Ecosistemas y Flora Atlántica: Factores, Especies y Aprovechamiento en España

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Factores que Moldean la Vegetación Atlántica

La vegetación de la región atlántica, inserta a su vez en la región floral eurosiberiana, está afectada por las variantes más puras del clima oceánico. Sus dos características fundamentales son las temperaturas moderadas (en especial la ausencia de un calor excesivo) y las lluvias abundantes (ningún mes sin precipitaciones). Además, los paisajes vegetales están influidos por la altitud o su orientación en las zonas de umbría, que condicionan las características de temperatura y humedad y, con ello, la presencia de unas especies vegetales u otras. Por otro lado, la acción humana sobre el paisaje natural —como la silvicultura, la agrarización de los bosques, la sustitución de especies con mayor rentabilidad económica (castaño, pino, eucalipto) o, en las últimas décadas, la provocación de incendios— también ha contribuido a lo largo del tiempo a dar forma a los espacios vegetales.

Especies Clave y Formaciones Vegetales del Atlántico

La vegetación climácica del dominio oceánico es el bosque caducifolio, con árboles que pierden sus hojas durante la estación más desfavorable (en la Península Ibérica, durante el otoño), adaptados a precipitaciones abundantes y a temperaturas sin grandes extremos. Suelen ser árboles elevados que pueden formar manchas espesas, con un sotobosque relativamente pobre debido a la escasez de luz a ras de suelo, consecuencia de las densas sombras. Dos especies dominan el bosque caducifolio atlántico: el roble y el haya.

  • Los robles comunes o carballos (Quercus robur), muy robustos, exigen humedad, rechazan tanto el calor como el frío excesivo y necesitan suelos silíceos. Pueden situarse cerca de la costa y de las riberas de ríos.
  • El roble albar (Quercus petraea), más liviano, precisa de menos temperaturas y ocupa zonas más altas. Ambas especies se localizan en Galicia, la Cordillera Cantábrica, algunas zonas del Sistema Central, el Sistema Ibérico y Sierra Morena.
  • Por su parte, el haya (Fagus sylvatica) tolera muy bien el frío intenso, pero muy mal el calor, y prefiere los suelos calizos. Los hayedos se sitúan en zonas entre los 900 y 1600 metros de altitud del oriente gallego, la Cordillera Cantábrica, los Pirineos y algunos puntos aislados del Sistema Central (Hayedo de Montejo, en Madrid) o en la Sierra del Montseny.

Los sotobosques atlánticos, más bien ralos, están compuestos por diversas especies de helechos y musgos, adaptados a la sombra y la humedad.

Transiciones y Formaciones Secundarias

En la transición del clima oceánico al mediterráneo pueden darse los bosques marcescentes, especies que mantienen la hoja seca hasta que va creciendo la nueva, como es el caso del roble melojo en el interior gallego y regiones al sur de la Cordillera Cantábrica, ya en la Submeseta Norte. Otras formaciones boscosas, en este caso secundarias, son los castañares y las repoblaciones de pinos y eucaliptos, cuyas rentabilidades económicas no disimulan las externalidades negativas sobre los ecosistemas.

Matorrales y Prados Atlánticos

La formación de matorral atlántica, producto de la acción humana, es la landa, no demasiado densa y donde abundan el brezo, el tojo y la genista. En el último escalón de degradación vegetal, se encuentran los prados, formaciones herbáceas muy habituales en los climas oceánicos.

Usos y Valor Económico de la Vegetación Atlántica

Durante siglos se explotaron intensivamente los robledales y hayedos como fuente maderera para la construcción de barcos, estructuras de casas, herramientas, elaboración de carbón vegetal, leña, etc. Muy disminuidos actualmente, y sin una gestión forestal adecuada, el uso de robles y hayas como maderas de calidad es minoritario. Los pinares y las plantaciones de eucaliptos ofrecen buenos rendimientos para la industria de la celulosa; sin embargo, sus efectos son muy nocivos, tanto para el suelo (empobrecimiento) como por la contaminación generada por las fábricas. La resina obtenida de los pinos se utiliza en numerosos productos de la industria química, no solo en pinturas. Los castañares ofrecen fruto de mesa y alimento para el ganado; su madera también es muy apreciada. De las landas se obtienen “camas” para el ganado. Los brezales sustentan cierta actividad apícola, así como la minoritaria artesanía de las pipas de fumar. Los pastos atlánticos sirven de alimento para una ganadería semiestabulada (en España, fundamentalmente bovina, que se alimenta de pienso). En las últimas décadas, una parte significativa del aprovechamiento económico se ha derivado de actividades de ocio, como el turismo rural y el senderismo.

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