El trabajo doméstico y su impacto en la sociedad

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Hoy en día, muchas personas consideran que el trabajo doméstico es una vocación natural de las mujeres, tanto que a menudo se etiqueta como 'trabajo de mujeres'. En realidad, el trabajo doméstico, tal y como lo conocemos, es una creación bastante reciente s.XIX-XX cuando la clase capitalista de Inglaterra y de Estados Unidos, presionada por la insurgencia de la clase obrera y necesitada de una mano de obra más productiva, emprendió una reforma laboral que transformó la fábrica, y también la comunidad y el hogar y, por encima de todo, la posición social de las mujeres.

Si se contempla desde el punto de vista de sus efectos sobre las mujeres, esta reforma puede describirse como la creación del ama de casa a tiempo completo. Un acto que en poco tiempo acabaría con las mujeres en las fábricas (especialmente madres), aumentó salarios de hombres y se fomentó la educación de habilidades para el trabajo doméstico en las mujeres.

Tanto el gobierno como los hombres proletarios las excluyeron de trabajos asalariados afirmando que su lugar estaba en casa.

Los intereses del hombre proletario y del capitalista coincidían en este aspecto. La crisis creada por la lucha de la clase obrera en las décadas de 1830 y 1840, los comienzos del movimiento socialista, la insurgencia obrera de 1848… hicieron ver que los obreros necesitaban mejorar su calidad de vida sin utilizar la vieja estrategia de salario mínimo-máxima jornada laboral. Además, al tener a la mujer trabajando todo el día también se produjo un temor por su desafección a la familia y la reproducción, así como su falta de conocimientos en tareas domésticas, haciéndoles la vida más difícil a los hombres. Esto es lo que podía llevar a muchos hombres a refugiarse en la bebida.

Junto a la preocupación por la crisis de la vida doméstica producida por el empleo de las mujeres, estaba el miedo a la usurpación de los privilegios masculinos, que se creía que socavaría la estabilidad de la familia y provocaría enormes males en la sociedad. Había un riesgo adicional: la combinación de salarios bajos, largas jornadas laborales y falta de trabajo doméstico diezmó la mano de obra al reducir la esperanza de vida y producir individuos desnutridos que no podían ser ni buenos obreros ni buenos soldados.

Ejemplo: En la década de 1860, la esperanza de vida era inferior a treinta años en Manchester y Liverpool (Seccombe, 1995: 75, 77). La mortalidad infantil asimismo era muy elevada y también en este caso se atribuyó a la desatención maternal y al desapego como causas principales

La clara incapacidad de la clase obrera de reproducirse a sí misma y suministrar un flujo estable de trabajadores fue especialmente problemática entre 1850 y finales de siglo, cuando se produjo una gran transformación en el sistema de producción tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos, que exigía un tipo de trabajador más fuerte y productivo. Por lo general se denomina a esta etapa la 'Segunda Revolución Industrial', el paso de la industria ligera a la industria pesada, es decir, del textil al acero, el hierro y el carbón como sectores industriales principales y fuentes primarias de acumulación de capital, lo que fue posible gracias a la creación de una extensa red de ferrocarriles y a la introducción de la máquina de vapor.

Desde 1840 se empezaba a imponer una doctrina asociada a mayor productividad con mejores salarios y menos jornada laboral para los hombres pero más importante, gracias al ahorro de tiempo que suponían las esposas. Así lo ve también a su vez Alfred Marshall en Principios de economía (1980) en la que reflexiona sobre la importancia de la salud, fuerza e intelecto del hombre para la mayor eficiencia industrial así como una ama de casa quien velará por su salud y la de sus niños.

Por esto, por la necesidad de un nuevo tipo de obrero en la época de 1840, se empezaron a reducir las horas de mujeres en fábricas con la esperanza de que mejorase la salud y la productividad de los hombres trabajadores.

En EEUU esto comienza en la Era Progresista (mujer se encarga de administrar salario y cuidar al marido)

En Inglaterra, comienza con la aprobación de la Ley de Minas (1842) y la Ley de las diez horas (1847)- reduciendo jornada laboral de mujeres o niños o prohibiéndola (menores de 10) en el caso de la Ley de Minas. El salario llegó a aumentar hasta un 40% y en 1870 se introdujeron nuevos sistemas educativos obligatorios con clases prácticas en asuntos domésticos y también se propusieron modelos que castigaran a las mujeres que no atendiesen a los bebés adecuadamente.

En 1850 surgen también las primeras guarderías pero fracasan. A su vez también se busca separar a la buena esposa, laboriosa y ahorrativa, de la prostituta derrochadora fue un requisito clave para la constitución de la familia que emergió con el cambio de siglo, puesto que dividir a las mujeres entre 'buenas' y 'malas', entre esposas y 'putas', era una condición indispensable para que se aceptara el trabajo doméstico no remunerado.

La respetabilidad por tanto, se convierte en la compensación por el trabajo no remunerado y la dependencia del hombre. Este es el 'trato' que, de diversas formas, se mantiene hasta los años sesenta y setenta, cuando una nueva generación de mujeres empieza a rechazarlo.

Por ejemplo en Inglaterra, muchas mujeres iban a trabajar por gusto, aunque no fuese necesario.

Como la supervivencia de la familia pasó a depender de los hombres, surgió una nueva causa de conflicto entre mujeres y hombres por el uso y la administración del salario, así como nuevos intereses en trabajadores y trabajadoras puesto que a estas, se les arrebata su independencia del hombre y se les obliga a trabajar en el hogar sin dinero propio.

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