El dualismo ontológico de Platón: El mundo sensible y el mundo inteligible
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La filosofía presocrática y el problema del ser y el devenir
La filosofía presocrática centró su esfuerzo en descubrir el principio o esencia de la physis (naturaleza). El problema del ser y el devenir era el esquema sobre el que se llevaba a cabo esta reflexión. Para los filósofos presocráticos, comprender los cambios que observaban en la naturaleza y sus causas fue uno de los debates más importantes en el nacimiento de la filosofía.
Se dieron numerosas soluciones a este debate en torno al arché o principio que estaba detrás del devenir de la naturaleza. El debate llegó a un punto de desencuentro con Heráclito y Parménides. Mientras que Heráclito postulaba que los cambios son la verdadera esencia de la naturaleza y que estos tienen “un logos” que los explica, Parménides consideraba que estos cambios son una mera apariencia y que la verdadera esencia de la naturaleza —el ser— no podía experimentar cambio alguno. Para Parménides, el cambio suponía el paso del no ser al ser, algo inadmisible desde el punto de vista de la lógica griega, para la cual la idea de creación (que más tarde introdujo el cristianismo) era inconcebible.
Platón y la teoría de las ideas
Platón, heredero del pensamiento socrático, consideraba que el conocimiento solo puede versar sobre lo universal y necesario, es decir, sobre lo que no cambia. Platón resuelve esta situación planteando un dualismo ontológico que contrapone el mundo sensible y el mundo inteligible como ámbitos de la realidad opuestos, pero que se complementan. La ontología o concepción platónica de la realidad está desarrollada en su conocida teoría de las ideas.
Como hemos señalado, la teoría de las ideas en su versión definitiva divide la realidad en dos mundos: el sensible y el inteligible. Se proyecta deductivamente como el principal dualismo en la totalidad de la filosofía platónica. Tiene consecuencias determinantes para la concepción del hombre, la teoría del conocimiento, la ética y la política.
Evolución de la teoría de las ideas
Platón no expuso la teoría de las ideas de un modo sistemático (completo y terminado). La desarrolló, a lo largo de su vida y de su obra (sobre todo en los diálogos de madurez), de un modo disperso y heterogéneo. Por ello, tenemos que hablar, en sentido estricto, de una evolución de la teoría de las ideas.
Presentamos a continuación las etapas de esta evolución:
- En los diálogos socráticos, el tema de las ideas aún no aparece.
- En los diálogos de transición, como el Menón, las ideas se presentan, en un sentido lógico, como conceptos generales o definiciones universales de las cosas que nos permiten conocerlas científicamente. En este diálogo aparece formulada la denominada teoría de la reminiscencia, después reformulada en el Fedro, que supone una anticipación y un claro precedente de la posterior teoría de las ideas.
- En los diálogos de madurez, como Banquete, Fedón, Fedro y República, las ideas se presentan por primera vez en un sentido ontológico, como entidades subsistentes, como realidades que tienen existencia separada o por sí misma. Aquí, la teoría tiene como principal supuesto una duplicación de la realidad en dos ámbitos distintos y separados: el mundo sensible (kósmos aisthetós) y el mundo inteligible (kósmos noetós). Platón distingue entre el mundo sensible, que es el mundo de las apariencias y de los fenómenos cambiantes, es decir, de la naturaleza, y el mundo inteligible, que es el mundo de las ideas. Las ideas poseen una existencia real e independiente tanto del pensamiento humano como de las cosas que representan. En estas obras, las ideas son consideradas esencias subsistentes, separadas de las cosas. Las características ontológicas de las ideas, contrarias a las del mundo sensible (finito, mutable, singular e irracional), son las siguientes: eternas, inmutables, universales e inteligibles (pueden ser conocidas por la razón). Las ideas subsisten eternamente en un lugar celeste (tópos ourános), que está en continuo movimiento circular (único movimiento perfecto) y de acuerdo con una jerarquía de mayor a menor perfección ontológica (República), desde las más universales a las más próximas al mundo sensible: en primer lugar, circula la idea del bien, principio de todas las demás, de la cual todas participan y hacia la cual todas tienden; después, las ideas de Justicia, Belleza, Ser, Identidad, Diferencia, Repouso y Movimiento. Luego, las ideas matemáticas de los números y sus clases, relaciones y figuras, seguidas de las ideas abstractas y, finalmente, las ideas de los seres sensibles y cambiantes, tales como la idea de fuego, hombre, caballo, mesa, etc. Las ideas son el fundamento ontológico, es decir, la causa explicativa de la multiplicidad de los seres del mundo sensible. Las realidades del mundo sensible participan (méthexis) en diverso grado de la perfección ontológica de las ideas. Estas entidades son modelos ideales o causas ejemplares de las cosas a las que los seres sensibles imitan (mímesis). Además, las ideas están presentes y se manifiestan (parousía) en todos los seres como su esencia, es decir, aquello en que realmente consisten. Las cosas aspiran a realizar su ideal, a la realización material de su idea. Así, todos los seres tienden por naturaleza al cumplimiento de su esencia, como realización de su bien particular y como consecución de su fin último (télos). Por lo tanto, las ideas son también las causas finales de las cosas.
- En los diálogos críticos o de vejez, como el Parménides, Platón se cuestiona abiertamente la teoría de las ideas por las dificultades que presenta. Por un lado, critica la existencia de ideas de todos los seres sensibles; considera que son indubitables las ideas principales de la jerarquía (éticas, políticas, estéticas, metafísicas, matemáticas) y son aceptables las ideas intermedias de la jerarquía (por ejemplo, las de hombre, fuego, agua…), pero no admite que existan las ideas más bajas de la jerarquía, correspondientes a objetos inferiores como lama, suciedad y pelo, entre otras. Además, en el Parménides, Platón se cuestiona la relación de participación e imitación entre las ideas y los seres sensibles, puesto que es difícil saber qué significan cuando tratamos de explicar con precisión una y otra. El personaje de Parménides demuestra en el diálogo que ambas dan lugar a objeciones y contradicciones insalvables. Por último, se argumenta que las ideas son incognoscibles para el hombre, puesto que el pensamiento limitado y mundano no puede penetrar en las esencias absolutas de un mundo ideal y eterno. No obstante, la conclusión del Parménides no es rechazar la teoría de las ideas, puesto que la negación de la existencia de un mundo inteligible, a pesar de las serias dificultades que suscita, supone dar al traste con la única posibilidad y el único camino válido, o método, del pensamiento filosófico. El Parménides tan solo es un convite a considerar con mayor rigor la relación entre el mundo sensible y el mundo inteligible.
Conclusión
De esta manera, la respuesta a Heráclito y Parménides lleva implícita una novedad respecto de Platón: la unicidad del mundo, la existencia de un solo mundo; un mundo que se puede captar por los sentidos, un mundo de seres concretos, con una forma permanente (que captamos a través de la abstracción) y con una naturaleza que tiende hacia un fin (teleologismo) que podemos conocer. Esta actitud frente al conocimiento de la naturaleza ha sido llamada “realismo”, frente al “idealismo” de Platón.