Eros Desexualizado, Resistencia y Angustia: Exploración de Conceptos Clave en la Teoría Psicoanalítica de Freud
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1. Fundamentación de la noción de Eros desexualizado y su relación con la doctrina del narcisismo
Al hablar de las dos clases de pulsiones (pulsión sexual y pulsión de destrucción), Freud sustituye la oposición entre estas por la polaridad amor-odio. Propone que el odio no solo acompaña al amor (ambivalencia), sino que también puede transformarse en amor y viceversa. Freud aclara que esta transformación no es directa, sino que ocurre mediante un desplazamiento de investidura: se sustrae energía de la moción erótica y se aporta a la moción hostil, y viceversa. Esto supone la existencia, en la vida anímica (en el yo o en el ello), de un conmutador, es decir, una energía desplazable e indiferente que puede agregarse a una moción erótica o destructiva, elevando su investidura total. Esta energía proviene de la acumulación de libido narcisista (Yo) y, por lo tanto, es Eros desexualizado (resignación de las metas sexuales; transposición de libido erótica en libido yoica), ya que las pulsiones eróticas parecen ser más desplazables que las pulsiones de destrucción. Esta libido desplazable trabaja al servicio del Principio del Placer para evitar la estasis y facilitar descargas, sin importar el camino.
Debido a que esta libido desexualizada persevera en el propósito principal del Eros de ligar la energía (descargar), a la vez que se vale de la modalidad del yo (Principio de Realidad) para lograr la descarga, se habla de una libido sublimada. Esta sublimación se produce por la mediación del yo, el cual se apodera de la libido de las investiduras de objeto, atribuyéndose la condición de único objeto de amor, desexualizando o sublimando la libido del ello.
A partir de esto, Freud plantea una ampliación de la doctrina del narcisismo: al principio, toda la libido está acumulada en el ello mientras el yo se encuentra en formación. El ello envía una parte de esta libido a investiduras eróticas de objeto, de las cuales el yo procurará apoderarse e imponerse al ello como objeto de amor. El replanteamiento de la doctrina del narcisismo consiste, entonces, en que el narcisismo del yo es un narcisismo secundario, sustraído de los objetos.
2. La reacción terapéutica negativa como resistencia al análisis: sentimiento inconsciente de culpa y necesidad de castigo
Durante el trabajo analítico, algunas personas, ante muestras de contento y esperanza por parte del analista sobre la marcha del tratamiento, se muestran insatisfechas y su estado empeora. No solo no soportan elogios ni reconocimiento, sino que reaccionan de manera trastornada a los progresos de la cura. En lugar de una suspensión temporal de los síntomas o una mejoría, estos pacientes experimentan un refuerzo momentáneo de su padecer. Esto se denomina reacción terapéutica negativa.
En estas personas, existe una resistencia a la curación, la cual es temida como un peligro, prevaleciendo la necesidad de estar enfermas. Esta resistencia proviene de un sentimiento de culpa, que encuentra satisfacción en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo del padecer (necesidad de castigo). Este sentimiento de culpa es mudo para el enfermo, quien no se siente culpable sino enfermo; se exterioriza solo como una resistencia a la curación.
El sentimiento de culpa consciente (conciencia moral) es fácilmente interpretable, una tensión entre el yo y el ideal del yo que se expresa como una condena del yo. Se evidencia en casos de severidad y crueldad del ideal del yo con respecto al yo (neurosis obsesiva y melancolía).
El sentimiento de culpa inconsciente reside en la defensa del yo mediante la represión de la percepción penosa con que lo amenaza la crítica del superyó, manteniendo lejos el material que genera el sentimiento de culpa. Este es el caso de la histeria.
3. El yo como ser fronterizo y su relación con la angustia: vasallajes y modalidades de angustia derivadas
El yo, como ser fronterizo, sufre las amenazas de tres clases de peligros: el mundo exterior, la libido del ello y la severidad del superyó. La angustia es la expresión de una retirada frente a estas amenazas. Los vasallajes del yo son, entonces: el mundo exterior, el ello y el superyó.
4. Resistencia del ello y del superyó según “Inhibición, síntoma y angustia”
Freud habla de 5 resistencias:
- 3 provenientes del Yo: la represión, la transferencia (repetición) y el beneficio secundario del síntoma (ganancia del yo).
- 1 proveniente del Ello: la compulsión a la repetición.
- 1 proveniente del Superyó: la necesidad de castigo.
La compulsión a la repetición es la resistencia del Ello, un proceso inconsciente por el cual el sujeto se sitúa activamente en situaciones penosas, repitiendo experiencias antiguas sin recordar el prototipo, sino con la impresión de que se trata de algo motivado en lo actual.
En Inhibición, síntoma y angustia (1926), Freud ve en la compulsión a la repetición el tipo mismo de resistencia propio del inconsciente, la atracción de los prototipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido.
Para superar la compulsión de repetición, Freud habla de la necesidad de una reelaboración: reconducir lo que se repite hacia el elemento del pasado correspondiente, poniéndolo en palabras y venciendo la resistencia del inconsciente.
La resistencia del Superyó es la necesidad de castigo, una exigencia interna que lleva a ciertos sujetos a buscar situaciones penosas o humillantes y complacerse en ellas (masoquismo moral).
El término "necesidad de castigo" destaca lo irreductible de la fuerza que impulsa a sufrir y la paradoja de la satisfacción en el sufrimiento. Freud distingue dos casos: personas bajo el dominio de una conciencia moral intensa, aunque inconsciente (sadismo reforzado del superyó), y el masoquismo del yo, que reclama el castigo (del superyó o de poderes externos). El sadismo del superyó y el masoquismo del yo no son simplemente dos vertientes de una misma tensión, sino que se relacionan con la pulsión de muerte.