La Duda Metódica y el Cogito Ergo Sum de Descartes
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La Duda Metódica y el Cogito Ergo Sum de Descartes
La Búsqueda de la Verdad Absoluta
Tras descubrir que es un ignorante, Descartes trata de buscar un conocimiento estable, utilizando la razón como instrumento (pues es lo común a todos los hombres). Según el autor, la razón debe regirse por el procedimiento matemático (deducciones mediante unos principios evidentes). De esta forma, Descartes trata de buscar un método para guiar a la razón y que esta no cometa errores en la búsqueda de una verdad absoluta de la que partan las demás verdades mediante la deducción.
Las Reglas del Método
En su libro Reglas para la dirección del espíritu, Descartes había elaborado una lista de 36 reglas por las que la razón debía regirse, que son reducidas a 4 en el Discurso del método:
- La regla de la evidencia: no reconocer como cierta ninguna cosa que no se presente como evidente e indudable a la razón.
- La regla del análisis: desmenuzar las cosas hasta llegar a sus componentes más simples (que podrán ser captados por la intuición como absolutamente verdaderos).
- La regla de la síntesis: reflexionar desde lo más simple a lo más complejo y relacionar unos conceptos con otros (deducción).
- La regla de la revisión: hacer enumeraciones y revisiones generales para corregir fallos.
La Duda Metódica y sus Niveles
Centrándonos en la primera regla (de la evidencia), podemos afirmar que se trata de aplicar un método basado en la duda, pero no una duda escéptica (de verdad) sino una duda metódica, para llegar a una verdad indudable. Descartes, al aplicar esta regla, distingue distintos niveles de duda posibles:
- El primer nivel: la duda de si los sentidos nos aportan un conocimiento verdadero sobre las cosas.
- El segundo nivel: la duda acerca de la realidad que nos rodea.
- El tercer nivel: la duda sobre las verdades matemáticas, puesto que podría existir un genio maligno que nos hiciese cometer errores cada vez que hacemos un razonamiento matemático.
El Cogito Ergo Sum
Intentando dudar de todo, Descartes se percata de que hay algo que es indudable: que está pensando. De esta forma, esta consiste en la primera verdad absoluta que buscaba: Cogito ergo sum (pienso, luego existo). A partir de este momento aplica el término de res cogitans al hablar de él mismo, pues pasa a identificarse como una sustancia, un alma que puede existir independientemente de todo, cuya esencia es pensar.
Críticas al Cogito y al Concepto de Alma
Numerosos críticos han puesto en duda tanto el Cogito ergo sum como la existencia de un alma. Con respecto al Cogito, afirman que se trata de un silogismo al que le falta una primera premisa que Descartes toma como evidente: “todo lo que piensa existe”. Para evitar esta crítica, Descartes pasa a presentar su Cogito ergo sum como una intuición. Por otra parte, autores como Lichtenberg afirman que Descartes no está autorizado a deducir la existencia de un alma inmortal por el mero hecho de que exista pensamiento. Además, podemos apreciar cierta semejanza con Agustín de Hipona, quien afirmó Si fallor, sum (si me equivoco, existo).
El Criterio de Certeza
Tras haber obtenido su primera verdad, Descartes trata de establecer un criterio de certeza: la claridad (ver las cosas de forma inmediata) y la distinción (poder diferenciar todas sus partes). Sin embargo, autores como Arnauld y Gassendi plantearon que este criterio consiste en un círculo vicioso, puesto que Descartes afirma que Dios existe gracias a este criterio, pero a la vez manifiesta que la claridad y la distinción son criterios seguros porque Dios lo garantiza.