandonan a sus crías cuando nacen —algunas especies se limitan a depositar sus huevos que se incuban solos—; otros viven gregariamente —formando rebaños más o menos unidos—; aun otros —los grandes simios, por ejemplo, o los lobos, o las abejas— forman grupos estructurados con una cierta jerarquía. Pero solo el ser humano, sin embargo, es estrictamente social, en el sentido de que la sociedad en la que se desarrolla lo configura como humano. Y el ejemplo más claro lo tenemos en los llamados niños ferinos.

Vivir en Sociedad: Normas y Desarrollo Humano

Vivir en sociedad no significa solamente vivir juntos. Significa que todos esos humanos que viven juntos tienen que compartir lugares comunes y que, por ello mismo, esa vida en espacios comunes tiene que estar organizada por medio de normas: de convivencia, sociales, morales, legales, etc.

Porque lo cierto es que cada individuo que vive en una sociedad no tiene por qué tener —ni tiene— las mismas necesidades, los mismos gustos, los mismos intereses o las mismas ideas que los demás; que lo que para unos es normal, para otros puede ser horroroso. Inevitablemente, tienen que existir unas normas que regulen esas situaciones para, de esta manera, evitar los conflictos.

Claro que esas normas pueden parecer que violentan los deseos de los humanos que viven en una determinada sociedad, sus apetencias, sus gustos; pueden parecer que los limitan; que les impiden ser libres. Y es probable que, desde el punto de vista individual, sea así: si alguien quiere hacer, tener y ser lo que él quiere, quizá esas normas se lo impidan. Es cierto. Pero no ocurre lo mismo desde el punto de vista social, desde la perspectiva del «todos juntos».

En esta dimensión, son las normas las que posibilitan que «todos» —no uno u otro, sino todos— tengan los mismos derechos y libertades para hacer, tener y ser lo que quieran ser. Sin esa sociedad y esas normas, los seres humanos no serían —ni podrían ser— lo que son. Porque es en la sociedad donde los individuos se hacen auténticamente humanos y donde aprenden todo lo que saben. Tanto es así que Aristóteles ya decía que «el insocial por naturaleza, el que no necesita nada de la sociedad, es menos que humano (un animal) o más que humano (un Dios)».

No todas las sociedades son iguales, sino que cada una se desarrolla desde una cultura y creando una cultura concreta, pero todas cumplen la misma función. Todas las sociedades se organizan a través de normas, y aunque esas normas no son las mismas en todas las sociedades, sin embargo, todas ellas humanizan a sus componentes, aunque lo hagan de diferente manera; y, para los miembros de todas las sociedades, pensar como piensan es natural.

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