La Esencia y Misión de la Institución Universitaria: Origen, Propósito y Virtudes
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MISIÓN DE LA UNIVERSIDAD
¿Qué es la universidad? ¿Para qué sirve? ¿En qué universidad estoy estudiando? ¿Cuál es su ideario? ¿Qué espera de mí esta universidad? ¿Qué puedo esperar yo de ella?
En este tema, trataremos de articular una respuesta a estas preguntas abordando una nota acerca de la universidad, su naturaleza y perspectiva histórica, la misión general de la Universidad y, en particular, la de la Universidad Francisco de Vitoria.
1.1.- ¿Qué es la universidad?
«Ordenar es de sabios», decía Santo Tomás. Por ello, vamos a realizar la fatiga, el esfuerzo, de ordenar nuestras preguntas para ver si nos forjamos una idea de la naturaleza de la universidad o, por lo menos, indicar un camino para acercarnos a ella.
Indagar sobre la naturaleza de algo es preguntarse «¿Qué es?». Por lo que nos preguntaremos: ¿qué es la Universidad? Para responder esto, afrontaremos algunas definiciones de la universidad y un poco el andar histórico de dicha Institución. Toda ciencia corre sobre un binario: una parte sistemática y una parte histórica. La parte sistemática es el orden de las doctrinas que la integran. Mientras que la parte histórica recorre esa vertiente vital de los hombres que forjaron esos conceptos y esas doctrinas, las circunstancias y problemas con los que se enfrentaron y el fraguar de las soluciones que aportaron.
Por ello, empecemos a andar ese camino histórico de la idea de universidad para contar con las herramientas necesarias para ahondar en su concepto.
A) Origen de la Universidad
El precedente claro de la universidad lo constituyen las escuelas de pensamiento de la Grecia clásica. Entre las más importantes —obviando los círculos pitagóricos— se encuentran la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles, fundadas en el siglo IV a. C. y que vieron su prolongación durante varios siglos a través de avatares diversos. En ellas, la búsqueda de la verdad es una actividad valiosa por sí misma. Dedicarse a ella, a esa búsqueda, justifica la vida y convoca el esfuerzo mantenido de grupos selectos. La verdad es la solidez de lo real que confiere consistencia al existir humano. De hecho, esa dedicación era una forma de vida: quien asistía a dichas escuelas seguía al maestro, dejaba todo para hacer de esta actividad su vida. En el diálogo Fedro, Platón habla de la «inmensa llanura de la verdad», en la que se adentra conmovido el hombre ávido de saber; y Aristóteles proclama la vida teórica —la contemplación desinteresada de la verdad— como la forma más alta de vida humana en su Ética Nicomáquea. En ambos, la verdad se presenta como un bien valioso al cual merece la pena entregarse de lleno. Frente a cualquier otra actividad, esa búsqueda se presenta como primordial, y las demás ocupaciones, como penúltimas en la vida. Sin la verdad, se difumina lo real, se pierde esa consistencia de la vida y, al faltar la consistencia, esta se torna en algo quebradizo. Esto confiere a la vida una suerte de azaroso acaecer, se pierde su unidad y queda agotada su inmensa fecundidad1.