La Doctrina de la Felicidad en Aristóteles: Virtud, Eudaimonía y la Unión Ética-Política
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La Ética Aristotélica: Eudaimonismo y el Bien Supremo
Aristóteles defiende el eudemonismo, según el cual el bien ético se basa en elegir y actuar, y no en el mero conocimiento, a diferencia del intelectualismo socrático. Para él, el bien supremo es la felicidad (eudaimonía), y todo lo demás son medios para alcanzarla. La felicidad es el fin último de la vida y la meta que guía todas las acciones humanas. No consiste en el placer, la diversión o bienes externos, que son propios de los animales; estos solo pueden actuar como medios. Lo propio del ser humano es la vida racional y virtuosa, por lo que la felicidad debe ser inalienable, propia del hombre y realizable mediante la acción correcta.
La Estructura de la Felicidad: Bienes y Tipos de Virtudes
Aristóteles distingue tres tipos de bienes:
- Bienes externos: (dinero, posesiones), necesarios pero insuficientes.
- Bienes corporales: igualmente necesarios.
- Bienes propios del hombre: especialmente los intelectuales y morales, que constituyen la base de la felicidad auténtica.
La ética se organiza en dos tipos de virtudes:
- Virtudes éticas (morales): Relacionadas con la parte sensible del alma y los impulsos de las pasiones. Se forman mediante el hábito y el carácter, eligiendo siempre el término medio entre dos extremos viciosos. Son accesibles para la mayoría y conducen a la felicidad humana.
- Virtudes dianoéticas (intelectuales): Vinculadas a la razón. Su parte teórica produce la sabiduría y la práctica, la prudencia.
Mientras que las virtudes éticas conducen a la felicidad humana, la felicidad perfecta, propia de los dioses, requiere la plena actividad racional y es inalcanzable para la mayoría.
La Conexión Indisoluble entre Ética y Política
La ética y la política están íntimamente unidas, porque el ser humano es un animal político (zóon politikón). La polis permite que los ciudadanos desarrollen sus virtudes y alcancen la vida buena.
El Rol de la Política en la Formación del Carácter
La buena política fomenta tanto las virtudes éticas como las dianoéticas, y un gobernante prudente sabe elegir lo mejor para la comunidad, al igual que el individuo prudente actúa correctamente para sí mismo. Los gobiernos que caen en los extremos, ya sea por exceso de libertad o de control, rompen el término medio, al igual que una persona que se aleja de la virtud.
La Justicia como Virtud Política Suprema
La justicia es la virtud política más importante, pues asegura que cada ciudadano reciba lo que le corresponde y permite la armonía en la comunidad. Las leyes son hábitos colectivos que forman el carácter de los ciudadanos; si son buenas, generan personas virtuosas; si son malas, corrompen la sociedad. Por ello, la ética busca la felicidad individual y la política la colectiva.
La Búsqueda de la Eudaimonía Colectiva
En una polis justa, los ciudadanos pueden desarrollar sus capacidades, participar en la vida pública y vivir de acuerdo con la virtud. La mejor constitución es aquella que permite que la mayoría viva bien, promoviendo un Estado estable, justo y orientado al bien común, donde cada persona pueda realizar su naturaleza racional y alcanzar la eudaimonía.