Dogmatismo y Relativismo: Explorando los Extremos de la Verdad en Filosofía y Ética
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Dogmatismo y Relativismo: Dos Posturas en el Debate Filosófico
En el vasto campo de la filosofía y la ética, nos encontramos con dos posturas aparentemente enemigas, ambas consideradas irracionales en su forma más extrema: el dogmatismo ('esto es así y punto') y el relativismo ('cada uno tiene su punto de vista'). La posición acertada, en contraste, es la de cuestionar y preguntarnos el porqué de las cosas, fomentando así la duda metódica.
1. La Postura Dogmática: Aceptación Acrítica de la Verdad
El dogmatismo, entendido como la aceptación de un dogma sin cuestionar su veracidad, se presenta como una postura irracional. La opinión individual, por su propia naturaleza, puede ser errónea. A lo largo de nuestra existencia, la comprensión de la realidad se construye sobre un marco precomprensivo que, idealmente, se enriquece y ajusta progresivamente. Por tanto, adoptar una actitud dogmática y cerrada resulta irracional. La racionalidad, en este contexto, implica una disposición abierta al cuestionamiento y a la revisión. Históricamente, esta cerrazón ha sido asociada con la génesis de sistemas totalitarios.
El dogmatismo representa una aproximación a la verdad tan radical como el relativismo, situándose en el extremo opuesto del espectro filosófico, y sus consecuencias pueden ser igualmente nocivas. Una persona incurre en el dogmatismo cuando transgrede los principios que el sentido común atribuye a la observación de la realidad por parte de nuestra inteligencia. Esto ocurre al postular que la verdad reside en el pensamiento antes que en la correspondencia con las cosas, lo que constituye un uso deficiente de la razón. Se caracteriza por el convencimiento de que la inteligencia humana puede aprehender la verdad con facilidad y plena certeza, sin necesidad de fundamentación ni confrontación con la realidad. Ejemplos claros incluyen religiones dogmáticas que consideran sus textos sagrados como la verdad absoluta, o ideologías políticas que rechazan cualquier cuestionamiento.
2. La Postura Relativista: Cuando Todas las Opiniones Son Iguales
El relativismo, que postula que 'todos tienen la razón', es otra actitud filosófica que se considera irracional. Si se validan todas las opiniones sin distinción, se corre el riesgo de desestimar la propia experiencia vital y el conocimiento acumulado. La historia y la vivencia nos enseñan que las opiniones pueden ser erróneas. El relativismo extremo sugiere que cada individuo genera, sin más intervención que su propia subjetividad, un mundo intransferible y cerrado de significados, lo que a menudo abomina el discurso racional y la búsqueda de verdades compartidas. Esta postura puede llevar a la defensa acrítica de la ética de cualquier colectivo, incluso aquellos que sustentan creencias moralmente cuestionables.
De esta manera, quien abogue por un respeto acrítico del valor moral de todas las culturas debe asumir las implicaciones de su postura, lo que podría conducir a la legitimación de regímenes o prácticas que, desde una perspectiva universalista, podrían considerarse una perversión o un peligro para la dignidad humana.
El relativismo sostiene que la verdad y el conocimiento son inherentemente relativos, dependiendo de factores como la cultura, la percepción individual, y el contexto histórico y social. Según esta posición, no existen verdades universales y todo conocimiento es intrínsecamente subjetivo. Ejemplos incluyen perspectivas culturales que consideran que lo moralmente aceptable varía significativamente entre sociedades, o el relativismo epistemológico que postula que la verdad es relativa al marco conceptual de cada individuo o grupo. En esencia, el relativismo es una doctrina filosófica que afirma la inexistencia de verdades absolutas.
Relativismo Cultural: La Pluralidad de Verdades Morales
El relativismo cultural niega la posibilidad de una justificación racional que valide un sistema normativo universal, afirmando en su lugar la pluralidad de verdades morales, ya que todas ellas contarían con idénticas oportunidades de justificación dentro de su propio contexto.
El relativismo cultural postula que lo que se considera correcto o incorrecto, bueno o malo, es intrínsecamente variable según la cultura. Implica que no existe una única manera 'correcta' de actuar o pensar que sea universalmente válida para todas las sociedades. Sus principios fundamentales son:
- No hay una única verdad universal sobre lo que está bien o mal: Lo que una cultura considera moralmente aceptable puede ser percibido como incorrecto por otra, y viceversa. Por ejemplo, mientras algunas culturas pueden ver el matrimonio arreglado como una práctica positiva y socialmente beneficiosa, otras pueden considerarlo una imposición injusta.
- Todas las creencias morales tienen el mismo valor: Ninguna cultura puede arrogarse la superioridad de sus normas y valores sobre los de otra. Cada cultura posee sus propias razones y justificaciones internas para sus prácticas y creencias.
Filosóficamente, el relativismo cultural a menudo se vincula con la herencia del positivismo, que sostiene que solo se puede conocer aquello que es empíricamente constatable. Desde esta perspectiva, se argumenta que todas las culturas, por el mero hecho de existir, merecen respeto, lo que lleva a una equiparación ética entre ellas.