La Doble Autoría de la Biblia: Inspiración Divina y Participación Humana
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El Origen Dual de la Escritura
La comprensión de la Biblia como Palabra de Dios implica necesariamente abordar su doble origen: el divino y el humano. Este equilibrio es fundamental para la teología de la revelación.
El Origen Divino de la Escritura
En el Antiguo Testamento
En el judaísmo, no existe una idea clara y elaborada de la inspiración de la Escritura. Más bien, en el AT se habla de un **influjo divino** sobre los profetas, generalmente orientado a la proclamación y no necesariamente a la escritura. No obstante, en ocasiones, Dios ordena escribir algo, por ejemplo: «Ahora ven, escríbelo en una tablilla, grábalo en un libro, y que dure hasta el último día, para testimonio hasta siempre». Como se puede observar, la idea de **inspiración** tal como se entiende hoy en la Iglesia no está plenamente expresada en el AT.
En el Nuevo Testamento
La idea de inspiración aparece implícita o explícitamente en los libros del NT. El mismo Jesús apela a las Escrituras como el documento por excelencia y de mayor autoridad, por ejemplo, en el Evangelio de Juan: «no puede fallar la Escritura». Esto también se refleja en los numerosos «Está escrito» que el Mesías utilizaba para referirse a los libros del Antiguo Testamento.
Los autores del NT expresan la convicción de que, en las palabras de la Escritura, el **Espíritu Santo** habló por medio de los hombres; incluso la llaman «Palabra de Dios».
Los Libros Apócrifos
Los libros que no entraron en el canon de la Iglesia son los llamados **Apócrifos** (*libro oculto o secreto*). Originalmente, tales libros solo podían ser leídos por los iniciados. Más tarde, en el lenguaje católico, este término se reservó para designar los libros que, si bien se aproximaban a la escritura canónica por su título y contenido, no fueron admitidos en el catálogo oficial de la Iglesia (es decir, no son inspirados).
Actualmente, muchos se encuentran publicados y leídos como una importante fuente histórica y literaria, aclaración que vale para desmentir algunas películas que hablan de evangelios apócrifos ocultos. Sin embargo, hay textos que aluden directamente a la inspiración divina de las Escrituras, como: «Toda Escritura inspirada por Dios es útil para la enseñanza...».
El Origen Humano de la Escritura
El Papa Pío XII, en la encíclica Divino afflante Spiritu (1943), establece:
«Partiendo del principio de que el escritor sagrado, al escribir su libro, es instrumento del Espíritu Santo, pero instrumento vivo y racional, observan rectamente que, bajo el influjo de la divina moción, de tal manera hace uso de sus facultades y energías, que por el libro nacido de su acción puedan todos fácilmente colegir la índole propia de cada uno y, por así decirlo, sus singulares características y rasgos» (16).
En el AT, vimos cómo Dios ordenaba a los profetas escribir algún mensaje. La concepción judaica tendía a considerar que los autores humanos caían en una especie de **éxtasis religioso**, durante el cual Dios les dictaba el mensaje. Pero a lo largo de la Biblia, encontramos testimonios que muestran a los autores como factores creativos y activos, que nos hablan del esfuerzo del autor para la composición del libro (Ecl 1,30-32; 2 Mac 15,38).
El Testimonio de Lucas
El pasaje más llamativo es el del Evangelio de Lucas (1,1-4):
«Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden...».
Observemos atentamente que Lucas habla de una **investigación** con todo lo que ello implica:
- Buscar fuentes.
- Realizar entrevistas.
- Consultar documentos.
- Ordenar la información.
Por lo tanto, no podemos pensar que este autor realizó toda su obra (el Evangelio y los Hechos de los Apóstoles) en un estado de éxtasis, o que no intervinieron para nada sus facultades y talentos. Además, los rasgos de cada uno de los libros de la Biblia responden, entre otras, a características propias de cada autor.
Conclusión sobre la Autoría
Con esto, podemos concluir que el hombre tiene un papel de suma importancia, siendo el **autor secundario** de la Escritura, haciendo uso de todas sus facultades y talentos (17), de manera activa y creativa, impulsado por la fuerza misteriosa del Espíritu Santo.