Educación en la Antigua Roma: Niveles, Métodos y Materiales Didácticos
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1. La educación en la Antigua Roma
1.1. Finalidad
La educación romana tenía como principal objetivo transmitir a los muchachos el ideal de virtus, que comprendía la consagración a la comunidad y el heroísmo cívico, el respeto a las tradiciones ancestrales y el respeto a las leyes divinas.
1.2. Niveles educativos
De los siete a los doce años
- Maestro privado: Los ciudadanos acomodados confiaban a sus hijos a un maestro privado, el paedagogus. Se trataba normalmente de un esclavo o liberto instruido, a menudo de origen griego, que enseñaba al niño la lengua griega, que se había difundido con gran prestigio por todo el mundo antiguo.
- Escuela o ludus: Los ciudadanos menos ricos que no podían permitirse un maestro privado enviaban a sus hijos a la escuela (ludus o ludus litterarius). La escuela no era pública, sino que pertenecía al maestro, que era retribuido por las familias de los alumnos.
Con el maestro (ludi magister) los niños aprendían a leer, a escribir y a contar. Había distintos profesores: el litterator, que enseñaba a leer y a escribir; el calculator, que enseñaba a contar, y el librarius, que perfeccionaba las habilidades de escritura. Las niñas también podían frecuentar esta escuela.
Más de doce años
- Muchachos: A partir de los doce años, ellos continuaban sus estudios durante tres o cuatro años más con el grammaticus, que impartía lecciones de lengua y literatura latina y griega, y nociones de historia, geografía, física y astronomía.
- Muchachas: Las muchachas aprendían el oficio de amas de casa y se preparaban para casarse.
Tras la escuela
Los muchachos destinados a la vida política, tras la escuela del grammaticus, aprendían la retórica de los rhetores. La retórica era el arte de hablar en público, en el Senado o en el foro.
1.3. Material didáctico
Los estudiantes romanos escribían sobre tabulae, unas tablillas de madera recubiertas de cera. Para escribir se utilizaba una caña rígida terminada en punta, el stilus, que rayaba la cera. En la otra punta del stilus había una especie de espátula plana que servía para borrar.
En otros casos, los estudiantes escribían con tinta sobre rollos de papiro (hechos a partir de la planta cultivada en Egipto). Para trazar las letras sobre el papiro se utilizaba una caña acabada en punta (calamus) o una pluma de ave.
El papiro se guardaba enrollado. Se podía transportar con facilidad. Pero era difícil localizar en los papiros un pasaje concreto; eran muy frágiles, debían sujetarse con las dos manos para leerlos y era preciso volver a enrollarlos al acabar cada lectura (umbilicus). Por estos motivos, a finales del Imperio romano se adoptó un nuevo material de escritura, el pergamino (hecho de piel de animal), y un nuevo formato de encuadernación, el códice. El códice ya se parece a un libro actual. Los códices eran más resistentes, más fáciles de almacenar, más manejables, y además se localizaban en ellos los pasajes con mayor rapidez.
Para ayudarse en las cuentas matemáticas, los niños utilizaban sencillamente pequeñas piedras (calculi) o un ábaco (abacus).