Dominio de la afectividad: Claves para el equilibrio emocional y la felicidad

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Hipótesis sobre los sentimientos y la voluntad

El dominio de la afectividad es un tema crucial para el desarrollo personal. La hipótesis principal es que los sentimientos, al ser reforzados por la voluntad, potencian las tendencias específicamente humanas. Esto constituye una eficaz ayuda para el perfeccionamiento del obrar de la persona, y es posible de alcanzar. En otras palabras, se puede dominar la afectividad.

Los sentimientos y pasiones, cuando son dominados por la razón, favorecen el desarrollo de la persona humana. No se trata de suprimirlos ni de dejarse llevar por ellos, sino de dominarlos.

La felicidad como armonía entre el deber y el querer

La felicidad consiste en hacer lo que debo porque quiero, porque lo amo. No somos justos cuando realizamos actos de justicia, sino cuando experimentamos agrado por la justicia.

Tipos de sentimientos

  • Sentimientos abruptos e inmediatos: Son más difíciles de dominar.
  • Sentimientos estables: Forman parte de la personalidad del individuo.

La felicidad consiste en la armonía entre la cabeza y el corazón. En el ser humano, a menudo existe una ruptura interior, con deseos y pasiones que tiran en sentidos contrarios. Hay diferentes fuerzas en nuestro interior que nos llevan en direcciones opuestas.

Grados de armonía entre la razón y la emoción

Existen tres grados en la relación entre el corazón y la cabeza:

  1. Grado ínfimo: La persona no hace lo que debe, sino lo que no debe, lo que la conduce a la infelicidad.
  2. Realizar el bien por pura voluntad: Sin pasión ni agrado (Kant propone olvidar el sentimiento y cumplir el deber).
  3. Realizar el bien con gusto y de modo apasionado: Este es el camino hacia la verdadera felicidad.

La felicidad depende de la actitud interior, de hacer lo que se debe con pasión y gusto.

¿Cómo conseguir el equilibrio entre el corazón y la cabeza?

  1. Educación: La compasión, la alegría y la sinceridad se adquieren desde la infancia. También contribuyen la actividad física y la sonrisa.
  2. Autoperfeccionamiento o autoconformación: Es el proceso por el cual uno se va haciendo a sí mismo. Una persona influye en este proceso, pero no lo determina completamente. Podemos sentir una acción contraria al sentimiento y actuar en dirección contraria. Si esto se repite, se puede llegar a controlar los sentimientos.

Esto también ocurre en el ámbito físico, como por ejemplo, con el hábito de fumar.

Personalidad madura = Personalidad feliz

Criterios para la evaluación de los sentimientos

Ante un sentimiento, debemos preguntarnos si debemos evitarlo o fomentarlo.

  • Favorecer los sentimientos que nos hacen sentir felices o nos producen placer.
  • Evitar aquellos que no nos hacen sentir felices.

Crítica a esta respuesta

1) Muchas veces, los sentimientos desagradables son los adecuados a la situación real. La única solución para cambiar nuestro estado de ánimo sería cambiar lo que nos sucede. A veces esto es posible, y otras no. Existen situaciones irreversibles (suspender un examen) y reversibles (problemas entre hermanos).

Si el único criterio para seleccionar mis sentimientos es estar a gusto y tener una sensación de felicidad, puedo cambiar mi estructura afectiva para ajustarla a la realidad. Esto sucede cuando se busca la sensación de felicidad a la hora de seleccionar los sentimientos, por ejemplo, creer que nadie nos quiere o que el amor no existe.

2) La felicidad no es un estado sentimental. No es solo un sentimiento de felicidad, sino una personalidad afectiva, un modo de ser.

La felicidad va unida al deseo y, por ello, a la acción impulsada por el deseo. La melancolía y la tristeza siempre llevan a la inacción, al igual que la infelicidad, que no es compatible con los deseos.

La felicidad fomenta el deseo, y el deseo nos lleva a la acción. El sufrimiento es compatible con la felicidad.

Los estoicos y los hedonistas

Los estoicos (y los hedonistas) concebían la sensación como un estado de ánimo. Aspiraban a prescindir del deseo para no estar con la angustia del deseo que no se puede alcanzar, o que se ha alcanzado y se ha perdido. Quien no desea nada nunca se sentirá frustrado. Sin embargo, el hecho de querer quitar los deseos ya es un deseo en sí mismo.

La felicidad es un modo de ser, una personalidad en la que se busca ser uno mismo. Se trata de buscar la plenitud de la persona, desarrollar al máximo nuestra naturaleza humana y nuestras capacidades.

Tres paradojas sobre los sentimientos

  1. Consideramos que lo que mejor nos define es nuestro modo de sentir y de desear. Si quieres conocer a alguien, no le preguntes lo que piensa, sino lo que ama. Cuando hablamos de alguien, nos referimos al ámbito de sus sentimientos, que nos definen mejor que el repertorio del conocimiento. Lo más importante es lo que amo, no lo que domino.
  2. Los afectos, pasiones y sentimientos son irracionales. Y, sin embargo, fundamentan nuestra acción. Lo que me hace actuar son mis sentimientos.
  3. Desconfiamos y, a la vez, elogiamos nuestros sentimientos. Por una parte, la insensibilidad nos repugna, pero por otra, tememos a las pasiones porque nos enajenan (no soy el dueño de mis acciones).

Criterios para la clasificación de los sentimientos

1) Son malos los sentimientos que anulan nuestra libertad. Si percibo un sentimiento que anula mi libertad, no tengo que hacer caso de este sentimiento o pasión. Deseamos la libertad por encima de los otros deseos. En la vida tenemos muchos deseos (de placer, felicidad, salud, etc.), y debemos ordenarlos. El deseo más importante es el deseo de la libertad. Al deseo solo le interesa su propio objetivo, su satisfacción, no la libertad. El deseo en sí no busca la libertad. La valoración de la libertad tiene que preceder de un deseo específico de libertad, fundado en la percepción de la libertad como valor.

Para conseguir ese equilibrio interior, hay que fomentar el deseo de ser libre, “conseguir sed de libertad”. Para desear la libertad, hay que ser capaz de pensarla como un valor vivido (aquellos que están dados en la experiencia sentimental en la que me encuentro implicado) y como un valor pensado (no tengo sed, no siento el deseo, pero sé que debo beber). Si pongo el deseo de libertad como límite, esto me asegura no dejarme arrastrar por un arrebato pasional, y así actuaré libremente. El ser humano necesita vivir sentimentalmente, pero también necesita vivir por encima de los sentimientos.

2) Hemos de clasificar los sentimientos dependiendo del comportamiento que fomentan (positivo o negativo). Los sentimientos nos impulsan a la acción, incluso desde un punto de vista fisiológico. Hay sentimientos que incitan a conductas perturbadoras en la convivencia (furia) y otros que favorecen la convivencia (respeto, empatía). Estos últimos favorecen las relaciones personales. El sentimiento de amor es positivo porque nos lleva a la acción.

El sentimiento que lleva a la inacción es el miedo. Lo que el ser humano quiere es vivir por encima del miedo. Lo propio del ser humano es no dejarse arrastrar por el miedo, sino saber gestionarlo (valentía).

La cobardía aparece cuando el miedo está descontrolado. El miedo más importante es dominado por una virtud: la eutrapelia, que es el espíritu del deportista, la virtud que modera la pasión y el juego en la vida y en los juegos. El espíritu deportivo en la vida es el de la persona que sabe ganar y perder. Vivir la vida sin miedo a nada es más fácil para una persona que admite la existencia después de la muerte.

En todas las filosofías, tanto materialistas como existencialistas, hay un acuerdo: la cobardía es un valor negativo.

Nietzsche duda de todo.

Desde Nietzsche hasta los filósofos medievales, se considera que lo arduo es lo que atrae. La dificultad es valiosa, no por ser difícil en sí misma, sino porque todo lo valioso es difícil. Ser una persona cobarde o mediocre es fácil.

Valentía es ser capaz de aspirar a cosas valiosas que son difíciles.

Santo Tomás de Aquino afirma que lo arduo es lo que se eleva sobre la fácil potestad animal.

Arduo es lo que supera las facultades animales, las facultades de lo fácil.

Aristóteles y Santo Tomás apuestan por cosas más arduas.

El odio puede tener algo bueno, ya que nos impulsa a la acción.

El miedo puede llevar a fracasar. Los cristianos pensaban que todo tiene arreglo. Miedo a la envidia, rechazo, enfermedad, morir, error.

La valentía es un cierto desdoblamiento de la consciencia: deseo huir, pero quiero quedarme. Eso es la valentía: la capacidad de sobreponer mi voluntad y mi razón al camino fácil que me presenta el deseo.

Spinoza, en la época de Descartes, define la valentía como la decisión de ser lo que se piensa que es mejor ser. Tengo que ser lo mejor, María.

El ser humano busca sobrevivir, vivir sobre sí mismo, no de supervivientes. Vivir por encima de lo que soy, eso es la valentía.

3) Hay sentimientos adecuados o inadecuados respecto a un valor presente.

Ante un valor presente, requerimos la presencia de un sentimiento adecuado. Cuando no es así, nos sentimos transcurridos por el sentimiento, con la necesidad de reorientar ese sentimiento. No hay que preocuparse por lo que sentimos o no. Si yo veo que he sido indiferente, pienso para mí mismo: “¿Cómo puedo ser así?”. Entonces, voy a ayudar a ese niño y domino mi sentimiento, aunque no me esté ayudando. Mis sentimientos no son los que yo pienso que deben ser ante esa situación. Los sentimientos son un tipo de conocimiento donde el sujeto se encuentra implicado. Es decir, los sentimientos me dan a conocer cosas del objeto que están fuera de mí y cosas de mí mismo. Yo veo a alguien no solo físicamente, sino con un sentimiento de felicidad.

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