Discursos de Lisias y Lisandro: Justicia y Restauración en la Atenas Clásica
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Lisandro: La Acusación de Traición y la Salvación de la Ciudad
Después de aquello, Lisandro, habiéndose puesto en pie, dijo muchas otras cosas, afirmando que os consideraba traidores y que no se trataría de vuestra ciudadanía, sino de vuestra salvación, si no hacéis lo que Terámenes manda. De ellos, en la asamblea, cuantos hombres de bien, conociendo la maniobra y la coacción, unos, permaneciendo allí mismo, mantenían la calma; otros, poniéndose en pie, se salieron. Comprendiendo, al menos, que nada malo para la ciudad habían votado. Unos pocos cobardes y mal aconsejados votaron lo que se les ordenaba.
La Audacia del Acusado: Un Desafío a la Justicia
A mí me parece que el que se atrevería a todo, el que ahora, no siendo otros jueces sino los mismos que habían sido maltratados, viene a defenderse en juicio ante los testigos de esa misma maldad, hasta el punto de que o bien os ha despreciado, o bien ha confiado en otros.
El Olvido de la Maldad y la Confianza en la Bondad Popular
Es digno ver a los testigos que, atestiguando esas cosas, acusan a los mismos, olvidando totalmente y pensando que vosotros erais bondadosos. Si creen que salvarán a los trescientos sin miedo gracias a vuestro pueblo, en cambio, por culpa de Eratóstenes y sus compañeros, era peligroso incluso ir al frente del entierro de los muertos.
El Caso de Eratóstenes: ¿Menos Males, Menos Castigo?
Y en verdad dicen que Eratóstenes ha hecho menos males y por eso considera que merece que se salve. Porque él ha delinquido contra vosotros más que los otros griegos, ¿no creen que sea necesario que él muera? Vosotros demostrad qué opinión tenéis acerca de los hechos.
Lisias Apela a la Memoria: Ciudadanos y Pireo
Quiero acabar recordando un poco a cada uno, a los de la ciudad y a los del Pireo, para que, teniendo como ejemplo las desgracias ocurridas a vosotros por causa de esto, llevéis el voto. También, primeramente, cuantos sois de la ciudad, reflexionad que erais gobernados por éstos tan duramente que erais obligados a hacer tal guerra contra vuestros hermanos y ciudadanos: si erais derrotados, tendríais igualdad respecto a los vencidos; pero si hubierais vencido, seríais esclavos de ellos.
La Opresión de la Tiranía y la Negación de Ayuda
Estos se preocupaban de tener cosas más grandes para ellos gracias a las circunstancias; en cambio, vosotros las tenéis más pequeñas por la guerra entre unos y otros y no consideraban que vosotros erais dignos de ser ayudados. Os obligaban a ser calumniados, llegando a tal desprecio que, no compartiendo los bienes para procuraros confianza, sino haciéndoos partícipes de las injurias, creían que erais favorables.
El Llamado de Lisias a la Venganza y la Restauración Política
Frente a estas cosas, ahora vosotros que estáis en calma, vengaros cuanto podáis en nombre de vosotros mismos y de los del Pireo, pensando que erais gobernados por esos que eran los más malvados, pensando que hacéis política junto a los que ahora son los mejores y lucháis contra los enemigos y deliberáis acerca de la ciudad. Recordad a los auxiliares a quienes ellos colocaron como guardianes de su poder y de vuestra esclavitud en la Acrópolis.
El Relato del Exilio y el Regreso Triunfante
Cuantos huyeron de la muerte, habiendo corrido peligro muchas veces y vagando en muchas ciudades y siendo desterrados de todos modos, siendo carentes de cosas necesarias, unos habiendo abandonado a nuestros hijos en la patria enemiga, otros en tierra extranjera, oponiéndose a muchas cosas, vinisteis al Pireo. Habiendo ocurrido muchos y grandes peligros, os convertisteis en hombres de bien: liberasteis a unos, y a otros los devolvisteis a su patria.