La Educación en España durante la Dictadura Franquista: Adoctrinamiento y Represión
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El período de la dictadura del General Franco, evocado en algunos contextos como la Longa Noite de Pedra por su opresión cultural y social, supuso un drástico retroceso en el proceso de modernización de la educación española que se había iniciado durante el siglo XIX. Con la llegada de Franco al poder, se erradicaron todos los avances e ilusiones que había generado la Segunda República. La escuela comenzó a utilizarse como un instrumento fundamental para el adoctrinamiento en los valores afines al régimen. Este oscuro período en la historia de la educación española se puede dividir, a grandes rasgos, en tres etapas:
- El Nacionalcatolicismo
- La Transición (etapa no desarrollada en este extracto)
- La Tecnocracia (etapa no desarrollada en este extracto)
El Nacionalcatolicismo: La Escuela al Servicio del Régimen
Durante la primera etapa, dominada por la ideología del Nacionalcatolicismo, se implementaron una serie de cambios drásticos en el sistema escolar con el objetivo de legitimar la dictadura y asegurar la adhesión ideológica de las nuevas generaciones. Entre estas medidas destacaban:
- La obligatoriedad de tener símbolos religiosos y políticos del régimen en las aulas.
- El izado de la bandera nacional todas las mañanas, acompañado de cantos patrióticos.
- Los discursos del profesorado, cargados de contenido ideológico favorable al franquismo.
Para llevar a cabo esta transformación, se actuó prioritariamente sobre el profesorado a través de la denominada depuración del magisterio.
La Depuración del Magisterio
La depuración del magisterio consistió en un proceso sistemático de investigación y sanción destinado a determinar la afinidad ideológica de los maestros con el nuevo régimen. A los maestros formados y en ejercicio durante la República se les acusaba de haber forjado generaciones de «republicanos y anarquistas».
Proceso de Depuración
Para ejecutar este proceso, se constituyeron en cada provincia unas Comisiones Depuradoras. Estas comisiones eran las encargadas de recabar información sobre los docentes a través de diversos informes que procedían de múltiples fuentes:
- El alcalde de la localidad.
- El comandante del puesto de la Guardia Civil.
- El cura párroco.
- Las denominadas «personas de bien» o «familias de buena reputación» de la comunidad.
Con base en estos informes, se elaboraba un pliego de cargos donde se exponían las acusaciones formuladas contra el maestro. Dicho pliego se notificaba al interesado, concediéndole un exiguo plazo de diez días para presentar alegaciones, defenderse o, en algunos casos, renunciar a los cargos. Los testimonios y avales del cura, de miembros de la Falange o de «familias de bien» solían tener un peso considerable y determinante en la resolución final del expediente.
Consecuencias para los Maestros
Los maestros que, tras el proceso de depuración, eran considerados no afines al régimen franquista sufrían diversas y severas sanciones:
- Suspensión de empleo y sueldo.
- Traslado forzoso a localidades lejanas de sus familias, lo que equivalía a un destierro.
- En los casos más graves, algunos fueron encarcelados o incluso asesinados.
Los maestros depurados no pudieron acceder a oposiciones libres para el ejercicio de la docencia hasta el año 1946. Hasta esa fecha, las plazas de maestro se reservaron prioritariamente para personas con probada lealtad al régimen, tales como excombatientes del bando nacional, huérfanos de «caídos por Dios y por España», excautivos y mutilados de guerra.
Requisitos para Ejercer y Estudiar Magisterio
Para poder cursar estudios de Magisterio durante este período, era imprescindible presentar un certificado de buena conducta expedido por el cura párroco y otro de adhesión al Movimiento Nacional emitido por la Falange. Adicionalmente:
- Las mujeres debían completar cursos de formación política y social en las Secciones Femeninas de la Falange.
- Los hombres debían participar en campamentos de la Organización Juvenil Española (OJE).
Estos requisitos y el férreo control ideológico sobre la formación de los futuros maestros se mantuvieron vigentes hasta la muerte del dictador Francisco Franco.
Maestros Exiliados
Ante la dureza de este proceso represivo y la falta de garantías, muchos maestros optaron por el exilio para escapar de la persecución. Entre ellos se encontraban figuras destacadas de la pedagogía española como:
- Simeone Omeya, exiliado y fallecido en Francia.
- Herminio Almendros, quien se exilió primero en Francia y posteriormente desarrolló su labor en Venezuela y Cuba.
- Lorenzo Luzuriaga, que encontró refugio y continuó su trabajo en Gran Bretaña y Argentina.
Depuración de Libros y Textos Escolares
Paralelamente a la depuración del personal docente, se llevó a cabo una exhaustiva depuración de libros de texto y material escolar. Se impuso la obligación de incluir dos capítulos adicionales en los manuales de historia y formación cívica: uno dedicado a la exaltación de la «Gloriosa Cruzada Nacional» (eufemismo para la Guerra Civil) y otro a la figura del Generalísimo Franco. Además, se modificaron títulos de obras preexistentes y se suprimió sistemáticamente la autoría de aquellos escritores y pedagogos considerados desafectos al régimen.
Control e Inspección Educativa
Se establecieron, asimismo, rigurosos sistemas de control e inspección educativa para asegurar el cumplimiento de las directrices ideológicas. Con frecuencia, la figura del inspector de educación era desempeñada por sacerdotes, reforzando así el carácter confesional y adoctrinador de la enseñanza.
La Ley de Educación Primaria de 1945
En 1945, la promulgación de la Ley de Educación Primaria vino a consagrar legalmente la religión católica como el pilar fundamental de la vida social y educativa en España. Esta ley consolidó la influencia y el control preponderante de la Iglesia Católica sobre la enseñanza primaria. Durante esta primera etapa del franquismo, la Iglesia acumuló un poder e influencia sin precedentes en el sistema educativo español, modelando la mente y el espíritu de varias generaciones.