El Discurso del Método de Descartes: Reglas para Alcanzar el Conocimiento Verdadero
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Introducción
El Discurso del Método es una de las obras más importantes de René Descartes. En ella, el filósofo francés propone una serie de reglas "ciertas y fáciles" que, según él, permiten a cualquiera que las siga rigurosamente evitar tomar lo falso por verdadero y alcanzar, mediante un acrecentamiento gradual y continuo de su ciencia, el conocimiento verdadero de todo aquello que sea capaz de conocer.
Las Cuatro Reglas del Método Cartesiano
Descartes expone cuatro reglas fundamentales en su obra:
- Regla de la Evidencia: No admitir como verdadero nada que no aparezca en la mente de manera evidente, esto es, con claridad (que posea presencia directa e inmediata) y distinción (que sea intuida en su peculiaridad individual y sin mezcla de ninguna otra).
- Regla del Análisis: Como solo se puede tener evidencia de las naturalezas simples, cuando estemos ante un problema complejo, compuesto de naturalezas complejas, hay que dividirlo en cuantas partes más simples sea posible.
- Regla de la Síntesis: Una vez que se ha descompuesto el problema y que obtenemos naturalezas simples, hay que volver a recomponerlo por medio de la síntesis.
- Regla de la Enumeración: Consiste en revisar todo el proceso hasta estar seguro de no omitir nada.
La Duda Metódica: Herramienta para Alcanzar la Verdad
En la búsqueda de esa verdad primera e indudable que exige la regla de la evidencia, Descartes utiliza la duda metódica. No se trata de una duda escéptica que pone en entredicho cualquier verdad e incluso niega la validez del conocimiento, sino de una herramienta metodológica, es decir, un método de acercamiento a la verdad.
El objetivo de la duda es rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo que se pudiera imaginar la más pequeña duda, para ver si después de esto quedaba algo entre las creencias que fuese enteramente indubitable.
Crítica a los Sentidos y al Mundo Exterior
En primer lugar, Descartes encuentra, coincidiendo con los escépticos, que los sentidos nos engañan y que, por lo tanto, no se puede confiar en ellos como fuente de conocimiento seguro y objetivo. La misma realidad de un mundo exterior con objetos sensibles y corpóreos puede ser puesta en entredicho, por la frecuencia de casos en que se concede realidad a simples alucinaciones, y por el hecho de que nuestras representaciones en sueños (a las que no corresponde nada real) son indistinguibles de las representaciones del mundo exterior en estado de vigilia.
Descartes asume, por lo tanto, la crítica escéptica de la sensación y concluye cuestionando el mundo exterior de objetos corpóreos y las ciencias que de él tratan.
La Duda Hiperbólica: Dios Engañador y Genio Maligno
Las matemáticas parecen escapar a esta incertidumbre, puesto que no tratan de objetos sensibles ni se valen de los sentidos. Pero, aunque la matemática como ciencia formal tenga un carácter exacto, podemos equivocarnos cuando razonamos sobre problemas geométricos y aritméticos.
Descartes exagera la duda hasta el punto de pensar que Dios puede engañarme y querer que no haya ni cielo, ni cuerpo extenso, y que yo, por el contrario, tenga el sentimiento de todas esas cosas, y que todo eso no me parezca existir de distinta manera de la que yo lo veo. Es decir, que la omnipotencia divina podría hacer que me engañase siempre que asiento a lo que estimo evidente, que lo que la razón manifiesta como evidente no tuviese realidad objetiva.
Y si no aceptásemos esa imagen de un Dios engañador o no llevamos la omnipotencia divina hasta ese punto, siempre cabría pensar en la existencia y poder -difícilmente negables- de un demonio, de un genio maligno, no menos engañador que poderoso, el cual usó de toda su industria para engañarme y hacerme creer que el mundo es tal y como lo percibo.