Discriminación de la mujer en el trabajo productivo
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La discriminación de la mujer en el trabajo productivo
La segregación horizontal del trabajo productivo de las mujeres
Alrededor del 70% del empleo de las mujeres españolas se concentra en: la agricultura, comercio minorista, hostelería, servicios sociales y personales, así como en la enseñanza, sanidad pública y privada y en las AA. PP. En la industria son mayoría en el textil, el calzado, el juguete, la alimentación, etc. Pues bien, ni el incremento de la tasa de ocupación de las mujeres, ni la entrada en sectores masculinizados durante las últimas décadas, ha cambiado esa situación en lo sustancial.
Por otro lado, ciertas competencias que han desarrollado históricamente las mujeres en el hogar (precisión, habilidad manual, paciencia, etc.), cuando son contratadas por los empresarios se ejecutan en las empresas con bajos salarios. En cambio, cuando estas competencias son ejercidas por hombres gozan de un prestigio y una remuneración mucho más elevados (cocineros, modistos, peluqueros, etc.).
Y es que, se sobrentiende que es “natural” que las mujeres, al haber aprendido en el hogar a ser precisas, habilidosas o pacientes, lo sean también en el trabajo productivo y, por tanto, su trabajo no tenga el mismo mérito ni el mismo salario que cuando lo hacen los hombres. En cambio, si ellas trabajan en sectores “masculinizados” no obtienen ni el mismo salario ni el mismo reconocimiento que los hombres (minería, siderurgia, construcción, toreros, soldados, etc.).
El agravio o humillación de las mujeres alcanza su máxima expresión cuando éstas son contratadas por empresarios, mayoritariamente varones, por su físico para ejercer de recepcionistas, azafatas, secretarias o “masajistas”, modelos, prostitutas, etc. Todos ellos empleos donde la presencia y los atributos sexuales –y no las capacidades intelectuales- son, en general, objeto de mercantilización.
La segregación vertical del trabajo productivo de las mujeres
En la actualidad las mujeres gerentes o directivos alcanzan en España el 11% del total de ocupados, mientras que en Noruega, Finlandia o Suecia alcanzaban el 42%, el 27% y el 25%, respectivamente (Comisión Europea, 2014). No obstante, el aumento de mujeres directivas que ha habido durante los últimos años ha sido muy lento y ha sucedido porque han crecido los negocios unipersonales regentados por mujeres, o porque se ha producido un leve incremento de mujeres con “ambición de mando” dentro de las grandes y medianas empresas.
El escaso crecimiento de mujeres ejecutivas se explica, entre otras cosas, por el denominado “Techo de cristal”: existe un tope de promoción invisible en las organizaciones que impide a las mujeres acceder a puestos directivos, tanto en el sector privado como público, a pesar de poseer las mismas cualificaciones que los hombres.
Mientras la dedicación al hogar y a los niños sea una cosa casi exclusiva de las mujeres y los hombres empresarios no colaboren a reducir la desigualdad de género, éstas seguirán ocupando puestos con poco poder.
La cuantificación del valor de cambio del trabajo doméstico
Tras la Revolución Industrial, el trabajo productivo fuera del hogar se separó del reproductivo dentro del hogar, dando lugar a que sólo el trabajo asalariado se remunerara en las fábricas industriales (hombres, esfera pública) dejando al trabajo reproductivo sin remunerar (mujeres esfera privada).
En el debate sobre si el trabajo doméstico debería o no remunerarse, no existe acuerdo entre los expertos porque ambas posiciones contienen razonamientos de peso.
Argumentos a favor de remunerar el trabajo doméstico o reproductivo
a) con ello se consigue que ese trabajo aumente su consideración social dado que en la sociedad capitalista sólo cuenta lo que tiene valor de cambio, no el valor de uso. b) con ello se consigue que la mujer adquiera autonomía económica ante su dependencia del cónyuge y ante cualquier otra dependencia material de la sociedad (comprarse un piso sola, un coche, etc.) c) La existencia de remuneración del trabajo doméstico permitiría escoger cuál de los dos trabajos podrían interesar más. Además, se generaría un coste de oportunidad (lo que dejo de ganar si me quedo con uno o con el otro). Asimismo, en algunos casos, las personas podrían escoger los ingresos por el trabajo doméstico, aunque no fuera tan elevado, siempre que fueran seguros esos ingresos.
d) Los empresarios quedarían presionados: si el salario que pagan fuera bajo, las personas podrían optar por quedarse en casa con los ingresos obtenidos con el trabajo doméstico.
La cuantificación del valor de cambio del trabajo doméstico
Argumentos contrarios a remunerar el trabajo doméstico o reproductivo
a) Si el mercado también entra en la esfera privada del hogar nada quedará al margen de la monetarización y del mercado. b) La salarización del trabajo doméstico puede contribuir a legitimar y perpetuar a la mujer en las tareas domésticas, liberando a los hombres de sus responsabilidades con el hogar definitivamente. c) El hecho de cobrar por hacer las tareas domésticas podría desincentivar a las mujeres en la búsqueda de trabajos más creativos y cualificados fuera del hogar.
La cuantificación del valor de cambio del trabajo doméstico
La no salarización de las actividades desarrolladas en el ámbito doméstico dificulta cualquier intento de evaluar sus dimensiones con relación al conjunto de las actividades económicas de un país. Algunas de las aproximaciones que se han hecho para valorar el peso del trabajo doméstico se han realizado:
a) midiendo el coste de oportunidad, es decir, calculando lo que deja de ganar una ama/amo de casa por el hecho de dedicarse en exclusiva al trabajo doméstico (en términos de horas 'perdidas' en casa con relación al tiempo dedicado al trabajo productivo externo). b) midiendo el coste que supondría reemplazar las actividades cumplidas por el ama/amo de casa con el trabajo de una persona empleada para tal servicio. c) sumando los costes de mercado de cada uno de los servicios que se incluyen en el trabajo doméstico (cuidado dependientes, lavandería, comprar y hacer comida, planchado, limpieza, etc.)
En cualquier caso, todas estas aproximaciones económicas tienen limitaciones a la hora de determinar: a) qué se incluye exactamente en el trabajo doméstico (muchas contingencias no se incluyen: relaciones vecinales, favores familiares, apoyo escolar a hijos y laboral al marido o viceversa, etc.) y b) qué precio tienen algunas actividades aún no sometidas al mercado como el bienestar, la felicidad, gozar de la música, mirar las estrellas, rezar, etc