Egospótamos: El Ocaso de Atenas y la Estrategia Espartana de Lisandro

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La Batalla de Egospótamos: Preludio y Desarrollo

2.1.25 La Advertencia de Alcibíades

Alcibíades, tras observar desde las murallas a los atenienses anclados en la playa, lejos de cualquier ciudad, mientras buscaban recursos en Sesto, a quince estadios de las naves, y a los enemigos en el puerto, llevando todo hacia la ciudad, afirmó que no estaban anclados en un buen lugar. Sin embargo, los animó a trasladarse a Sesto, tanto junto al puerto como junto a la ciudad. «Estando allí, combatiréis cuando queráis», dijo.

2.1.26 La Desestimación de los Generales

Los generales, sobre todo Tideo y Menandro, le ordenaron que se marchara, pues ahora ellos eran los estrategos, no él. Y él, por su parte, se fue.

2.1.28 El Ataque Espartano

Lisandro, seguidamente, ordenó navegar rapidísimo. Tórax también avanzó llevando la infantería. Conón, al ver a la armada atacando, ordenó correr en ayuda con todas sus fuerzas hacia las naves. Tras haberse dispersado los hombres, algunas de las naves eran birremes, otras monorremes y otras estaban completamente vacías.

2.1.29 La Huida de Conón y la Páralos

Conón, huyendo con las nueve naves, cuando supo que la situación de los atenienses estaba perdida, se detuvo frente a la parte alta de Lámpsaco y capturó de allí las velas grandes de las naves de Lisandro. Este último zarpó con ocho naves hacia Chipre junto a Enágoras, mientras la Páralos se dirigía a Atenas para anunciar lo sucedido.

Consecuencias y Represalias Tras la Victoria Espartana

2.1.30 La Captura de Estrategos y el Mensaje a Lacedemonia

Lisandro condujo tanto las naves como los prisioneros y todas las demás cosas hacia Lámpsaco. Capturó a otros estrategos, incluyendo a Filocles y Adimanto. Por la mañana, llevó a cabo estas acciones y envió a Teopompo, el pirata milesio, hacia Lacedemonia, quien, tras llegar al tercer día, informó.

2.1.32 La Ejecución de los Prisioneros Atenienses

Se decían también otras muchas cosas, y se resolvió matar a cuantos prisioneros fuesen atenienses, a excepción de Adimanto, porque solo él censuró en la asamblea la votación sobre la amputación de las manos. Fue acusado por algunos de traicionar las naves. Y Lisandro, tras preguntar en primer lugar a Filocles —el que arrojó a los Andrios y los Corintios— qué sería merecedor de sufrir por haber comenzado a violar la ley de los griegos, lo degolló.

El Lamento de Atenas y la Expansión del Dominio Espartano

2.2.3 La Noticia de la Derrota en Atenas

En Atenas, una vez llegada la Páralos de noche, se anunció la desgracia, y un lamento recorrió desde el Pireo, a través de los Muros Largos, hasta la ciudadela, mientras uno se lo contaba al otro. De manera que nadie durmió aquella noche, no solo llorando a los aniquilados, sino mucho más todavía por ellos mismos, considerando que sufrirían lo mismo que ellos habían hecho a los melios, que eran colonos de los lacedemonios, tras vencerlos en un asedio; y a los histieos, a los escioneos, a los toroneos, a los eginetas y a otros muchos griegos.

2.2.5 La Consolidación del Poder de Lisandro

Lisandro, llegando desde el Helesponto con doscientas naves hasta Lesbos, organizó las demás ciudades de esa zona, incluyendo Mitilene. Hacia las regiones de Tracia, envió a Eteónico con diez trirremes, quien allí cambió a todas las ciudades a favor de los lacedemonios.

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