Educación para la Universalidad Democrática: Formando Ciudadanos Autónomos
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Educar es Universalizar
Bajo el rótulo de “educación” se acogen fórmulas muy distintas en el tiempo y en el espacio. Ese proceso de enseñanza nunca es una mera transmisión de conocimientos objetivos o de destrezas prácticas, sino que se acompaña de un ideal de vida y de un proyecto de sociedad. La educación es tarea de sujetos y su meta es formar también sujetos, no objetos ni mecanismos de precisión: de ahí que venga sellada por un fuerte componente histórico-subjetivo, tanto en quien la imparte como en quien la recibe.
Semejante factor de subjetividad viene determinado por la tradición, las leyes, la cultura y los valores predominantes de la sociedad en que ambos establecen su contacto. La educación trata más bien de acuñar una precisa orientación social: la que cada comunidad considera preferible. Durkheim insistió en que “el hombre que la educación debe plasmar dentro de nosotros no es el hombre tal como la naturaleza lo ha creado, sino tal como la sociedad quiere que sea”. Así, nuestro ideal pedagógico es obra de la sociedad.
La Educación: ¿Conservadora o Transformadora?
¿Cómo podemos esperar que el paso por la escuela propicie la formación de personas capaces de transformar positivamente las viejas estructuras sociales si es la sociedad quien establece los ideales de la tarea educativa? ¿Tiene que ser la enseñanza obligatoriamente conservadora, instructora para el conservadurismo de modo que el fulgor revolucionario de los educandos sólo se encenderá por reacción contra lo que se les inculca y nunca como una de las posibles formas de comprenderlo adecuadamente? La respuesta no puede ser un simple “sí” o “no”.
En primer lugar, conviene afirmar la dimensión conservadora de la tarea educativa. La sociedad prepara a sus nuevos miembros del modo que le parece más conveniente para su conservación, no para su destrucción. La educación es ante todo transmisión de algo y sólo se transmite aquello que quien ha de transmitirlo considera digno de ser conservado.
En segundo lugar, la sociedad nunca es un todo fijo, acabado, en equilibrio mortal. En ningún caso deja de incluir las tendencias diversas que también forman parte de la tradición que los aprendizajes comunican. La escuela no transmite exclusivamente la cultura dominante, sino más bien el conjunto de culturas en conflicto del grupo en el que nace.
Responsabilidad y Transformación en la Educación
Quien pretende educar se convierte en cierto modo en responsable del mundo ante en neófito. Hacerse responsable del mundo no es aprobarlo tal como es, sino asumirlo conscientemente por lo que es y porque sólo a partir de lo que es puede ser enmendado. No hay peor educador que el que en vez de explicar el pasado al que pertenece, se desliga de él como si fuese un recién llegado y bloquea la perspectiva crítica que deberían ejercer los neófitos, a los que enseña a rechazar lo que aún no han tenido oportunidad de entender.
La educación transmite porque quiere conservar, y quiere conservar porque valora positivamente ciertos conocimientos, comportamientos, habilidades e ideales. Nunca es neutral. Intenta favorecer un tipo de hombre frente a otros, un modelo de ciudadanía, de disposición laboral… Ningún maestro puede ser verdaderamente neutral, es decir, escrupulosamente indiferente ante las diversas alternativas que se ofrecen a su discípulo.
Lo que sigue está dirigido a quienes están convencidos de la deseabilidad social de formar individuos autónomos capaces de participar en comunidades que sepan transformarse sin renegar de sí mismas, que se abran y se ensanchen sin perecer.
La Universalidad Democrática como Ideal Educativo
El ideal básico que la educación actual debe conservar y promocionar es la universalidad democrática. Universalizar significa no excluir a nadie del proceso educativo. Durante siglos, la enseñanza ha servido para discriminar a unos grupos humanos frente a otros. Universalizar la educación consiste en acabar con tales manejos discriminadores. El aprendizaje básico de los primeros años no debe regatearse a nadie ni ha de dar por supuesto que se ha nacido para mucho, para poco o para nada. Cada cual es lo que demuestra con su empeño y habilidad, el esfuerzo educativo es siempre rebelión contra el destino.
En las épocas pasadas, el peso del origen se basaba sobre todo en el linaje socioeconómico de cada cual, y en la separación de sexos. Hoy siguen vigentes ambos criterios antiuniversalistas en demasiados lugares de nuestro mundo. De este modo, la educación se convierte en una perpetuación de la fatal jerarquía socioeconómica, en lugar de ofrecer posibilidades de movilidad social y de un equilibrio más justo.