Empirismo de Locke y Hume: Conocimiento, Causalidad y Moral

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El Empirismo de Locke y Hume

El empirismo es, desde sus orígenes, una corriente filosófica moderna que se desarrolla en pugna con el racionalismo. Lo cierto es que es una prolongación del mismo, que comparte su fe en el poder de la razón y la autonomía de la conciencia. Sin embargo, las disputas de los empiristas no fueron con la filosofía escolástica, sino con racionalistas como Descartes, Spinoza o Leibniz. Dicho brevemente, lo que les diferencia es la búsqueda de los límites de la razón, que para los primeros racionalistas parecía omnipotente. Para los empiristas, la razón es una facultad capacitada para conocer solamente dentro del límite de la experiencia sensible. Los empiristas más conocidos, Locke y Hume, sólo admiten dos tipos de ideas, cuyo origen es la experiencia:

  • Simples: Aquéllas de las que tenemos una referencia directa, como un libro, un árbol o una mesa.
  • Complejas: Mezcla de las ideas simples que poseemos, por ejemplo, la idea de la mesa sobre la que se halla el libro en cuyo interior hay un dibujo del árbol.

En cuestión de moral, el empirismo toma forma de psicologismo asociativo (asociacionismo), que establece valores y predicciones de acuerdo a la experimentación sensacional de placer y dolor. Estos son estímulos producidos por un objeto al que quedan asociados, determinando así el comportamiento en función del impulso de aumentar el placer o disminuir el dolor.

Hume: Teoría del Conocimiento

Para Hume, toda idea tiene su origen en las impresiones. Las impresiones son la percepción directa de las cosas. Pueden ser simples, como la percepción del color rojo en una superficie lisa; o complejas, como la vista panorámica de una ciudad. Las ideas son imágenes, representaciones mentales de las impresiones, pero carecen de su fuerza y vivacidad. Entre las ideas, Hume distingue dos tipos:

  • Simples: Son aquellas que obtenemos mediante la sensibilidad (los 5 sentidos) y están unidas a lo corpóreo.
  • Complejas: Son aquellas semejantes a impresiones complejas, o producidas por la reflexión con los datos ofrecidos por los sentidos. En este último caso, pueden ligar objetos y emociones, conduciendo las pasiones.

Razonar consiste en establecer relaciones, entre las que podemos distinguir relaciones de hecho y relaciones de ideas. Las relaciones sobre hechos son contingentes; no hay ninguna necesidad de que los hechos sean tal como de hecho son, ni ninguna necesidad de que se relacionen como de hecho se relacionan. Las proposiciones sobre hechos dicen algo, pero solo son probables.

Las relaciones sobre ideas (o de relaciones) son necesarias; su verdad deriva de que lo contrario de una de tales proposiciones constituye una contradicción. Las proposiciones sobre relaciones son absolutamente ciertas, pero no dicen nada de lo que hay.

Hume afirma que no puede pasarse de unas proposiciones a otras, ya que son completamente heterogéneas entre sí. Las proposiciones verdaderas sobre hechos están fundadas en la experiencia; las proposiciones verdaderas sobre creencias están fundadas en la no contradicción.

Crítica de la Idea de Sustancia y de la Causalidad

La Crítica a la Sustancia

Si todas las ideas proceden de la experiencia, hemos de buscar para cada una de ellas, sea simple o compleja, la impresión simple o compleja que ha dado origen a nuestras ideas. El empirismo es, en este sentido, heredero de Occam: todo lo que no tenga una raíz empírica es prescindible y hay que eliminarlo. La noción de sustancia, tal como es para Descartes y Spinoza, es una noción de la que Locke afirma que no se tiene experiencia. Hume sigue la estela de Locke, y explica que ideas como la de sustancia se explican por la tendencia natural de la mente a buscar lo incondicionado, que se ha manifestado en la creencia en tres sustancias sobre las que tradicionalmente se ha apoyado toda la filosofía:

  • Dios: Como tenemos voluntad y la ejercemos sobre las cosas, creemos que aquellas que escapan a nuestro poder están gobernadas por otra voluntad, Dios. Pero carecemos de experiencia de Dios, y en ciencia no podemos contar con él.
  • Mundo: Dado el límite de nuestra experiencia, dentro del cual aplicamos la razón, creemos descubrir un orden de las cosas que va más allá de nuestra experiencia, siendo el orden de una totalidad que llamamos mundo. Pero al no tener experiencia de esa totalidad, no podemos saber si existe, ni si, de existir, tiene un ordenamiento coherente con el que creemos conocer.
  • Yo: Asumimos la estabilidad y constancia del Yo. Pero el Yo cambia de acuerdo al mundo que le circunda, es decir, a las sensaciones que le provocan las impresiones. El Yo es para Hume un mero haz de percepciones.

La Crítica a la Causalidad

La noción de causalidad es la más importante de la ciencia porque en ella se fundamentan las relaciones de hecho, que son las que fundamentan el edificio de la física moderna. Hume afirma que la noción misma de causalidad obedece a un incorrecto uso de la razón, pues asumimos el proceso causa-efecto como una relación necesaria (constante) entre hechos, y le asignamos valor demostrativo, cuando, al ser una relación entre hechos, es contingente y su valor de verdad solo probable. Las relaciones necesarias se dan solamente entre las relaciones de ideas; no entre los hechos. Así que, no hay ninguna razón para suponer que, dado un efecto, deba haber una causa invariablemente unida a él. La causalidad misma, esa necesidad inferencial cuyo valor es demostrativo, jamás ha sido objeto de nuestra experiencia.

Creencia y Costumbre

(Se repite la crítica de causalidad para completar el sentido de la creencia y la costumbre en Hume)

La noción de causalidad es la más importante de la ciencia porque en ella se fundamentan las relaciones de hecho, que son las que fundamentan el edificio de la física moderna. Hume afirma que la noción misma de causalidad obedece a un incorrecto uso de la razón, pues asumimos el proceso causa-efecto como una relación necesaria (constante) entre hechos, y le asignamos valor demostrativo, cuando, al ser una relación entre hechos, es contingente y su valor de verdad solo probable. Las relaciones necesarias se dan solamente entre las relaciones de ideas; no entre los hechos. Así que, no hay ninguna razón para suponer que, dado un efecto, deba haber una causa invariablemente unida a él. La causalidad misma, esa necesidad inferencial cuyo valor es demostrativo, jamás ha sido objeto de nuestra experiencia. Esta crítica despoja al ser humano de toda posibilidad de conocimiento científico y lo arroja al escepticismo. Sin embargo, la confianza en la razón, tan notoria en el siglo de las luces, ha de tener alguna explicación.

Esta seguridad que albergamos sobre el orden causal del mundo es una creencia y se fundamenta en la costumbre (hábito). Para Hume, la noción de causalidad resulta aceptable en virtud de una creencia natural que, al mismo tiempo que destruye su universalidad a priori, la hace plausible en virtud de un hábito o costumbre. La costumbre se opone aquí, por lo tanto, al razonamiento, y aun cuando el propio Hume indica taxativamente que con este término no pretende haber dado razón última de tal propensión humana, el hecho es que la misma constituye el único principio que hace útil nuestra experiencia y nos hace esperar en el futuro una serie de efectos similares a los que han tenido lugar en el pasado.

La Moral

Hume: Las Pasiones y la Libertad (Autonomía)

Frente a la corriente dominante de la Ilustración, que ve en la razón la fuerza que impulsa a la humanidad hacia la libertad, Hume afirma que son las pasiones las que gobiernan nuestra vida. La razón guía, pero no mueve al ser humano, como el jinete guía al caballo, aunque no son sus piernas las que se mueven. Hume distingue dos tipos de pasiones:

  • Directas: Son las relacionadas con el cuerpo a través del placer y del dolor, que producen en nosotros inclinación o aversión hacia dichas sensaciones.
  • Indirectas: Estas, más complejas, tienen que ver con las asociaciones que hacemos de impresiones o ideas (reflexión), ligando unas sensaciones con otras o con objetos.

Aunque se aleje del racionalismo por los límites que atribuye a la razón, comparte con los racionalistas la autonomía de la conciencia en el proceso del conocimiento, e insiste, como ilustrado, en la necesidad de la libertad, no ya desde la perspectiva moral y política, sino entendida como espontaneidad, y, por tanto, como un hecho del que poseemos una experiencia interna reconocible en los demás que forma parte de la naturaleza humana.

Hume: La Simpatía y la Naturaleza Humana

Podría parecer que la filosofía de Hume aboca a un solipsismo social, pero, en consonancia con Hutcheson, apela a la simpatía como fundamento de las relaciones sociales. La simpatía es entendida como conocimiento de las pasiones de los demás y es el medio de comunicación social. Funciona como mecanismo psicológico causal, que permite no sólo conocer sino también compartir las pasiones. Hume supone algún tipo de naturaleza humana. Aunque por lo general resalten más las diferencias entre las personas, lo cierto es que en todos sitios se tiene una idea de la justicia, de lo que está bien y lo que está mal, y todos somos capaces de sentir placer y dolor. La benevolencia es una acción natural deseable que se da en cualquier parte del mundo y que no obedece a ningún tipo de racionalidad, sino a la simpatía. Sin embargo, la sociedad política requiere ir más allá y dar un paso hacia la artificiosidad del Estado. Aparece aquí el utilitarismo de Hume: para él, la utilidad pública es el único origen de la justicia, valor sobre el que se asienta la organización social como Estado.

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