El enigma de la muerte y la búsqueda del sentido de la vida
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El enigma de la muerte
La muerte es un hecho que preocupa y angustia a gran parte de la humanidad. Es un gran enigma, y nadie sabe qué sucede después de ella: si hay algo más, si nos reencarnamos, etc. Lo que sí sabemos, aunque a veces no queramos aceptarlo por miedo, es que la muerte no avisa y puede llegar en cualquier momento. Nunca sabremos cuál será nuestra última conversación, sonrisa, beso o abrazo. Por eso, es importante vivir la vida felizmente con las personas que amamos.
Pensar en la muerte puede generar miedo, angustia y llanto. A veces, me perjudica durante días. Sé que no sirve de nada preocuparme, porque es tiempo que no estoy disfrutando. Sin embargo, para las personas nerviosas y curiosas como yo, es inevitable.
Entiendo que la muerte llegará un día sin avisar, y que a veces nos toca morir. Nadie sabe qué hay después, pero quiero pensar que sí hay algo. Sería injusto que no hubiera nada después de esta maravillosa vida, y que no pudiéramos disfrutar más de las experiencias.
El sentido de la vida
La pregunta por el sentido de la vida debe ser central para todo ser humano. Cada persona se enfrenta a interrogantes que requieren respuestas convincentes: ¿Para qué y por qué existo? ¿Merece la pena vivir? ¿La historia tiene alguna finalidad? ¿Hay algo después de la muerte?
De nuestras respuestas a estas preguntas dependerá nuestra felicidad y fortaleza para afrontar los problemas. Dado que la pregunta por el sentido de la existencia no es algo puntual, muchos se esfuerzan por buscarlo a diario, conscientes de que, si no lo hacen, su dignidad se degrada. Otros, sin embargo, no tienen interés o capacidad para hacerse estas preguntas. Sus trabajos y preocupaciones diarias absorben toda su atención.
Muchos viven obsesionados por gozar del momento presente, sin pensar en el futuro. Actúan como si fueran a vivir para siempre, sin considerar que la muerte llegará algún día. Viven desorientados y, a veces, pueden llegar a la desesperación.
Cuando no respondemos a la pregunta por el sentido de la vida, perdemos la capacidad de descubrirnos a nosotros mismos y de responder conscientemente a los dones del Creador. Con el tiempo, podemos convertirnos en seres que solo buscan la satisfacción material.
Quien no se plantea el sentido de la vida, se acostumbra a vivir como los demás, sin criterio propio. Puede llegar a convivir con la mentira, el mal y la injusticia, sin confrontarlos ni esperar que algún día sean vencidos por la verdad y la justicia.
Debemos aprender a ser reflexivos y a usar la inteligencia para actuar con criterio y responsabilidad, pensando en el presente, pero sin olvidar que estamos de paso por este mundo.